El Estado en sus distintos niveles está llamado a promover el crecimiento integral de cada persona y de la sociedad civil. El pensamiento social cristiano no alienta una concepción de Estado que pretenda hacerlo todo ni un Estado ausente que no atienda a las necesidades de los menos favorecidos o impida el desarrollo de los talentos emprendedores de la sociedad, por la carga impositiva o la carga de variadas ineficiencias. Así, la Universidad está llamada a realizar un aporte significativo por medio de la formación profesional tanto en lo que se refiere a las capacidades técnicas de cada carrera como a las virtudes cívicas. No nos basta formar profesionales idóneos, los necesitamos conscientes del bien o el mal que pueden hacer con el poder que dan sus conocimientos y habilidades. Es imposible crecer en un proyecto de país sin tener un fuerte compromiso con el destino común que abarca desde las pequeñas virtudes cívicas del respeto a quien piensa diferente hasta la profundidad de quien piensa con constancia en el largo plazo. Sin conciencia de lo común no se resuelve la crisis socioambiental; sin conciencia de lo compartido no resolveremos las violencias evidentes y las larvadas; sin conciencia de lo común no encontraremos las palabras y gestos adecuados para los acuerdos de convivencia que generen la confianza necesaria para el bienestar. La Universidad está llamada a ser crítica y propositiva. Crítica porque cualquier búsqueda de la verdad con profundidad debe pasar por el momento de la sospecha y ser capaz de reconocer las ilusiones, los errores y las negatividades. Propositiva porque no basta con rechazar, destruir o alejarse de todo. Para una perspectiva realista y esperanzada, el desafiante trabajo de ver los espacios de posible crecimiento y de cuidado de la vida son un deber de seriedad intelectual y de compromiso humano. La Universidad deberá aprender muchas cosas en los próximos 10 años. Cultivaremos una formación integral en tiempos de “poshumanismo”. Afrontaremos las innovaciones educativas con las que conduciremos inercias de siglos presentes en mentes y espacios académicos. Alcanzaremos la calidad junto con la inclusión gracias a la alianza entre muchos y a nuevas herramientas tanto conceptuales como tecnológicas. Abriremos la Universidad a más problemas cotidianos y a todas las edades gracias a la formación continua y a distancia. Los estudiantes deberán aprender el modo y orden de cada ciencia más orgánicamente, más cerca de los problemas concretos, en medio de la interdisciplinariedad sin perder el rigor propio de cada área del conocimiento. Córdoba está llamada a ser espacio de encuentro y acuerdos eficaces si es capaz de reducir tensiones logrando acuerdos sectoriales. Si es capaz de construir puentes en espacios en los que tiende a primar la puja de intereses y la defensa del privilegio particular a modo de “derecho”. Si es capaz de alentar servicios basados en el conocimiento para exportar y para alentar a quienes tuvieron menos posibilidades. Si es capaz de mostrar el grado de su desarrollo por el modo en que cuida y levanta a la parte más débil para alegría de toda la sociedad.
(*) Rector de la Universidad Católica de Córdoba