Los Esteros del Iberá son algo así como uno de los destinos nacionales que, al menos una vez en la vida, hay que visitar.
Naturaleza en estado virgen, la belleza feroz de la selva, la inmensidad abrumadora de las aguas del Paraná antes de llegar a Yacyretá y una fauna tan diversa y abundante como encantadora, conforman el paisaje que se presenta ante los ojos no bien se pone pie en tierra.
Llegamos a nuestro alojamiento, Puerto Valle Hotel de Esteros, pasado el mediodía y luego de acomodarnos en nuestras suites, un frugal y exquisito almuerzo, una charla introductoria y a internarnos en la vigorosa naturaleza de la zona.
Una primera aproximación se hace en una caminata por la frondosa selva que rodea el casco del hotel, acompañados por Hernán, lugareño, guía ilustrado y excelente cebador de mates.
Primer objetivo: a la caza (con cámaras fotográficas, se entiende) de los monos carayá o aulladores.
A poco de andar los encontramos, hábilmente mimetizados y escondidos entre las ramas de los altos árboles y en parejas, el macho negro y más grande y la hembra marrón y de menor tamaño.
No son agresivos, tampoco muy amigables y sí bastante curiosos. Se dejan fotografiar mientras comen o simplemente observan. Eso sí, hay que tener cuidado con su humor, porque si les molesta la presencia de intrusos, descargan sus heces sobre ellos. Esto dicho sin eufemismos: hay que estar atentos para esquivar los ‘misiles’ que vienen desde lo alto.
Uno de los miembros de la excursión no fue lo suficientemente rápido y recibió una de las ‘bombas’ en su hombro. Puedo decir que, a la vista de los efectos causados por el proyectil, nunca me sentí tan feliz de haber reaccionado a tiempo.
#vascoandariego
