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CóRDOBA
ANA ARZOUMANIAN

"Para mí, el genocidio armenio significó nacer en Argentina y tener una conciencia latinoamericana"

La escritora, traductora, poeta y abogada llegará a nuestra ciudad el próximo viernes, en el marco del 108° aniversario del genocidio armenio. Nieta de sobrevivientes del genocidio, el eje de toda su obra está atravesado por la violencia estatal. Su último libro, ‘La guerra es un verbo’, nuclea una serie de artículos sobre la guerra e intenta dar un nombre al efecto devastador de las conflagraciones: la insensibilidad, la anestesia y el embrutecimiento vital para los sobrevivientes.

Ana Arzoumanian
ARZOUMANIAN EN CÓRDOBA. En el marco de las actividades por los 108 años del genocidio armenio la escritora presentará su libro ‘La guerra es un verbo’, el 28 de abril en la Biblioteca Córdoba. | Cedoc Perfil

Escribiendo artículos sobre la guerra de Armenia para su último libro, Ana Arzoumanian entendió que la guerra era un elemento unificador de casi toda su literatura.

Se dio cuenta además que la guerra no era sólo una confrontación de un pueblo contra otro con armas, sino que tenía que ver también con la manera en la que esos pueblos se desplazaban discursivamente y en cómo se pensaban, no sólo hacia el interior de cada pueblo sino también hacia el otro. 

Y descubrió que la manera de concebir la vida y la muerte no es la misma que se tiene en Occidente, que la diáspora, en este caso armenia que vive en Occidente, tiene otra idea de la vida, de la muerte y por lo tanto del territorio y de lo que una guerra puede ser.

–¿Cuál es la génesis del libro ‘La guerra es un verbo’?
–Se inicia en el tiempo de la pandemia, cuando el Covid era presentado por los políticos del mundo como la guerra contra el virus. En 2020, además, ocurre una guerra entre Armenia y Azerbaiyán que duró 45 días; aunque todavía no hay un acuerdo de paz firmado, están en cese de fuego. En ese momento Armenia perdió territorio y vidas humanas en medio de toda la pérdida que significó la pandemia. Esas dos cosas impulsaron a que yo escribiera artículos sobre la guerra de Armenia. Pero también hay artículos sobre la guerra en Italia, el exterminio de la Shoah (el Holocausto) y por supuesto también cuestiones sobre el genocidio.

–En 2010 hizo ‘Diálogo sin fronteras’, un documental donde establece un paralelismo entre el genocidio armenio y la dictadura, ¿qué puntos de contacto con ambos hechos pone de relieve ahí?
–Mirá, el mestizaje, que es parte de toda América latina y de Argentina, tiene como fundamento el cruce de diversas vías: europea, asiática y local. En ese mestizaje hay cuestiones sincréticas como la religión o la filosofía pero también sobre las violencias. El cruce es parte de nuestra realidad latinoamericana y de los pueblos armenios o judíos, donde el silencio, la muerte y la falta de cuerpos del genocidio armenio se suma al silencio, la violencia y la falta de cuerpos en la desaparición de la dictadura militar argentina. Me interesa ver dónde se juntan esas intersecciones.

–¿Qué significó para usted el genocidio armenio?
–Para mi vida particular significó haber nacido en la Argentina y que piense el mundo desde acá. Es un hecho absolutamente traumático porque justamente por haber existido eso, yo tengo una conciencia latinoamericana. Si no hubiera ocurrido, estaría quizás en la Turquía de hoy y sería parte de ese mundo. A la vez significó entender lo catastrófico desde muy temprana edad. Formé parte de una familia que hablaba del tema y fui a colegios armenios; desde pequeños nos entregaban ese material para construir memoria.

–¿Cómo recuerda su infancia?
–Fue una época en la que ese tema era el elemento primordial. Primero como niños y luego como adolescentes, estábamos con la idea de hacer algo con eso. Es como tener un elemento explosivo siempre entre las manos y no saber qué hacer. Claro, era para construir memoria pero a la vez implicó e implica un trabajo de compasión de parte nuestra. Y ese es un trabajo constante de esta tercera generación de armenios que somos. Mi lengua materna fue el armenio, aunque nací en Argentina. Mi generación fue la que nació en acá pero siempre soñando con una tierra que existía, que no existía, que no estaba en el mapa, que se desdibujaba.

–¿Ha estado allá?
–Sí, tres veces. Para filmar el documental y para presentar un libro de poetas armenios.

–¿Cómo está la comunidad armenia en Argentina?
–Es una gran comunidad, muy cohesionada pero siempre en torno al trauma, al genocidio y a la lucha. El trabajo sería que esa cohesión sirviese también para que la memoria se revitalice en términos de una cultura menos oscura. Ese es mi gran trabajo. Es lo que intento.

–¿Cree que en lo social hay un mayor conocimiento de lo que fue el genocidio armenio?
–Está desdibujada la cuestión pero mucha gente conoce a los armenios, muchas veces por la comida y porque es gente muy trabajadora. Pero quizás no tanto como la conciencia sobre la Shoah, que sí está muy establecida en las sociedades occidentales. Incluso no hay mucho conocimiento con lo que sucede en el presente con el Estado de Armenia. Creo que cada población está tan ensimismada que cuesta entender el drama del otro.