Conocer Lisboa fue una experiencia inolvidable. La capital de Portugal tiene un encanto especial y los portugueses también son especiales. Cuando se los conoce es casi inevitable hacer la comparación con sus “primos”, los brasileños.
Bueno, además del idioma tienen en común su gusto por la música, pero con cierta diferencia: en Brasil reina el samba, el forró, la batucada, todos ritmos que hacen mover los pies sin querer y que los brasileños bailan con maravillosa facilidad.
Los lusos (nativos de Portugal) son más serenos, sobrios, recatados y su música preferida es el fado, más nostálgica, romántica y que se escucha en silencio y con devoción.
En ese viaje a Lisboa conocí a un típico portugués, Luis Fonseca, quien nos acompañó en las recorridas por la ciudad y los alrededores. Él mismo se encarga de aclarar que no es guía turístico, sino alguien que conoce muy bien su ciudad y tiene algo para contar.
Luis (63) fue marino mercante durante ocho años y eso lo marcó: su rostro muestra los soles y vientos de muchos mares; su mirada ve más allá de las simples cosas, y su experiencia le sirve para desempeñarse con soltura con gente de distintos orígenes, desde franceses a japoneses, pasando por argentinos, chilenos y brasileños.
Por ejemplo, Luis nos dice, cuando vamos recorriendo las calles de Lisboa, “esa casa es de Madonna” y no te queda más remedio que ver la mansión rodeada de árboles, desde lejos, y pensar en la rubia cantante de Borderline.
Otra: cuando ve que uno es fumador (él también lo es), comenta distraídamente que iremos a almorzar a un restaurante donde hay un sector para fumadores. Y así, como al pasar, dice: “Se llama Bica do Sapato y los dueños son Catherine Deneuve y John Malkovich”.
Y si bien, prudentemente, evita hablar de política, en algún momento y en un aparte desliza sus críticas al modelo capitalista globalizador y expresa sus simpatías por el gobierno de centroizquierda de António Costa, que en 2017 alcanzó un crecimiento de casi el 3% de su PIB.