Mientras se discute si la mejor vacuna es la china, la rusa, la de Oxford o la Pfizer, hay otra campaña de vacunación en ciernes que no solo no evitará la propagación del Covid-19, sino que probablemente haga que la temperatura corporal de los ciudadanos se eleve y que ponga a todos más calientes que motor de Fiat 600. Las tarifas, los precios, los alquileres, los impuestos, las prepagas, la telefonía y todo lo que estaba en el freezer desde marzo, empieza a ser descongelado de modo inexorable y uno siente que le encajan una intramuscular sin siquiera haberle pasado antes el algodoncito con alcohol.
Prevenido de que esto podría traer consecuencias nefastas para el futuro de los oficialismos en el poder, el intendente riocuartense Juan Manuel Llamosas se apresura a dejar el domingo que viene en manos de las urnas su reelección, antes de que sea demasiado tarde para sus aspiraciones. Con el mismo empeño que él pone en regionalizar los comicios, desde el PJ provincial y nacional se busca amplificar este experimento, para tratar de instalarlo como el prólogo de las legislativas de 2021.
Más que la patada inicial de la campaña proselitista, el peronismo busca que esto sea un puntapié contra Juntos por el Cambio, al que se pretende lesionar y dejar fuera de combate. Retirado ya Fernando Gago, ahora los tapones de punta están dirigidos contra el postulante radical Gabriel Abrile, quien debió digerir la expulsión de uno de sus asesores por anacronismo explícito.
El municipio de la capital de la Provincia, por su parte, consiguió finalmente llegar a un acuerdo salarial con el Suoem, algo que parecía más difícil que aplicar el VAR. La intendencia y el sindicato sellaron la paz luego de batallas campales en las que algunos manifestantes fueron imputados por agredir a un verdulero. Y si bien el comerciante sufrió una golpiza, los atacantes se cuidaron muy bien de no causar daños a la mercadería, porque con lo que cotiza la verdura no les hubiera alcanzado ni vendiendo toda la pirotecnia que almacenan para reparar esa destrucción.
Este episodio de las guerras suoémicas se cierra tras meses de un tira y afloje que arrancó cuando la cuarentena quería ser estricta y que concluye cuando las restricciones se han aflojado como queso de pizza. Semana a semana, se irá permitiendo la circulación de mayor cantidad de personas por las rutas cordobesas, sobre todo para mitigar la nostalgia por los embotellamientos de los fines de semana. Harta de purgar una existencia remota, la gente se desespera por vivenciar otra vez en persona el tronar de los estéreos a la orilla de los ríos, el desembolso de cifras escalofriantes por el estacionamiento en los balnearios o las disputas cuerpo a cuerpo para ocupar una sombra bajo los sauces.
Quienes se han dado cuenta de que ya no hay forma de pegarle más parches a la Pelopincho (porque, al igual que la esposa de un amigo, por más que la cuiden se raja igual), empiezan a cotejar los valores del alojamiento en la sierras. Con termos llenos de alcohol en gel y paneles de acrílico en vez de reposeras, estos turistas arribarán a los parajes más codiciados de la provincia, donde los esperan con la misma ansiedad con que Lautaro Martínez aguarda que alguna vez Di María le tire un centro. En tanto, en la Costa Atlántica, temen que los bañistas no se animen a meterse en el mar por miedo a que los agarre “la segunda ola”.
En simultáneo con la nueva fórmula de movilidad jubilatoria, tan inentendible como los torneos que organizó la AFA, el gobierno nacional trató de equilibrar la balanza mediante el proyecto de ley que establece el aporte extraordinario de las grandes fortunas. Por supuesto, lo que realmente interesa es la letra chica que determina a qué se considera una “gran fortuna”, porque en el Congreso se oyeron voces que señalaban como los más afortunados al marido de Scarlett Johansson o a la novia del “Negro de WhatsApp”. “Después se enojan porque llevamos la plata a los paraísos fiscales”, se quejó un financista que en los cabarets de Panamá es más conocido que Don Abraham.