La reciente visita de Alberto Fernández a Milagros Salas acarreó grandes críticas de los medios masivos de comunicación por el gesto paternal del Presidente para con una persona condenada y símbolo de la corrupción kirchnerista.
La dirigente social cuenta con siete causas penales y una con condena firme. Su causa más grave es conocida como “Pibes villeros”, donde fue condenada en doble instancia como jefa de una asociación ilícita que defraudó al Estado y llevó adelante distintas extorsiones.
La excusa de la visita presidencial fue la internación hospitalaria de Salas, lo cual llevó a suspender la agenda presidencial con una urgencia inusitada e inexplicable, ya que, como quien diría, no era algo de vida o muerte.
Por supuesto, el tema de salud posee un gran peso emocional para todo argentino post Covid-19, en donde inevitablemente se relaciona el actuar personal de Alberto Fernández con las medidas largamente abusivas de confinamiento obligatorio para todos los ciudadanos de pie menos para él, quien además cometió un delito penal por el cual pagó para no ser condenado, en contraste con los fatalmente inolvidables casos de Lara Arreguiz, Abigail o Solange Musse, entre otros.
Sin embargo, es necesario analizar el hecho intentando despojarnos de los sentimientos con el objetivo de ver el bosque y no el árbol. Existen dos aristas diferentes: el estrictamente jurídico y el gesto político.
Actualmente, la Corte Suprema se encuentra en revisión de las condenas por la causa “Pibes villeros”, entendiendo el Presidente que la sentencia, al no estar firme y, por el principio de inocencia que rige nuestro sistema legal, la misma no puede ser ejecutada o cumplida efectivamente mientras no resuelva el máximo tribunal el recurso extraordinario.
Por tal motivo, Salas debería quedar en libertad ya que la prisión domiciliaria sería en realidad un exceso de la prisión preventiva por haber transcurrido el plazo máximo legal y al no encontrar fundamento legal en la “peligrosidad procesal” de un hecho ya investigado (no hay nuevas pruebas para aportar o custodiar en el caso).
Pero esta interpretación no es unívoca ya que la firmeza de una sentencia, entendida como ausencia de recursos pendientes, puede ser insostenible en tanto los procesos judiciales pueden durar décadas y, por ello, para autores como Pérez Barbera “la Constitución, para que quede desactivada la presunción de inocencia, exige que la culpabilidad sea declarada, no ratificada”, es decir que ante una sentencia condenatoria debería cumplirse la pena de prisión pese a que existan posibilidades recursivas pendientes.
Gesto político. Sin embargo, el procedimiento judicial que critica el Presidente no es anormal, por ejemplo en fallos contra los militares por delitos de lesa humanidad: algunos imputados superaron con creces el máximo legal de prisión preventiva antes de condena firme, sin embargo se justificó desde el sector político y judicial. Si bien puede parecer excesiva la comparación no lo es, ya que en un Estado de Derecho todos los imputados se rigen por las mismas reglas y todos los ciudadanos somos iguales ante la ley, aun cuando el acusado sea el mismo diablo. Es decir, que si Salas es un “preso político” también lo serían los militares que cometieron delitos de lesa humanidad.
Por otro lado, el gesto político de Fernández en realidad no es tal: a Salas “le soltaron la mano” hace mucho tiempo atrás. Ella misma reconoció que nadie del gobierno nacional se preocupó por ella. Entonces, la pregunta es: ¿Por qué el Presidente de la Nación tuvo la intención de visitar a alguien por quien sería criticado obteniendo un decaimiento aún mayor de su imagen, es decir, casi un acto suicida?
¿Qué hay detrás? Milagros Salas, ¿puede ser otro chivo expiatorio de la enorme crisis económica? o ¿se tratará de una nueva arremetida contra la C.S.J.N. buscando ampliar el número de jueces que respondan a su espacio político?
Nos encontramos en presencia de la constante desestabilización de las instituciones de la República desde el mismo gobierno, en búsqueda de intereses egoístas y partidarios alejados totalmente de la realidad y de las necesidades de la gente.
Abogado, Magister en Derecho y Argumentación Jurídica. Escribano.