El disparador de esta nota fue una columna del conocido médico Carlos Presman en la FM 102.3 de los SRT, que tituló ‘la estrategia de la cuarentena’ y en la que relataba cómo un grupo de vecinos construyó esta comunidad “para acompañarse mutuamente”, en los momentos más duros del aislamiento social preventivo y obligatorio.
Decía Presman en su comentario, que una de las vecinas opinó que “la Gervasio Méndez no es una calle, sino una familia de vecinos que apostaron a esa estrategia que les permitió vivir y ser felices”.
El médico, férreo defensor de las medidas de prevención, acuñó también el ‘método Dibala’, por las primeras dos letras de distanciamiento, barbijo y lavado de manos.
En su relato también destacó, desde el festejo del cumpleaños de 15 de las mellizas Francisca y Morena Maldino, hasta la transversalidad del grupo: personas de +60, adolescentes y niños; empleados, estudiantes y profesionales; hinchas de River y Boca; creyentes y no creyentes; católicos y judíos y televidentes de C5N y de Jorge Lanata.
Así, dijo Presman, “descubrimos la vacuna que no es para el coronavirus, sino contra el miedo, la incertidumbre y la soledad”.
PERFIL CÓRDOBA dialogó con dos de los ‘gervasianos’, el arquitecto Diego Schmukler, director de la carrera de Arquitectura de la Universidad Blas Pascal, y Gustavo Maldino, director del Coro de Cámara de la Provincia, del Coro del Colegio de Arquitectos y del Coro Meridiano.
–Esto que hacen ustedes, ¿es la reivindicación de los vecindarios en los barrios?
Para Schmukler, “es recuperar esos ancestrales rituales de la comunidad que están más allá de las tecnologías, los formalismos, de las instituciones y que tienen que ver con el encuentro que en nuestro caso es la calle y que antes era la plaza, o alrededor del fuego, frente a las chozas”.
“Si bien había algunos vínculos previos –nos conocíamos– estos encuentros casuales se fueron haciendo más espontáneos y de repente nos juntábamos a charlar y así se convirtió en el remedio frente a la pandemia. Un remedio social”.
Maldino coincide y expresa: “A mí, esto me retrotrajo a aquella película ‘La guerra el fuego’ (Jean-Jacques Annaud, 1981) en la que un pueblo nómade descubre el fuego y se trasladan de un lugar a otro llevando las brasas cubiertas de cenizas para preservarlo. Ese elemento, tan importante, unía a los pueblos ancestrales, que se reunían alrededor de una fogata, cantaban, hacían ceremonias y contaban historias con las que transmitían la tradición oral a los jóvenes”.
Y recuerda que los vecinos ya se conocían y el 24 de marzo, el día de ‘Memoria, Verdad y Justicia’, salieron a aplaudir. “Otro día, con mi esposa, Cuca Becerra, profesora de canto, y nuestras hijas gemelas, Morena y Francisca, salimos y nos pusimos a cantar. Algunos vecinos son alumnos de Cuca, entonces ya fue como algo cotidiano salir a cantar; después algunos vecinos comenzaron a contar historias”.
“Lo que me llamó la atención es que estas reuniones aglutinaron a todas las familias, no solo a los adultos sino también a los hijos, a los chicos, y escuchar las historias de los más chicos, sus vivencias de recibir educación a distancia”.
Con una mirada más ‘arquitectónica’, Schmukler recuerda que esto pasaba en los pueblos o en los barrios como San Vicente, Alta Córdoba o Alberdi, y es algo que se había perdido. “A medida que aparecen estas distancias de las casas con respecto a las calles, estos famosos ‘retiros verdes’, también aparece la distancia social. Por eso son tan significativos estos encuentros nuestros porque obedecen a una frase: ‘Salgamos a la vereda’, que es salir de la casa, caminar unos metros hacia la calle. La cuarentena fue como el ‘disparador’ para hacerlos algo habitual y social”.
Maldino, en tanto, destacó que “se fue dando esto que es ancestral, que viene de muy lejos y se reprodujo aquí. Después se fueron sumando otros detalles, como una de las vecinas que hace tortas; Presman inventó el ‘atrapa tortas’, una caña con un tupper en la punta para recibir porciones de esas tortas; en Navidad, dos minutos después de las 24, estábamos todos afuera cantando y brindando bajo la lluvia”.
“Comenzamos a salir alrededor de las 8 de la noche, aplaudíamos a los médicos y trabajadores de la salud y a esa hora pasaban los recolectores de residuos, entonces los aplaudíamos a ellos también, como esenciales que son”.
–En algún momento se va a superar la pandemia. ¿Esto continuará?
Schmukler: “Qué pregunta. Yo me la hago permanentemente. No soy ni optimista ni pesimista, pero a veces los seres humanos nos hacemos ilusiones que no se corresponden con la realidad. Hay algo muy lindo en el grupo que ha superado las grietas y que se ha convertido como en una familia; acá hay algo que tiene que ver con la cercanía física, todos vivimos en esta calle y, como soy arquitecto, lo miro desde esa óptica: ese espacio que nos une ayuda muchísimo. Seguramente, hay un montón de elementos que ayudarán a que sigamos encontrándonos, como cuando viene el verdulero todos los sábados, festejando los cumpleaños, saludándonos para las fiestas o interesados en la salud de alguno de los vecinos. Me imagino que seguiremos unidos por estas pequeñas cosas”.
Maldino: “Yo nunca había vivido algo así, es muy lindo porque se construyó una nueva sociabilidad; cosas que ahora no se cuentan en las familias y acá se contaba todo, y hablábamos todos sabiendo que somos distintos y con edades diferentes. Se democratizaron las charlas”.
“Hay de todo, algunos con pensamientos progresistas, otros que piensan distinto y, por supuesto, se aceptan las diferencias, hay bromas, cargadas, pero con absoluto respeto. No hay desencuentros ni grietas. Estaría bueno que sigamos haciéndolo para juntarnos y mirarnos a los ojos, para darnos cuenta que nos hace bien”.
Las familias ‘gervasianas’
-De la Merced
-Maldino
-Maldonado
-Presman
-Scerbo
-Schmukler