En las últimas semanas, la agenda pública en la provincia de Córdoba instaló el tema energético entre sus prioridades y desde distintos sectores e intereses.
El Ejecutivo anunció que diseñará un nuevo marco regulatorio y la Epec denunció el convenio colectivo de Luz y Fuerza. El poderoso sindicato comenzó a movilizarse y entre sus consignas defiende “la Epec estatal e integrada”. En medio de este panorama, el Gobierno adhirió a la ley nacional de Generación Distribuida y promueve que la Unicameral debata una ley provincial para encuadrar ese modelo a la realidad local.
Todo eso junto ¿es compatible? ¿Bajo qué condiciones? Para desentrañar esta compleja madeja, PERFIL Córdoba dialogó con el ingeniero Julián Tuccillo, MPhil en Ingeniería para el Desarrollo Sostenible por la Universidad de Cambridge. Actualmente es gerente de Desarrollo de Negocio en SunGreen, al tiempo que coordina el Grupo de Estudio de Energía Renovable Distribuida del Comité Argentino del Consejo Mundial de Energía (WEC).
— Córdoba analiza entrar al modelo de Generación Distribuida, pero por otro lado mantiene una Empresa Provincial de Energía integrada. ¿Conviven ambas realidades?
— Primero, no se puede defender algo así (integración vertical) porque la ley nacional lo que hizo en los ‘90 fue desregular eso. Vale decir, por ley no se puede sostener una integración vertical. Lo que es monopólico (como la distribución) no se puede integrar con generación. Por más que lo luchen, tendrían que cambiar una ley nacional que es estructural del mercado.
Si esa legislación llegara a modificarse por crecimiento y complejización del mercado, lo va a hacer en sentido contrario: hacia la desregulación del resto de los sistemas monopólicos (transporte y distribución). En un mercado que promueve competencia, una empresa integrada no es sostenible.
Por otro lado, en la definición de Generación Distribuida está el concepto de que se genere energía donde se consume. Eso otorga el derecho a generar al mismo consumidor. Por ende, si se otorga el derecho de generar su energía al consumidor pero, a la vez, se sostiene un esquema de integración vertical y se permite que las distribuidoras tengan todo el proceso desde la generación, entonces estamos frente a modelos diferentes. Uno es descentralizado y el otro centralizado.
— En el fondo comienza a surgir un problema de propiedad …
— Si uno escarba aguas abajo lo que va a encontrar, efectivamente, es que hay un conflicto con el tema de la propiedad. Porque cuando uno habla de Generación Distribuida lo que tiene que hacer es reconocer el derecho de los usuarios a desarrollarse con sus propios recursos y no depender de otros.
La sociedad tradicional y la legislación que forma la consciencia colectiva generan una economía donde unos dependen de otros, donde yo dependo de comprarle a otro la energía que me provee. Si ese punto medular no se ve a la hora de desarrollar la regulación para la Generación Distribuida se va a terminar creando algo así como un modelo disfrazado.
Esa es la razón, por ejemplo, por la que España tuvo fallas de mercado al implementar el sistema. Pasa que, en general, todos los Estados quieren controlar todo y la Generación Distribuida es más difícil que eso.
—Hoy la coyuntura energética de Córdoba es compleja porque recién está intentando darle racionalidad económica al sistema. De ahí a pasar a la Generación Distribuida, el salto parece complejo. ¿La legislación nacional ayuda a encuadrar a las provincias en ese camino?
—Bueno, en principio no es una ley genuina porque no aborda este hecho individual de que la persona genere y también comercie la energía que consume. No es estrictamente una ley de Generación Distribuida sino de autoconsumo.
Para comprender exactamente a lo que habilitó la Nación hay que entender que por un lado se aborda la parte del prosumidor (consumidor-generador) residencial a través de la ley Nacional de Generación Distribuida de Energía Renovable Integrada a la Red Eléctrica Pública. Con esa ley, el mercado residencial está reservado para las distribuidoras solamente y va a funcionar con un esquema tarifario según el cual el prosumidor le vende la energía a la distribuidora y la distribuidora la ‘netea’ en su factura al precio que a ella le cuesta comprarla en el Mercado Mayorista. Vale decir: la energía que vos generás como prosumidor no te la comprarán al precio que vos pagás como consumidor, sino que te darán un precio menor.
Por otro lado, la legislación nacional contempla el Mercado a Término de las Energías Renovables (Mater), vinculado al Mercado Eléctrico Mayorista, donde sí las reglas son de competencia. Este segmento está destinado a prosumidores de escala, a techos solares más grandes.
Para justificar estos dos esquemas, los reguladores hablan de cuestiones de jurisdicción y el corte está entre el mercado mayorista y el mercado de distribuidoras.
—No se entiende qué fin tiene tratar al prosumidor residencial bajo ese esquema injusto ¿Qué incentivo tendría para invertir?
—Bueno ese fue el gran dilema que vimos cuando se abordó el análisis de la ley a nivel nacional. La Generación Distribuida es un sistema descentralizado, el paradigma central es que el usuario tenga la capacidad de elegir a quien quiere venderle la energía. Cada vecino pone sus paneles solares y elige venderle a tal o cual empresa según sea el precio que le ofrecen.
De hecho, así sucede en algunos estados de los Estados Unidos y en algunos países de Europa, donde está abierto el mercado de la distribución y operan empresas que no tienen red eléctrica, pero ponen medidores y compran energía en el Mercado Mayorista y se la venden al usuario. Entonces compiten entre sí y con las distribuidoras.
En Argentina esa figura del comercializador no existe; están solo las distribuidoras y eso complejiza implementar la ley de prosumidores residenciales.
—¿Podría darse un escenario en el que la realidad empuje a la legislación y cambie esas distorsiones?
—Orgánicamente va a suceder algo así. La adaptabilidad de una ley depende de los intereses de hoy y de la conciencia que tengan hoy los que participan del mercado. No se puede poner de entrada todo lo deseable en una ley porque hay que transitar la etapa en la que los actores y la gente, en general, aprenden cómo funciona el sistema. Como se dice comúnmente, ‘se va arrimando el bochín de a poco’.
Hoy, la ley de Generación Distribuida no deja camino abierto para hacer los cambios, pero sí lo abren otras regulaciones como la del Mater, por ejemplo. Así como está pensada podría adaptase para que haya comercializadores en paralelo a las distribuidoras. Como se dice en el juego ‘a un ancho de espada, un ancho de basto’, y una ley puede matar a la otra. Es un camino de experiencia que irá evolucionando.