La independencia de Uruguay, en 1828, le fue impuesta por decisión de Brasil, Gran Bretaña y la Provincia de Buenos Aires. El primero, iba perdiendo la guerra terrestre con las Provincias Unidas, el segundo quiso un estado tapón entre los dos grandes y Buenos Aires estaba quebrada y necesitaba las tropas para combatir a los federales.
El sentimiento de pertenencia a las Provincias Unidas fue una constante en los militares, políticos y pueblo uruguayo hasta la presidencia de Venancio Flores. Tanto es así, que al cabo de la gesta libertadora de los ‘33 Orientales’, el 25 de agosto de 1825 en el Congreso de Florida, declaró la independencia del territorio oriental del Reino de Portugal y, a la vez, su voluntad de volver a formar parte de las Provincias Argentinas.
Sin embargo, hubo un personaje importante con una actitud ambigua al respecto: José Fructuoso Rivera, apodado ‘Pardejón’. Desde 1816, con la invasión luso-brasileña a la Provincia Oriental, Artigas, siempre en desventaja, llevó una guerra defensiva. En 1818, Rivera fue el único oficial notable que no se pronunció en contra de Artigas, por lo que éste lo empoderó. En 1820, celebró un armisticio con el portugués Bento Ribeiro, pacificando la provincia a cambio de que a él se lo reconociera como comandante de la campaña. Como forma de convencer de su lealtad, en una carta de 1820, se ofreció a ‘ultimar’ a Artigas. En 1821 formó parte del Congreso Cisplatino que convalidó la anexión de la provincia a Portugal, cuando ya revistaba a las órdenes del Vizconde Lecor. En la campaña de los ‘33’, lo más probable es la versión de que, hecho prisionero por Lavalleja, debió unir su tropa al ejército libertador. En la guerra de 1825-1828, permaneció inactivo un tiempo hasta que abrió un segundo frente reconquistando las Misiones Orientales; tanta desconfianza originaba que, ante una posible traición, Lavalleja lo combatió desde la retaguardia.
Opino que su idea de las Provincias Unidas, se reducía a la Patria Grande del Congreso de Oriente (1815): las Misiones Orientales, la Mesopotamia, Córdoba, Santa Fe y la Banda Oriental. Lo disculpa, parcialmente, la permanente hostilidad de Buenos Aires.
La historia oriental pretende justificar su acomodaticia actitud con brasileños, portugueses, franceses, unitarios y federales: “hizo lo posible para mantener el cuerpo de Dragones uruguayos”; lo cierto es que cuando fue apresado por los ‘33’, comandaba 70 hombres.
Fue llamado ‘Pardejón’, no por su condición de pardo, si no por su semejanza con el macho to- runo, traicionero y obcecado.
‘Don Frutos’, o el ‘Gaucho Rivera’, fue, no obstante, generoso con el enemigo vencido y con los pobres, y un valeroso militar.
Pardejones recientes. El ministro de Economía, Sergio Massa, se refirió en enero pasado a Uruguay como un "hermano menor" del Mercosur, ninguneando a los orientales; por su parte Alberto Fernández acusó a Uruguay, en diciembre pasado, de “romper el Mercosur”.
"No somos países hermanos, somos gemelos que nacimos en la misma placenta", sostuvo Pepe Mugica desde el este; Borges, más al oeste, escribió antes: "Milonga para que el tiempo vaya borrando fronteras; por algo tienen los mismos colores las dos banderas".
Por eso, esta manifestación identitaria tan común y descomunal en el mundo debe ser custodiada de los pardejones, que la ponen en peligro, aún sin saber defender sus intereses propios.
Tanto me siento uruguayo siendo argentino, que preferiría que Gardel hubiera efectivamente nacido en Tacuarembó y no en Tolouse.