Cuando días atrás el gobernador Juan Schiaretti habló de sostener la autonomía provincial, nadie pensaba que de esa estrategia defensiva se pasaría al contrataque, con una velocidad que sería la envidia del Manchester City de Guardiola. Desde el propio gabinete cordobés surgió ahora la posibilidad de que el mandatario local se postule en 2023 a la presidencia de la nación, para hacerle probar a la ciudad de Buenos Aires su propia medicina. “Imaginate, los noticieros porteños tendrían que informar sobre los embotellamientos en el Camino a 60 cuadras y sobre el pronóstico extendido para Colonia Tirolesa y Guanaco Muerto”, se esperanzaban en el Panal.
Mientras en Nueva Italia rezaban para que esto finalmente impulse el ascenso de Racing, otra versión situaba a Schiaretti como vice de Horacio Rodríguez Larreta, una fórmula a la que los publicistas que identificaban a Macri como “Mauricio”, ya imaginan promocionada como “el Pelado y el Gringo”. Por su parte, el Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires disertó de manera remota en la Fundación Mediterránea y dijo que confía en que se logrará la unidad de la alianza opositora en Córdoba. “Con Luis Juez listo para armar lista propia y el radicalismo enfrascado en sus internas, más que Juntos por el Cambio deberían llamarse Unidos por el Espanto”, ironizó un periodista amigo.
Así como alguna vez fueron las retenciones, las expropiaciones, las absoluciones y las borocotizaciones las que profundizaron la grieta en Argentina, en este momento el debate sobre la educación presencial alimenta chicanas que, en algunos lugares, han derivado en guerritas con tizas y en bombardeos con avioncitos de papel. Los partidarios de mantener las escuelas abiertas sostienen que es imposible que los niños presten atención a las clases virtuales, a no ser que los docentes se disfracen de pokemones o rapeen su materia en el estilo de Nicki Nicole. En cambio, quienes insisten en cerrar los colegios afirman que, en clase, los chicos intercambian barbijos, se tiran alcohol en gel en los ojos y hasta le estornudan en la cara al profesor cuando está a punto de bocharlos.
Justo cuando esta discusión picaba en punta entre los trending topics, se anunció que el laboratorio argentino Richmond fabricará la vacuna Sputnik, una vez que en Rusia aprueben las muestras que le fueron enviadas. Para celebrar la novedad, el presidente Alberto Fernández retuiteó una caricatura en la que se lo ve a él y a Vladimir Putin vacunando a un gorila, aunque luego se arrepintió y lo borró. Que el pinchazo en el dibujo sea intramuscular y no endovenoso, le suma a la imagen un componente de humillación que, para algunas Asociaciones Protectoras, podría haber incurrido en el delito de “apología del maltrato animal”.
Otra que compartió algo en Twitter y después eliminó el posteo fue Susana Giménez, quien se hizo eco de un supuesto audio de Alberto Fernández que, en realidad, era falso. El hermano de la diva, Patricio Giménez, explicó que “ella no sabe manejar Twitter” y que “lo retuiteó sin querer”, una aclaración con la que no se sabe si la quiso ayudar o si la pretendía hacer quedar como una señora mayor que no entiende de redes sociales. Sólo faltó que dijera que el error de Susana fue producto de los efectos colaterales de la vacuna que recibió en Uruguay, en la sala de un hospital donde habrían montado una gigantografía con un paisaje de Miami.
Me ha conmovido la congoja con que los adolescentes fanáticos de la play station asistieron en cuestión de horas al derrumbe de la ilusión de que por una vez hubiera de verdad una superliga europea. “No nos va a quedar otra que ver en la Copa Argentina los partidos de Sportivo Las Parejas, Atlético Camioneros o Crucero del Norte”, se resignó con lágrimas en los ojos el hijo de un amigo, aunque la irritación ocular no había sido causada por la tristeza, sino por las 48 horas seguidas que se pasó jugando al Fortnite. Al final, el acuerdo entre los grandes equipos del Viejo Continente duró menos que los pitutos que alguna vez puso en las calles Ramón Mestre.
(*)Sommelier de la política