En un control policial de rutina realizado el 2 de noviembre, fue detenido en un vehículo con pedido de captura de la Fiscalía del distrito III turno 6. Cuando le pidieron la documentación, el conductor presentó DNI a nombre de Cristian Germán Pintos. Rápidamente los efectivos detectaron que el chasis del auto tenía numeración adulterada.
Puesto al tanto de la situación, el conductor habría intentado pagar una coima para que lo dejaran continuar su marcha. Ese ofrecimiento lo colocó tras las rejas y la semana pasada el fiscal Penal Económico Matías Bornancini dictó su prisión preventiva.
A la hora de escudriñar sus antecedentes, los investigadores encontraron que en realidad se trataba de Marcos Adrián Aráoz Sanz, de 37 años. Y que, además, tenía pedido de captura desde hacía dos años aproximadamente cuando, después de haber sido liberado por el juez federal Ricardo Bustos Fierro, se le perdió el rastro.
No solo vivía con dos DNI, sino que además mantenía dos familias paralelas, según cada identidad. De hecho, dos mujeres se presentaron como su pareja en la fiscalía provincial.
Cada capítulo de las causas en las que estuvo o está involucrado Aráoz Sanz es una historia en sí misma que termina entrelazándolo a hechos graves y, algunos también, resonantes.
La imputación que pesa sobre Aráoz Sanz en los tribunales federales es la de integrar una asociación ilícita que captaba a jóvenes de sectores vulnerables para transportar cocaína a Europa. Lo hacía principalmente en barrios San Vicente, Maldonado, Muller y San José. Su socio narco en la red era el colombiano Esteban Espitia, quien fue detenido en 2015 en Málaga, España.
Previo a ese operativo en el que también cayeron presos un joven que viajó desde Córdoba y una colaboradora de Espitia en Granada, el fiscal federal Enrique Senestrari conducía una investigación a partir de que se detectó que desde la cárcel de Bouwer, Aráoz Sanz lideraba la organización con un teléfono celular.
Su esposa Karen y su cuñada Ileana eran -según la investigación- las reclutadoras. Las “mulas” eran jóvenes, mujeres y varones, de escasos recursos. El fiscal Senestrari subraya que, a pesar de que varios de ellos fueron detenidos, se intenta probar que en realidad no fueron partícipes del delito sino víctimas por su carácter vulnerable. De hecho, en los primeros operativos fueron apresadas las dos mujeres en Córdoba, tres personas (entre ellos el líder colombiano Espetia) en España y una mujer en Panamá.
Bionda. Cuando la justicia detectó que Aráoz Sanz comandaba la organización con las teclas de un teléfono móvil, él se encontraba detenido por un resonante caso de secuestro extorsivo. El de Eugenio Bionda, socio de Antonio Lo Cascio, dueño del boliche Palmira, un caso que generó esquirlas políticas por la participación del excomisario Rafael Sosa en aquel operativo, tildado de irregular.
Araoz Sanz fue juzgado por ese hecho y terminó exculpado junto a Pablo César Heredia Medina. El Tribunal Oral Federal 2 los absolvió por el beneficio de la duda en noviembre de 2016. Las celdas que detectaron comunicaciones de ambos no coincidían con el lugar por el cual se movieron los secuestradores. Ante esa circunstancia, los jueces resolvieron exculparlos. La sentencia quedó firme.
Excarcelación. Coincidentemente con ese fallo que lo benefició, el juez Bustos Fierro resolvió el cese de prisión en el caso de trata vinculado al narcotráfico. El fiscal se opuso y la Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba en julio del año pasado revocó la excarcelación. La defensa oficial de Araoz Sanz -a cargo de Jorge Perano- recurrió a la Cámara de Casación Penal que el 13 de octubre de 2017 confirmó la decisión por la cual Marcos Aráoz Sanz debía volver a prisión.
Lo hizo atendiendo a la gravedad del delito por el cual estaba imputado: “una asociación ilícita destinada a organizar el tráfico de estupefacientes desde América Latina hacia el continente europeo, valiéndose para ello, por lo general, del aprovechamiento de jóvenes de escasos recursos económicos, bajo nivel de instrucción y extrema vulnerabilidad, contexto en el cual se le atribuye (…) la captación y posterior explotación de víctimas en el transporte al extranjero de material estupefaciente”. A esa altura, ya se había perdido el rastro de dónde podría estar y adquirió la calidad de prófugo.
Estetica. Un rasgo distintivo en el proceso de captación de esas personas era el “trabajo” de mejoramiento físico. Les hacían dentaduras nuevas, les teñían el pelo y les entregaban ropa de marca para emular turistas de alto poder adquisitivo que viajaban a Europa para, en realidad, transportar valijas con drogas.