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OPINIÓN

Narcos, algoritmos y un par de tetas

El magíster en Teoría Psicoanalista analiza el último estreno de la plataforma Netlix sobre la vida de Griselda Blanco, conocida como la "madrina de la cocaína".

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SOFÍA VERGARA. La actriz colombiana caracterizada como su personaje Griselda. | CEDOC PERFIL

Aburrido, scrolleo una edición sabatina de El País bajo el tremendísimo sol de enero. Entre muchas opciones, elijo una nota con un título creado para el clickbait, “Sofía Vergara: ‘Mis tetas me abrieron todas las puertas, pero sigo dentro porque no temo al riesgo y trabajo como nadie’”. En ese momento, me entero de que es la nueva productora y protagonista de Griselda, la serie de Netflix sobre la reina de la cocaína que no esperó a Pablo Escobar ni al cartel de Medellín para importar cocaína a granel a los Estados Unidos.

Pienso que las series de narcotraficantes maridan muy bien con la cultura algorítmica, es una evidencia abundantemente explotada por plataformas cuyo catálogo en la actualidad permite recorrer buena parte del mundo a través de estas biografías infames narradas con un afán más o menos documental.

Pero los narcos son una de las especies de esta ecología en la que conviven asesinos seriales, mafiosos, estafadores, terroristas, presidiarios y otras vidas que parecen dirigirse al mundo con la convicción de una bala a la batalla. Griselda Blanco combinó una enorme capacidad de trabajo, talento, creatividad emprendedora, convicción y hasta cierta sensibilidad social con una violencia implacable que terminó por devorarla junto a casi todo su entorno y golpeó las historias de generaciones de colombianos.

Durante esa entrevista en el Four Seasons de Madrid, Sofía Vergara no sabe que en algunas semanas Griselda será vista por más de veinte millones de espectadores y encabezará las listas de popularidad de Netflix. Como sucedió con Catherine Zeta-Jones en Cocaine Godmother, las críticas en torno a que una mujer de sus características encarne a una cartagenera de metro y medio algo encorvada están listas para inundar los sitios web. Pero Vergara no sólo parece saber defenderse del mundo de hombres en el que, según relata, debió abrirse camino, sino también de la corrección política; uno de sus hermanos fue asesinado a tiros en Bogotá en la década del ‘90 y otro arrestado en más de treinta ocasiones, en ambos casos las drogas tuvieron mucho que ver.

Aunque hoy se produzcan en cada rincón del planeta, las series son un fenómeno de los Estados Unidos y su forma se mostró como la más adecuada para narrar el reverso del mito nacional construido por el cine de Hollywood. Con la llegada del siglo XXI, las series inclinaron el énfasis decididamente hacia los diferentes modos en que esta cultura, que desde hace décadas impregna el mundo globalizado, deja morir.

Abandonada por su padre, Blanco creció con una madre que se buscaba la vida en la prostitución en una zona pobre de Medellín, se refugiaba en el alcohol y con demasiada frecuencia golpeaba salvajemente a su hija. Su carrera como traficante se inició temprano y coincidió con lo que el escritor napolitano Roberto Saviano describe como el Big Bang del mundo moderno, la decisión de los cárteles de sustituir el tráfico de opio y marihuana entre Sudamérica y Estados Unidos por el de cocaína. La creación de la DEA y la “guerra contra las drogas” impulsada por el Gobierno de Nixon, completan los elementos con los que Griselda comenzó a escribir su nombre en la historia.

Produce vértigo pensar en la cantidad de personas que desde ese momento hicieron de la cocaína y sus derivados el elemento protagónico de su vida cotidiana. En las décadas siguientes, este tóxico también se mostraría eficaz para contribuir a la transformación de ejércitos de pobres en adictos y criminales. Para algunos, como Griselda, parece haber sido una respuesta ante su irrelevancia.

Luego de algunas décadas de historias de similares características, este objeto de la industria criminal permanece intacto y sigue mostrando enormes virtudes a la hora de producir las mejores cifras en los más diversos ámbitos de la cultura. En Griselda los dardos contra la cultura patriarcal y la crónica en torno a las dificultades que enfrentaron mujeres a uno y otro lado de la ley funcionan como aditivos de un momento fundacional del mundo moderno, el momento en que la cocaína comienza a insertarse en cada capa de la estructura social con su correlato de degradación y violencia.

Sigo pensando que me parece inaceptable unir los mundos de distancia que hay entre las puertas que abrieron las tetas de Sofía Vergara y las que en Griselda se destrozan a tiros, dinero y droga. La culpa es mía porque cedí a ese título, leí esa nota y luego vi de un tirón la serie. Le cuento todo esto por WhatsApp a una colega y amiga que nota que lo interesante del tema de las puertas es que Blanco sólo pudo utilizarlas para entrar mientras que Vergara también las usó para salir a contar una pequeña parte de lo que hay allí.

(*) Sub secretario de Cultura de la UNC