El pasado 25 de enero el amigo y colega cordobés Adrián Cragnolini (corresponsal de Cadena 3), nos dijo en Madrid: “Al hospital donde trabaja Rosa han entrados dos casos sospechosos de coronavirus”. Dos meses y medio después, España registra cifras catastróficas de víctimas de COVID-19.
Sin entrar a analizar si se tomaron a tiempo las medidas acordes para menguar las consecuencias de la pandemia, PERFIL CORDOBA quiso saber cómo es la lucha de los profesionales de la salud día a día, hora a hora, en un hospital de la capital española.
Quien nos cuenta esta historia de la hercúlea pelea diaria contra el virus es aquella Rosa del comienzo, la Dra. Rosa Fernández López, directora Médica del Hospital Universitario Infanta Cristina, de Parla, Madrid. Antes de la pandemia, el hospital tenía 158 camas, ocho de ellas en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI); ahora funcionan 240 camas generales y 22 en UCI.
Dice que “lo más duro llega a la hora de priorizar quién accede a las camas de la UCI y los respiradores” y que lo que se hace es “privilegiar la mayor esperanza de vida, pero que esa vida sea de buena calidad”.
“En el fondo –explica– es lo que plantea el protocolo (ver Protocolo para…), que tenemos que privilegiar la mayor esperanza de vida con una buena calidad de vida”. Y ejemplifica: “Imagínate que yo tengo un paciente de 80 años con una buena calidad de vida, sin enfermedades importantes, autónomo, puede salir de su casa, quizá vive solo, realiza las actividades físicas normales y a la vez, tengo una señora de 55 años, pero con esclerosis múltiple, que ya tiene limitaciones en su vida, tiene que caminar con bastones, no puede moverse sola, necesita ayuda y su esperanza de vida son quizás 10/15 años, y solo tengo una cama de UVI. Si tengo que priorizar, no lo hago por la edad sino por calidad de vida, que es lo importante. No porque tenga 80 años el primer paciente, va a tener menos probabilidades que la segunda, de 55”.
Ese es el criterio que se aplica en todos los hospitales. Hay cuatro niveles de priorización y dependiendo del estado del hospital de emergencia, habrá algunos con mucha presión asistencial que no tengan camas de UVI (unidad de vigilancia intensiva), “entonces se prioriza según los criterios 1 y 2 o el 3 y 4, que son los que peor nivel de supervivencia pueden tener y, por lo tanto, en situación crítica no entrarían nunca en terapia intensiva, pero en una situación normal sí”.
Estos criterios han sido calificados en el COVID-19 como los que se aplican en la “medicina de catástrofes o de guerra”. Pero, la atención sanitaria se debe seguir prestando con proporcionalidad y atendiendo a la justicia distributiva, asignando en forma adecuada los recursos sanitarios, que en caso de catástrofes son limitados.
“En consecuencia –advierte– lo más importante es la planificación antes de hacer el triage (método que permite organizar la atención de las personas según los recursos existentes y las necesidades de los individuos) en priorización de pacientes por parte de los gestores, como en mi caso que soy la directora Médica. No se puede hacer esto sin una buena planificación, para lo cual tienes que saber en qué escenario estás en cada momento y planificar para cada uno de ellos. Principalmente porque lo que puede ocurrir, y que nos ha ocurrido en este hospital, es que vas a ver un aumento de la demanda asistencial por parte de estos pacientes y una disminución de los recursos”.
Sin planificación previa, se desperdician los recursos y puede ocurrir que haya una pérdida inadvertida de vidas, porque hay gente a la que habría que tratar con mucha esperanza de vida y a la que no se puede atender porque se invierten los recursos en otras cosas.
–¿Qué ocurre con el COVID-19?
–Bueno, fundamentalmente es que inicialmente es un cuadro respiratorio, pero los más graves hacen un cuadro que llamamos de distrés (estrés que ocasiona un exceso de esfuerzo) respiratorio agudo que impide que el paciente ventile y necesite una ventilación mecánica en la UCI.
–¿Y qué efectos tiene en el paciente?
–Fundamentalmente una alta mortalidad y mucho nivel de secuelas. Por eso, este tipo de terapia intensiva solo se puede aplicar a aquellos pacientes que se pueden beneficiar de verdad y que puedan tolerar este gran distrés y elevada mortalidad, es decir, pacientes con poca patología, relativamente jóvenes, porque si no se van a emplear muchos recursos en pacientes con mala calidad de vida previa y que nunca van a salir adelante.
Protocolo para establecer niveles de prioridad
Esta guía fue elaborada por la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (Semicyuc) y la Sociedad Española de Medicina Interna (Semi) y establece cuatro niveles de prioridad:
- 1: pacientes críticos e inestables que necesitan seguimiento y tratamiento intensivo que no puede ser proporcionado fuera de la UCI.
- 2: pacientes que precisan monitorización intensiva y pueden necesitar intervenciones inmediatas. No estarán ventilados de forma invasiva, pero pueden presentar ‘altos requerimientos de oxigenoterapia’ con ‘fracaso de otro órgano’.
- 3: pacientes inestables y críticos, con pocas posibilidades de recuperarse a causa de su enfermedad de base o de la aguda; pueden recibir tratamiento intensivo para aliviar su patología aguda, pero también establecerse límites terapéuticos, como no intubar o no intentar la reanimación cardiopulmonar.
- 4: pacientes cuyo ingreso no está generalmente indicado, debido a un beneficio mínimo o improbable por enfermedad de bajo riesgo; pacientes cuya enfermedad terminal e irreversible hace inminente su muerte.
El protocolo señala: "Se priorizarán los ingresos en UCI de pacientes con prioridad 1 en aquellos hospitales que dispongan de dispositivos de cuidados intermedios, dejando estos últimos para los pacientes con prioridad 2. Mientras, en casos de crisis¡, los clasificados dentro de las prioridades 3 y 4 no ingresarán en Unidades de Cuidados Intensivos".
En este video, los médicos del hospital les dan las gracias a los pacientes y sus familias: