El terrible infortunio que derivó en la muerte de un jinete esta semana en la 55° edición del Festival de Doma y Folklore de Jesús María reactivó un fuerte debate público sobre esa actividad, que quienes la defendemos como un deporte no esquivamos, ni mucho menos. Siempre hemos mostrado predisposición a revisar procedimientos, aggiornar reglamentos y encarar todas las modificaciones que hagan falta para ofrecer mayor seguridad a jinetes y animales por igual, y achicar en todo lo que sea posible el margen para accidentes.
En el caso de la jineteada, en la provincia de Córdoba es considerada deporte, pero su nivel de inserción social y como tradición cultural a lo largo y ancho de todo el país va muchísimo más allá de lo que estipulan las leyes y reglamentos. Es parte de la idiosincrasia de nuestra gente, en un país que, como a muchos les gusta decir, se hizo de a caballo.
La jineteada es una actividad muy arraigada en el campo y debe verse también considerando ese contexto insoslayable, con una mirada que incorpore un mínimo de empatía o de interés por sostener las tradiciones que nos identifican. No es la jineteada una singular ocurrencia de los últimos 55 años en el festival, ni una práctica arcaica que vaya camino a la extinción.
Muy por el contrario. Cada fin de semana, se realizan en todo el país al menos 300 encuentros de jineteadas, a los que asisten decenas de miles de personas. Y estamos hablando solo de las reuniones declaradas y, por tanto, mensurables en la estadística. Seguramente a ese número habría que aumentarlo de manera considerable para acercarnos a lo que efectivamente ocurre en la realidad. No es una suposición, es un fenómeno social que ocurre cada fin de semana. Cada cual decidirá si elige ignorarlo o interesarse en él para ver de qué se trata realmente.
Reitero: la jineteada es un deporte. Un deporte de riesgo, sí, como muchos otros, que necesita una reglamentación y ajustar al máximo las condiciones para su desarrollo. Pero prohibirlo no es la solución. ¿Alguien imagina un ejército de controles recorriendo el interior del interior para prohibir las jineteadas en los pueblos? ¿Es practicable? ¿Tendría sentido? Yo creo sinceramente que no es el camino.
Y con esa mirada, presenté en la Cámara de Diputados de la Nación dos proyectos que tienen que ver directamente con esta temática. Uno integral, referido al Bienestar Animal (www.hcdn.gob.ar/proyectos/proyecto.jsp?exp=5195-D-2019), para ocuparnos en serio de la protección, y otro más específico, para regular el Espectáculo Público de las Destrezas Criollas (www.diputados.gov.ar/proyectos/proyecto.jsp?exp=5194-D-2019).
Los invito a leerlos sin dogmatismos, ni miradas teñidas por el fanatismo. Si actuamos con racionalidad y no generamos en este tema otra “grieta” de posiciones antagónicas e irreductibles, creo que podemos avanzar y lograr consensos mínimos. Mi voluntad va en ese sentido y estoy abierto a escuchar argumentos. Es posible (y diría necesario) regular la jineteada. Estoy convencido de que es con el aporte de todos que lo vamos a lograr.
Gabriel Frizza es diputado nacional (Juntos por el Cambio) y exintendente de Jesús María