El 21 de noviembre pasado vivimos el infortunio del fallecimiento del filósofo español Antonio Escohotado, a sus 80 años. Es difícil, en este siglo, encontrar un ensayista que haya abordado una variedad de campos tan amplia.
Frases iniciales para valorar: “El principal factor de desarrollo es el derecho”; “Donde reina la legislación y no el derecho, el país está subdesarrollado”; “El derecho es muy simple: los pactos se cumplen”.
Los enemigos de comercio. En su última y genial obra flota la disyuntiva entre libertad y seguridad: “Déjenme con la libertad que es la mayor seguridad posible”; “La libertad es el vértigo de lo abierto, de la incertidumbre y es, por lo tanto, el espacio donde se puede volar. Esto es, crear”. Lo lamentable es que históricamente comprobamos que las masas han comprado seguridad en desmedro de libertad, por miedo: a sí mismo, a lo que se puede lograr.
El libro es un exquisito viaje histórico donde el autor destaca, desde la Grecia antigua hasta la actualidad, a aquellos que promovieron el pobrismo o de los que leyeron en el sexto mandamiento “no comerciarás”.
El madrileño ya había destacado antes que Argentina y Birmania eran, curiosamente, los países más ricos del mundo, pero a nivel de desarrollo eran mediocres; al respecto “hay personas (países) que aún no han descubierto la alegría de cambiar de idea, de disfrutar del hallazgo”.
El estudioso español concluye en que su obra persigue el objetivo de dar elementos para que cada uno forme su propio juicio.
La alegría de cambiar. En el libro “Diálogo de conversos”, el escritor chileno Roberto Ampuero y el historiador Mauricio Rojas, también trasandino, dan cuenta del paso de sus ideales de izquierda hacia el liberalismo. El tránsito no es heroico -como el de Arthur Koestler-, pero es claro en la conversación que la ruptura con el comunismo les ha dejado una herida indeleble: están convencidos de que el precio no fue tan demencial como en el pasado, pero el vacío intermedio resultó lo más parecido a estar en el desierto, como un traidor y usando una máscara.
La catarsis es muy útil ya que desgrana el espanto comunista y concluye con el gozo de ser liberales. Como Tales y Escohotado (cuando queda a la espera del juicio del lector), quedan sumidos en la grandeza socrática. Si es que se sabe algo es que se sabe poco.
Una reflexión final del filósofo español, que seguramente guió a Rojas y Ampuero: “El miedo como temor al dolor futuro, origina al menos, dolor y miedo; no se debe ser temerario pero tampoco pusilánime”.
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