Se ve que la pandemia, la inflación, la desocupación, el cierre de pymes o la inseguridad no son problemas suficientes para alimentar el debate electoral en estos días previos a las PASO. Tal vez los asesores de los candidatos necesitaban algo más sustancioso, algo que realmente despertara el interés de la gente y que promoviera la esperanza de una mejora en la situación del país.
Fue entonces que saltó lo de las fotos de la fiesta en Olivos por el cumpleaños de Fabiola Yáñez en plena cuarentena y monopolizó la discusión de ideas, con la posibilidad todavía no aprovechada de incluir la opinión de algún party planner sobre cómo debe ser la organización de un evento de este tipo en tiempos de pandemia.
Desde la oposición, esas imágenes desataron una competencia entre los postulantes por determinar quién realizaba el reclamo más vehemente. Abundaron las amenazas de juicios al presidente por traición a la patria, por haber machiruleado al culpabilizar a su esposa o por haber violado el derecho a la intimidad de Dylan, al exponerlo a semejante escarnio público.
Desde el oficialismo, las explicaciones empezaron con algo al estilo del “fue sin querer queriendo” o “mala mía”, y bien podrían haber concluido en que Fernández fue víctima de un hipnotizador macrista que lo obligó a romper el aislamiento social y a cantar el Happy Birthday con el barbijo como vincha, para iniciar luego un trencito al ritmo de canciones de Alcides, Ricky Maravilla y Lía Crucet.
La difusión de estas fotos se dio justo cuando el mundo asistía con embeleso a la salida de Lionel Messi del Barcelona y su inmediata contratación por parte del PSG francés, lo que alimentó la teoría conspirativa de que la no renovación del vínculo con el crack argentino era tan sólo una cortina de humo para tapar las repercusiones del cumpleañitos en la residencia presidencial.
Del otro lado de la grieta futbolística, hubo fanáticos de Messi que lanzaron la sospecha de que Iglesia Maradoniana podría haber filtrado las fotos de la reunión social en Olivos para opacar la magna recepción que le brindaron en París al recién llegado héroe del balompié.
No sabe muy bien en qué terminara este sainete, pero lo único seguro es que la incongruencia de Fernández logró el milagro de unir a todas las facciones internas de Juntos por el Cambio, que aunque más no sea por un rato dejaron de chicanearse entre sí y de disparar fuego cruzado contra Cristina.
Un dirigente local del Frente de Todos habría comentado en un grupo partidario de WhatsApp que estaba “chocho con la foto” y fue lapidado con insultos por sus compañeros, antes de que pudiese aclarar que la imagen a la que se refería era a la de los candidatos cordobeses por el FdT reunidos con Alberto Fernández en la Casa Rosada.
Y otra fotografía muy comentada esta semana fue una que está en el despacho del intendente de Marcos Juárez Pedro Dellarossa, quien tuvo allí la visita de los integrantes de la lista que encabezan Mario Negri y Gustavo Santos. La delegación iba a rendir tributo a esa ciudad donde se produjo la primera victoria de Cambiemos, pero Dellarossa ostentaba en la pared un cuadro con la figura de Juan Schiaretti, para que nadie se confunda… o para confundirnos del todo. Mientras algunos municipios peronistas ceden a las presiones del gobierno nacional, ciertos vecinalistas se comportan como las abejas: vuelan de flor en flor… pero siempre vuelven al Panal.
Por último, me llegó hace unos días el resultado de las primeras encuestas, que ubican con posibilidades a todos los nominados. Quizás esto los motive a ahondar en sus estrategias: Juez ensayará más insultos, Negri retará a Cristina a una partida de Scrabble y Caserio argumentará que Schiaretti es lo mismo que Macri, pero sin reposera. “Ellas”, por su parte, prometerán una y otra vez que van a defender a Córdoba en el Congreso, tal vez fomentando leyes que impulsen el consumo del fernet, la tutuca y el pan criollo. Si todos tienen chances, se generan expectativas de que aumente el porcentaje de votantes, por más que haya quienes digan que hoy el voto tiene menos valor que un billete de cinco pesos.
(*) Sommelier de la política