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Lucha contra la pandemia

María Teresa Iglesias: “Lo más importante fue no perder la humanidad con cada paciente”

La jefa de Kinesiología del Hospital Rawson comanda un equipo de 45 personas que día a día realiza un trabajo silencioso, pero clave a la hora de salvar vidas de pacientes. En mayo atravesó la pérdida de su padre de 86 años por Covid-19.

Equipo Kinesiología
HAY EQUIPO. Iglesias, de campera azul en la primera fila, junto a parte del equipo de Kinesiólogos y Fisioterapeutas del Rawson | Cedoc Perfil

Una de las tareas fundamentales a la hora de presentarle batalla a la pandemia de Covid-19 la llevan a cabo los kinesiólogos y fisioterapeutas. Allí, en las terapias intensivas, este grupo de profesionales trabaja de manera silenciosa en mejorar la capacidad de ventilación de los pacientes y luego en un escenario posterior, en su recuperación muscular.

María Teresa Iglesias, es jefa de Kinesiología del Hospital Rawson y comanda un equipo de 45 personas al que menciona una y otra vez. Es que la pandemia solidificó y afianzó los vínculos internos.

“Es un grupo muy humano y la llegada del virus permitió que lo que era un equipo de trabajo, se convirtiera en un gran grupo con fuertes lazos de amistad”, reconoce. Iglesias conoce la enfermedad de cerca. Además de atender a cientos de pacientes, de escuchar sus despedidas, compartir llantos y también lágrimas de alegría, le tocó sufrir en carne propia los embates del coronavirus cuando en mayo de este año se llevó a su padre.

En un alto de sus tareas, la profesional dialogó con PERFIL CÓRDOBA y narró parte de lo que vivieron durante este año y medio desde que comenzó la pandemia. “La kinesiología atiende a pacientes críticos y crónicos. En emergentología, desde el momento en que entuban a una persona, acompañamos todo el proceso evolutivo del paciente. Utilizamos técnicas de fisioterapia, principalmente para que pueda respirar mejor. Estas técnicas ayudan a mejorar la ventilación, la función pulmonar”, detalló Iglesias. “Además, estamos todo el tiempo tratando de que el paciente no pierda la tonicidad muscular luego de permanecer mucho tiempo con res pirador. Cuando el paciente evoluciona, llega el momento de extubarlo y allí comienza otro trabajo que es la rehabilitación motriz. Seguimos su rehabilitación post-Covid y acompañamos todo el proceso. Ayudamos a movilizar al paciente hasta que pueda hacerlo por sus propios medios. También se hace un trabajo muy importante en pacientes pronados.

¿Qué implica esa técnica?

—Pacientes pronados, principalmente implica ponerlos boca abajo, algo que se fue aprendiendo. Ayuda a respirar al paciente e incluye todo un trabajo muy físico, muy activo y muy en contacto con el paciente. Es un trabajo cuerpo a cuerpo.

Este contacto cuerpo a cuerpo implica muchos cuidados. ¿Debieron aprender a convivir con el temor normal que esa tarea puede generar?

—Al principio, había terror, miedo, no sabíamos como actuar porque no sabíamos las formas de contagio. Eso lo fuimos atravesando. En el hospital trabajamos con virus y bacterias desde siempre, por lo que teníamos experiencia. Sin embargo, tuvimos muchos compañeros con ataques de pánico, pero nos sobrepusimos. Somos un equipo interdisciplinario muy fuerte, muy unido, en el hospital y el servicio de Kinesiología es muy humano. Le perdimos al miedo con el paso de los días. Si bien continuamos con la utilización de equipos de protección personal, ahora tenemos un contacto igual al que tenemos con pacientes de cualquier otra patología. La vacunación ayudó mucho en este sentido también.

¿La cercanía al paciente también genera un acercamiento desde el costado humano?

—Sí, absolutamente. El acompañamiento que uno hace cuando al paciente lo van a entubar, es muy importante. El paciente se despide de este mundo muchas veces. Cuando se va despertando, te agradecen, lloran ellos, lloramos nosotros. Luego nos mandan cartas, videos, nos muestran su recuperación y eso para nosotros es lo más valioso, no perder la humanidad con cada paciente. Ellos son nosotros, nuestros padres, nuestras madres. Aquí nunca se bajaron los brazos. Fueron horas de trabajar de más, de capacitar gente que hacía mucho que no entraba en la terapia. No paramos nunca. Si nos llamaban a las 12 de la noche, estábamos. La gente nos traía almuerzos a veces, porque no teníamos tiempo de ir a buscarlo nosotros. Muchos hemos perdido familiares con Covid y seguimos trabajando. Yo misma perdí a mi padre de 86 años por esta enfermedad el pasado mes de mayo. Fue un momento muy doloroso, pero no queda otra que seguir y para esto fue muy importante el acompañamiento de mi equipo.

Trabajo en silencio. El trabajo de los kinesiólogos y fisioterapias no fue de los más visibilizados. Iglesias reconoce esta realidad y comentó que “se empezó a conocer nuestro trabajo por los pacientes. Ellos fueron quienes nos contaron cómo los ayudamos nada más y nada menos que a poder respirar”.

“Nuestro trabajo es en silencio y con mucha responsabilidad. Nos hemos sentido reconocidos principalmente por los pacientes y también por la dirección del hospital, que de vez en cuando nos envían alguna torta como regalito. Esta pandemia nos ha fortalecido como compañeros y también como amigos, ese es el costado positivo que destacamos de todo esto que atravesamos”, cerró la profesional.