Pertenece a una generación de macroeconomistas sofisticados, con un análisis profundo y sistémico de la realidad. Jose Luis Machinea supo lo que es lidiar con grandes crisis, negociar con el FMI, manejar política monetaria y también el diseño productivo del país. Se define como un radical dispuesto a defender a la Coalición Cambiemos, pero también a discutir con el PRO políticas alternativas. PERFIL Córdoba dialogó con él a su paso por la provincia, donde participó de las 51ª Jornadas de Finanzas Públicas, que organizó la Facultad de Ciencias Económicas (UNC).
-¿Por qué no se logra desacoplar la evolución del dólar de la que lleva la inflación?
-Por nuestra historia. La percepción que tenemos los argentinos es que si el dólar se mueve los precios van a aumentar; si la inflación aumenta pensamos que hay que acudir al dólar como instrumento de refugio de los ahorros. La única manera de romper esa relación es a través de años de estabilidad. En los últimos setenta años, solo pasó durante la convertibilidad; pero, claro, la salida de la convertibilidad fue tan traumática que volvimos a asumir esa relación entre aceleración inflacionaria y dólar. La única manera de superarlo es de una forma gradual; va a demorar un tiempo y, por eso mismo, la economía es más endeble que otras.
-Hay gran temor por el traslado a precios de toda la devaluación acumulada. ¿Será así?
-En esta coyuntura, el pass through a precios es menor porque hay mucha recesión, entonces no hay mayores márgenes para remarcar. El extremo de esta situación fue lo que pasó en el 2002 con la salida de la convertibilidad. Entonces, el dólar saltó de $1 a $3, casi el 200%, y ese año los precios no aumentaron más del 40%. En situaciones traumáticas no hay tanto traslado a precios. La actual no es una situación traumática como aquella pero sí hay recesión; los precios están subiendo pero a un ritmo bastante menor que la devaluación.
-Aunque suene una ‘herejía intervencionista’, ¿no se podría aplicar algún sistema de control de precios?
-Yo prefiero llamarlo acuerdo de precios. Sirven para periodos limitados, porque la verdad que controlar todos los precios de la economía es una tarea difícil. Se pueden hacer concentrados en las grandes empresas y por poco tiempo. Ese tiempo es el que se requiere, a veces, para cambiar las expectativas, nada menos.
Ocurre que hay ciertos instrumentos que durante el kirchnerismo se prostituyeron. Por ejemplo, si uno habla ahora de acordar precios, de inmediato se piensa que vuelve (Guillermo) Moreno. Nos vamos siempre a los extremos. No se puede estigmatizar todos y cada uno de los instrumentos porque se usaron mal en el pasado. Yo pondría, por ejemplo, un plazo de tiempo para que los exportadores liquiden sus operaciones, ahora no hay ninguna restricción; e incluso fijaría un límite para la compra de dólares por más de dos millones. En esta coyuntura, por qué no recuperar esos instrumentos.
-En esta línea de intervención, ¿cómo ve un crawling peg en el frente cambiario?
-Yo creo mucho en los resultados del crawling peg, pero Argentina tiene una coyuntura tan especial, que hoy urge estabilizar el dólar, al menos por dos o tres meses. Cambiadas las expectativas, entonces sí se puede aplicar la banda cambiaria para no volver a caer en el error de dejar atrasar el tipo de cambio, como hizo este Gobierno en el 2017. Ese fue un error que terminamos pagando muy caro. En paralelo, hay que seguir por el camino de la reducción del déficit fiscal y hacer algún tipo de acuerdo de precios.
-¿Qué pesa más hoy: la herencia o los errores del actual Gobierno?
-La herencia recibida fue y sigue siendo compleja por la distorsión de precios relativos. Se heredó un nivel de gasto público record del 42% del producto, que posiblemente no sea sostenible en el mediano plazo porque no hay manera de financiarlo. También se heredaron la distorsión del precio de las tarifas y la del tipo de cambio. El Gobierno actual comenzó a corregir todo eso, pero lo hizo, a mi modo de ver, de un modo un poco naíf porque pensó que todo se acomodaría solo. Ocurre que después de tal distorsión de precios relativos, volver a acomodarlos trae más inflación, necesariamente. Hubo una declaración del ex presidente del Banco Central, diciendo que “el aumento de tarifas no generaría inflación”; argumentó que como la gente se quedaba con menos plata en el bolsillo, entonces compraba menos bienes y eso iba a hacer bajar los precios. Claramente, eso fue un error. Otro error fue el atraso cambiario, asociado al financiamiento con dólares del déficit fiscal, en una gran magnitud. El Gobierno creía que el tipo de cambio libre iba a arreglar esto cuando sea necesario, subiendo… y sí, subió el 40%. Cuando eso ocurre en la Argentina, todo el mundo se asusta. No estamos en Estados Unidos.
-Hoy el Gobierno habla de la necesidad del ajuste; pero, la gente quiere saber cómo se va a crecer.
-El crecimiento, es imprescindible. Si no crecemos no hay ninguna chance en este país. Para crecer se necesita no solo liberar precios y establecer las condiciones macro, sino generar políticas productivas. Eso requiere algo que se puso de moda nuevamente en el mundo -aunque en Argentina no- que es que el gobierno defina los sectores productivos con mayor potencial y dar incentivos. Lo hizo Chile, identificando nueve sectores en los que son competitivos, crearon clusters y apostaron a la innovación. Eso de decir ‘yo no me meto, que defina el mercado’, cuando uno mira al mundo, no es tan así. Por lo tanto, ahí hay margen para hacer cosas un poco distintas. Se trata de tener un proyecto de desarrollo, de saber qué vamos a priorizar y poner el énfasis.
