La catástrofe humanitaria generada por la guerra entre Rusia y Ucrania aumenta con el correr de los días. Mientras los bombardeos rusos sobre las ciudades ucranianas son cada vez más intensos, miles de familias buscan refugio para salvar sus vidas. Las primeras estimaciones indican que más de dos millones de personas salieron del país tras el comienzo de la invasión rusa.
Entre la gran cantidad de países que están abriendo sus fronteras, se encuentra Israel, que en los últimos días recibió a cientos de ucranianos, muchos de ellos niños.
Débora Levy, oriunda de Tucumán, trabajó en Ucrania entre los meses de junio de 2021 y enero de 2022 como coordinadora en un campamento de niños huérfanos en las afueras de la ciudad de Dnipro, ubicada en el centro del país.
Luego retornó a Israel a fines de enero, con los rumores de guerra inminente sonando en el mundo entero y allí, por su experiencia previa, fue convocada por diversas instituciones locales que reciben a niños huérfanos ucranianos de religión judía.
En diálogo con PERFIL CÓRDOBA, Levy contó cómo es el trabajo que están realizando en estos días tan duros para el mundo entero: “Durante mi estadía en Ucrania tuve la posibilidad de trabajar con un grupo grande de niños de tres orfanatos distintos. Había un grupo de Odesa, otro de Zytomir y otro de la ciudad de Dnipro. Fue un trabajo que quería hacer desde hace varios años, pero tuve que esperar hasta la mayoría de edad”, cuenta la joven tucumana quien explicó, además, que tras la caída del Muro de Berlín y el desmembramiento de la Unión de República Socialistas Soviéticas (URSS), muchas familias padecieron los embates económicos y también sociales de esta situación, lo cual explica en parte la alta cantidad de orfanatos que existen en Ucrania.
“En un centro comunitario cercano a Jerusalén, comenzaron a recibir niños de algunos de los orfanatos con los que yo ya había trabajado y me ofrecieron sumarme a la tarea que están realizando”, agregó Levy.
“Hasta ahora, donde estoy, hemos recibido más de 50 niños, los cuales llegan muy traumados, muy asustados. En estos días salí con algunas niñas a pasear para que se distiendan y me contaban que en el tren donde venían era impresionante la cantidad de gente que cargaron. En un camarote destinado a dos personas, venían 10 o más. También me decían que en una cama dormían con otros cuatro o cinco niños. Además, en el viaje en tren varias veces tuvieron que tirarse al piso cuando escuchaban los disparos o los bombardeos”, relató.
“Los niños llegaron muy asustados. Me impactó que a algunos de ellos les preguntamos cómo se sentían y nos contestaron: ‘libres’. Fue algo muy duro todo lo que han vivido en Ucrania y aún más, estos niños que ya tenían una vida con muchos traumas previos a la guerra”.
Levy aclara que no todos los niños que llegaron a Israel son huérfanos, muchos de ellos debieron alejarse de su familia, ya que sus padres o no pudieron salir o algunos se quedaron combatiendo el avance de los rusos en suelo ucraniano.
Solidaridad. Uno de los aspectos que Levy destaca en torno a todo lo que está pasando en Ucrania son las inmensas muestras de solidaridad con los refugiados que llegan al país: “Hay muestras muy grandes de solidaridad con todos los ucranianos que arriban a distintas ciudades en Israel. En esta semana un negocio muy importante de Jerusalén abrió dos horas solo para la gente de Ucrania y les daban gratis toda la ropa que quisieran. Situaciones así se dan casi todos los días. Hay que tener en cuenta que ellos debieron abandonar rápidamente sus ciudades, sus casas y prácticamente no pudieron hacer ni las valijas. Apenas agarraron unas pocas pertenencias y así debieron abandonar sus hogares”, completó Levy.
En cifras. Según el último reporte de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), más de 2,15 millones de personas salieron de Ucrania tras el comienzo de los ataques rusos. Más de la mitad de estos refugiados se encuentran en la vecina Polonia, a cuyas fronteras han llegado casi 1,3 millones de ucranianos, mientras que 203.000 huyeron a Hungría, 153.000 a Eslovaquia, cerca de 100.000 a Rusia, 85.000 a Rumanía y 82.000 a Moldavia, según la agencia de la ONU.