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CóRDOBA
El humor al poder

Se fue al escote

27-9-2020-Ameri
AMERI. Adjudicarle el lapsus al estreno de un implante mamario parece más digno de “Poné a Francella” que del Congreso. | CEDOC PERFIL

No envidio para nada la situación de mis colegas, los asesores de imagen del (ex)diputado nacional por Salta Juan Emilio Ameri, que debieron recomendarle explicaciones para dar ante la prensa después de haber sido pescado in fraganti mientras intimaba con su pareja en plena sesión remota. A mí me ha tocado elaborar argumentos para justificar cobros de coimas, autoaumentos salariales, borocoteadas y hasta la utilización de barras bravas como seguridad en los actos, pero encontrar una excusa para lo que se vio por Zoom es más difícil que peinar a Santiago Cafiero. El resultado está a la vista: adjudicarle el lapsus al estreno de un implante mamario parece más digno de “Poné a Francella” que del Congreso de la Nación.

Sesudos analistas parlamentarios se pusieron a buscar antecedentes de algo por el estilo en las cámaras altas y bajas de Argentina y el mundo, y no encontraron nada similar ni siquiera en Italia, durante la época en que la Cicciolina ocupó una banca de diputada.

Pero no faltaron los chauvinistas que se enorgullecieron de que el planeta entero hable otra vez de nosotros, como en aquellos tiempos en que Diego Maradona era el embajador de la argentinidad. Justo ahora que Leo Messi viene en baja, aducen, Ameri nos devuelve al podio de los trending topics globales y confirma el mito del “latin lover”, que tuvo sus mayores exponentes criollos en Carlos Gardel, Isidoro Cañones y Piturro.

Casi tan irritante como la actitud del diputado salteño, fue la reacción condenatoria de algunos de sus compañeros de bancada, que en su afán de sobreactuar parecían los jurados de “Cantando por un sueño”. Después de los bloopers de Luis Juez y de Esteban Bullrich en esta modalidad de sesionar a distancia, Ameri ha colocado la vara muy alta y tanto en Diputados como en Senadores estiman que su marca será muy difícil de equiparar.

“Ni siquiera que nos pesquen fumando porro, tomando whisky o bailando zumba podríamos superar eso”, me reconoció un jefe de bloque, en una videollamada que compartimos mientras él se cortaba las uñas de los pies, envuelto en una robe de chambre.

En Córdoba, sobre que no faltan incendios, entró en combustión la interna de Juntos por el Cambio ante la posibilidad de que Gustavo Santos se postule como precandidato a gobernador por esa alianza en 2023, con el aval de Mauricio Macri. Al que más le ardió la… estratagema del PRO fue a Luis Juez, quien lleva tantos años soñando con gobernar la provincia, que ahora teme que más bien lo estén durmiendo. La UCR, por su parte, si sigue postergando las internas, cuando elija su postulante va a terminar dirimiendo entre el nieto de Mario Negri y el nieto de Ramón Mestre.

En el oficialismo provincial, los problemas de gestión se multiplican a un ritmo que ni Tony Manero sería capaz de seguir. Con el incremento sideral de los contagios de Covid-19, se impuso la necesidad de restringir las actividades entre las 20 y las 6 de la mañana, lo que podría desatar un sonoro cacerolazo por parte de los insomnes. Y como si el cuadro no fuese ya complicado, se espera que con la sequía el agua corriente empiece a emanar esos extraños olores a desinfectante de todos los años, que mezclados con la yerba y la peperina pueden convertir al mate en una experiencia parecida a la ayahuasca.

Para colmo, los hackers no tuvieron mejor idea que ensañarse con la web de La Provincia, a la que introdujeron mensajes ofensivos. En estos tiempos de virtualidad, quizás sea esta una tendencia que pueda propagarse como forma de protesta, en vista de que las manifestaciones callejeras entrañan un peligro para los participantes.

Plantar un retrato del mono Silvio en el sitio del ex Zoo de Córdoba para reclamar por el cuidado de los animales o el GIF de una cubierta quemada en la página de la Municipalidad como apoyo de la lucha del SUOEM, podrían ser algunos de las nuevas prácticas reivindicatorias. Más de cincuenta años después del Cordobazo, en vez de arrojar bolitas de acero al paso de la policía montada, los agitadores desparraman malware en las redes oficiales para mojarle la oreja al poder.