Ofertas no les han faltado nunca. De Buenos Aires y del extranjero. Pero la banda –que transitó un largo camino hasta llegar a posicionarse como la Big Band del jazz local–, siempre quiso que Córdoba fuese reconocida como una capital del jazz (así como la icónica Nueva Orleans, París o Nueva York). Y detrás de ese objetivo, la balanza se inclinó hacia la ciudad que la vio nacer.
Arraigados a un estilo musical que empezó a partir de las improvisaciones que hacían los esclavos negros en el sur de Estados Unidos y que se convirtió en un ritmo del mundo, de la mano de músicos como Ella Fitzgerald, Mile Davis o Louis Armstrong, la Small Jazz Band le puso su impronta a este ritmo tradicional.
—¿Seguir en Córdoba ha sido una elección?
—(Francisco Castillo) Quedarnos aquí es una elección que hicimos hace mucho tiempo y que seguimos sosteniendo. Queremos abrir una puerta al jazz tradicional, que pase a ser algo importante en nuestra ciudad. Hay otros músicos que se dedican también al jazz, tal vez no con tantos años como tenemos nosotros, pero que lo hacen muy bien. Queremos instalar al jazz como algo característico, como lo es en tantas ciudades. Hoy el jazz no pertenece a ningún sector, a ningún punto geográfico. Y poder decir que en nuestra Córdoba –que tiene tantas tradiciones y que le ha abierto la puerta a tantas cosas que vinieron de afuera– el jazz tiene un lugar de preponderancia, es nuestro sueño.
—¿Cuál es la oferta que más los tentó?
—(Luis Alasino) Cuando estuvimos en Alemania nos ofrecieron (a Pancho y a mí) quedarnos tocando en bandas de allá, trabajar como músicos de jazz, lo que sería un sueño. Aquí cada uno tiene su trabajo y la banda es, en el mejor de los casos, una ayuda económica y en otros ni siquiera eso. Sí es una satisfacción la realización como músicos, pero económicamente nos hubiera convenido quedarnos allá.
—(F.C.) Las ofertas vienen a veces de otros países pero también las hemos recibido de Buenos Aires, una ciudad en la que en una época había muchas bandas de jazz con perspectivas y viajes al exterior. Nosotros ya hemos ido cuatro veces a Nueva Orleans y a Nueva York y hemos recibido reconocimientos y ofrecimientos allá. Porque en Nueva Orleans, por ejemplo, se preserva el estilo con músicos que llegan de muchas partes, no necesariamente con nativos. Muchos músicos de Nueva Orleans han abandonado el estilo de jazz tradicional, entonces este está en manos de músicos de distintas nacionalidades: rusos, japoneses y alemanes.
Y hoy son ellos quienes están manteniendo los lugares más emblemáticos. Entonces, cuando uno oye algunas propuestas lo piensa dos o tres veces. No es fácil tampoco: uno ya tiene una vida, pero se mueve un poquito el andamio.
—En tantos años imagino que han pasado de todo, ¿cuál es el balance que hacen 40 años después?
—(L.A.) Absolutamente positivo. Dentro de Córdoba hemos alcanzado todo lo que esperábamos. Lo que nos queda, de alguna forma, es seguir atrayendo gente hacia el estilo. Pero hemos tocado en todos los lugares posibles. Y que haya habido una iniciativa como la de la Municipalidad de organizar un ‘Parade’ (NdelE: se refiere a la celebración que se hizo ayer sábado en barrio Güemes, con un evento que recreó los tradicionales desfiles de Nueva Orleans, con música y baile) es fantástico. Llevar esa música que tanto amamos a la mayoría de la gente, es realmente lo que esperamos.
—¿Qué le falta a Córdoba en materia jazzística?
—(F.C.) Le faltan escenarios, apoyo de las distintas gestiones culturales (municipales y provinciales), que el sindicato de músicos incluya a los músicos de la calle, los que están en los bares y no pertenecen a una entidad provincial, como la Orquesta Sinfónica, por caso. Falta reconocimiento y difusión, tanto del sector público como privado. Pero también hay que hacer autocrítica porque hay muchos buenos músicos de jazz y a veces lo que faltan son proyectos. Porque el jazz es como si fuera un deporte, tiene que haber un equipo y ahí aparece el crecimiento. Hay muchos músicos de mucha calidad pero son solitarios. Eso también tiene que ver con las propuestas de dónde presentarse y con qué condiciones.
—Como una ruta del jazz...
—(F.C.) Eso sería magnífico. Y ciertos incentivos para los lugares que pongan música en vivo, de lo que sea, porque evidentemente ahí entraría la música de jazz. Que no pague el mismo impuesto un bar que sirve café, cerveza y fernet, que otro que además brinda una propuesta cultural con músicos en vivo. Eso ayudaría muchísimo. Brindaría la posibilidad de que muchos lugares empiecen a valorar eso y se generen espacios que tengan que ver más con la cultura.
—Ustedes eligieron no migrar con su música a otras latitudes, ¿sienten que Córdoba les ha devuelto el gesto?
—(L.A.) Hay varias aristas en esa pregunta. Pero yo me siento satisfecho con la carrera de la Small aquí en Córdoba, incluso habiendo salido de gira tantas veces.
—(F.C.) Ha sido positiva la respuesta de la gente, el problema es llegar. Como ejemplo, hace pocos días se hizo un festival organizado por la Municipalidad, con música en las plazas. A nosotros nos tocó participar en la plaza San Martín y la respuesta del público, sin ser eruditos ni consumidores habituales de jazz, fue muy buena. Tenemos un público muy joven que nos sigue por las redes. Una vez que llegamos a un escenario, la respuesta es muy buena. Todo lo demás, como dice (Alejandro) Lerner, ha sido a pulmón. Y por ahí no nos vendría mal un poco de ayuda de algún lado.
RECONOCIMIENTO. Miguel Sciciliano (secretario de gobierno municipal), con la placa a la trayectoria.