-¿Y cómo se hace para que ese crecimiento sea inclusivo?
-Hay un concepto muy relevante que es el de la cohesión social. Para que la gente se sienta parte, hay que mejorar la distribución del ingreso, hay que reducir la pobreza, pero también entra en juego la Justicia. Si la gente percibe que el juez siempre falla a favor del poderoso se siente ciudadano de segunda y no hay cohesión social posible. Si no se termina con la discriminación, con la corrupción, si no se garantiza una Justicia más independiente, además de la equidad en la distribución del ingreso, será difícil crear cohesión social para tener un país unido.
¿SOBREVIVIRÁ EL PESO A TANTA CRISIS?
A pesar de la pax cambiaria que se afianzó en las últimas semanas, la vulnerabilidad del peso aún es muy alta. Tanto que las opciones de convertibilidad, dolarización y bimonetarismo salieron a escena, en voz de expertos nacionales y de funcionarios de la Administración Trump.
-¿Tiene chances de sobrevivir el peso?
- Yo creo que sí, ir a una dolarización es un despropósito. Es un atajo que, por breve tiempo, da un poco de tranquilidad; sin embargo, no se puede exponer a la economía argentina a un sistema tan rígido. Con la convertibilidad vimos lo que pasa cuando se entra en esa rigidez. Tenemos una economía que sufre permanentes shocks externos: suben los términos del intercambio, bajan los términos del intercambio; entran capitales salen capitales; Brasil devalúa y nos afecta… en fin, una economía así requiere tener cierta flexibilidad cambiaria y con una dolarización perderíamos esa herramienta. Yo no volvería a eso.
-¿Qué señales concretas hay que de que el actual camino es la mejor opción?
- Los últimos 15 días las cosas mejoraron. El desarme de las Lebacs se está haciendo de una manera razonablemente bien, más exitosa de lo que yo creía. Era un paquete muy grande de recursos que estaban esperando pasar de pesos a dólares, y eso el Central lo está haciendo bien.
Ahora también hay un programa para llegar a déficit cero que es equitativo, y eso reduce la presión sobre el Gobierno para bajar el gasto. En ese contexto y con la plata del Fondo, los rumores de default desaparecen. Estos son los primeros pasos para recuperar credibilidad y confianza, sin eso no hay nada. Pero, como digo: son los primeros pasos para luego ir a lo importante: pensar cómo hacemos para crecer, como diseñamos un proyecto para este país y que priorizamos para crear un sistema productivo competitivo. Eso es lo que hay para adelante.
“LA CORRUPCIÓN ES UN DESASTRE PARA EL PAÍS”
Machinea lidió con los factores de poder en la Argentina desde los diferentes roles que ejerció dentro de la estructura del Estado. Durante gobiernos radicales fue ministro de Economía, presidente del Banco Central, subsecretario de Política Económica y subsecretario de Programación del Desarrollo. También trabajó (y aún lo hace) desde el sector privado como consultor y fue director de Investigaciones del Instituto para el Desarrollo Industrial de la Fundación Unión Industrial Argentina. Conoce al poder del derecho y del revés. “Siempre supimos que en la Argentina había hechos puntuales de corrupción; se conocían actos corruptos, pero nunca de la magnitud que se destaparon. Hasta ahora no había ocurrido de un gobierno que tenga a la corrupción entre sus objetivos”.
-¿Cuál es el impacto que esto genera en el funcionamiento de la sociedad?
-Es un desastre para el país. Es un desastre por el comportamiento social que deriva. La gente piensa “los poderosos se llevan todo esto y yo que…”. Eso no crea unidad. Cuando hay semejante corrupción, la sensación de pertenecer a algo por lo cual todos peleamos, desaparece. Se diluye el objetivo de jugar todos el mismo partido y surge la percepción de que hay ciudadanos de primera, segunda, y tercera. Eso me parece terrible a efectos de alcanzar la cohesión social; y sin cohesión social no tenemos nación. De todos modos, no estoy de acuerdo con quienes dicen que si se elimina la corrupción, el país se arregla. El problema es mucho más complejo que eso.
“EL RADICALISMO PUEDE AYUDAR MUCHO”
-Usted es economista y también un político del radicalismo, que es parte de la Coalición Cambiemos. ¿Los escuchan dentro del Gobierno?
-El radicalismo puede ayudar mucho. Tiene una percepción sobre la sociedad que dentro del PRO no todos tienen. La UCR tiene alcance en todo el país y eso le permite palpar la situación social y política, lo cual es muy importante para hacer política económica. Creo que ahora nos escuchan un poquito más. Por ejemplo, con el caso de Aranguren, la presión que puso el radicalismo hizo que finalmente se fuera y eso resultó determinante en función de lo que pasó después. Si seguía se iban a aumentar las tarifas de gas hasta $6,60-$6,80 y ahora están a $4-$4,50 y se hacen contratos por todos lados. No había necesidad de aumentar las tarifas tanto. En ese tema el radicalismo aportó mucho.