El cineasta cordobés Mariano Luque, con tan solo 31 años, acumula un puñado de películas y una carrera promisoria. Nacido en Sierras Chicas, hace tres años y medio que vive en Buenos Aires. Mientras terminaba su licenciatura en Cine y TV en la Universidad Nacional de Córdoba, con su ópera prima, Salsipuedes, participó en 2011 de la Cinéfondation del Festival de Cannes. Cuando se convirtió en largo, la película fue parte de las selecciones oficiales de los festivales de Berlín y San Sebastián.
Hace unos días estrenó, en simultáneo, su segunda película de ficción, Otra Madre -que también pasó por el festival de Rotterdam y del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires (BAFICI)- y su primer documental, Los Árboles. En Otra madre, Luque filma la historia de la relación entre mujeres de clase media de distintas edades. Con Los Árboles se propuso contar una particular historia familiar. La descendencia de su abuelo Macías, quien tuvo 17 hijos -el mayor de 70 y la menor de 14- y que aparecen en el documental retratados desde una primera persona del fuera de campo. Las dos películas pudieron verse hace unos días en Buenos Aires y buscan salas para una distribución comercial nacional, que habrá que esperar.
La aparición de Luque, en el llamado por ese entonces nuevo cine cordobés, fue un cimbronazo. Salsipuedes, protagonizada por Mara Santucho –cantante de Los Cocineros– se ocupó con sensibilidad y sutileza de un tema hoy central en la agenda, la violencia hacia las mujeres. En diálogo con PERFIL Córdoba, el realizador valora positivamente el doble estreno: “Fue hermoso. Estábamos buscando sala para Otra Madre y hacía poco que había terminado Los Árboles; entonces Luciano Monteagudo - programador de la Lugones de Buenos Aires- me propuso cerrar con ésta el festival DOC el 18 de octubre y al día siguiente estrenar Otra Madre”.
–Llama la atención que siendo tan joven tengas tanta producción, ¿Cómo vas pensando los temas de tus películas?
–Van naciendo desde el propio proceso de hacer la película. Me interesa trabajar las películas como objetos: voy de lleno a los personajes, los lugares... Bien concreto. Por supuesto que en ese tránsito te vas dando cuenta que hay inquietudes que surgen, pero no sos tan consciente hasta que la terminás y llega la devolución de los espectadores.
–¿Cómo fue meterte con tu historia familiar en Los Árboles? ¿Quién era tu abuelo, que inspira el documental?
–Don Macías era mi abuelo materno, un personaje muy fuerte porque fue un paisajista muy reconocido, se encargó del diseño de la Plaza Colón, por ejemplo, entre muchos parques. Su mayor obra es el campo El Silencio, que está cerca del Pan de Azúcar, lo compró y lo forestó en los años 60. Era un tipo muy apasionado por la naturaleza y, además, tuvo 17 hijos. Los primeros 9 con mi abuela, y luego 8 con una segunda pareja. No lo conocí mucho y cuando muere, empiezo a conocer a los hijos de su segunda familia, con quienes no tenía mucha relación. Sobre ellos es el documental. Me encanté con eso y me acerqué a ellos a partir del cine. Muy de a poquito empecé a filmarlos, encontrando parecidos en los rostros con mi vieja. La mayoría son menores que yo, y me llamaba la atención de tener tantos pequeños tíos. Con esos elementos hice la película. Los restos de mi abuelo están enterrados en una urna, bajo un cedro en El Silencio, y la película trata sobre cómo sus hijos más chicos van a visitarlo y a recorrer el lugar.
–Hace más de tres años que vivís en Buenos Aires, pero seguís volviendo a filmar a Córdoba, ¿Por qué?
–Me interesa trabajar sobre las experiencias y las personas que conozco, con lo cercano. Soy nacido y criado en las Sierras Chicas, me parece natural filmar ahí. Es mi idiosincrasia, tengo incorporados los diálogos, las formas de ser.