El pasado jueves 18 de enero se cumplieron tres años de la muerte del exfiscal Alberto Nisman. Con el objetivo de homenajearlo, la familia y su círculo íntimo organizaron una ceremonia religiosa en el Cementerio Israelita de la Tablada de Buenos Aires. El encargado de conducir el Iortzait, como se denomina al ritual que se realiza en el aniversario del fallecimiento de un ser querido en la tradición judía, fue Marcelo Polakoff, actual rabino del Centro Unión Israelita de Córdoba, quien viajó especialmente debido a la estrecha vinculación que tiene con toda la familia de Nisman. Polakoff, quien también fue el encargado de realizar el sepelio del exfiscal, dialogó con PERFIL CORDOBA y explicó que este año las sensaciones fueron muy diferentes.
“La ceremonia fue muy íntima. No hubo un acto formal como sí hubo en años anteriores y ese dato de por sí mismo es una consecuencia del hecho de que el reclamo que se había hecho en la calle en los primeros dos aniversarios ahora pasó al lugar donde tiene que estar, que es el lugar de los estrados judiciales”, remarcó el rabino. “Los reclamos de justicia eran porque la Justicia no funcionaba. Ahora pareciera que, a pesar de la lentitud y algunas dificultades que no son menores, hay algún esbozo de justicia, lo cual hizo que este tercer aniversario transcurriera principalmente por el lado de una ceremonia tradicional en el pueblo judío, como es el Iortzait por nuestros seres queridos”, agregó Polakoff.
—¿Acompañó mucha gente a la familia Nisman en este acto de recordación?
—No creo que llegásemos a 30. La idea de los presentes era estar junto a su mamá y sus hijas. La familia del fiscal es una familia muy chiquita a nivel numérico. Había algunos funcionarios presentes también allí, los cuales tuvieron cercanía con el fiscal Nisman durante su vida.
—A usted le tocó oficiar en el entierro del fiscal. ¿Fue distinta la sensación de justicia que se vivió en cada uno de los actos?
—Era otro contexto, totalmente distinto. Muy difícil por todo lo que había sucedido. Hoy cambió la situación. No es que el tiempo necesariamente cure, sino que lo que cura o ayuda a que cicatrice la herida, en este tipo de muertes violentas y tempranas, es el hecho de bajar el nivel de incertidumbre. En este caso aumentó el nivel de certidumbre de lo que pasó, está claro hasta a nivel judicial de que se trató de un asesinato y eso, a pesar del dolor, a quienes tenían un contacto cercano durante su vida con el fiscal, por lo menos les libera una gran cuota de duda y les otorga la certeza que tenían desde el primer día de que lo que ocurrió fue un crimen.
—¿Está más firme la sensación de que se puede llegar a hacer justicia en este caso?
—Es una sensación muy personal. Sabemos que seguimos viviendo en nuestro país, que tiene muchas bondades y bendiciones, pero también algunas situaciones que contradicen esas bendiciones y una de ellas es la impunidad en muchas causas. En este ámbito, la impunidad del atentado a la embajada de Israel en 1992 probablemente permitió la realización del atentado a la AMIA en el 94, cuya propia impunidad permitió el asesinato del fiscal que la estaba investigando. La impunidad es una deuda que tenemos interna entre los ciudadanos argentinos.
La muerte que sacudió a un país.
Natalio Alberto Nisman fue hallado sin vida en su departamento de la torre Le Parc, de Puerto Madero, el 18 de enero de 2015. Tenía 51 años y llevaba adelante la investigación por el atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), que en 1994 se cobró la vida de 85 personas.