Quedan muy pocos días para que asuman las autoridades electas y la velocidad con que se desarrollan los acontecimientos políticos es vertiginosa. Mientras algunos se abrochan los cinturones para emprender vuelo desde la función pública, otros lo que tratan de abrochar es algún cargo en las futuras gestiones antes de que se agoten las nóminas y no quede ya ninguna asesoría por inventar.
Aunque, en este sentido, la imaginación es muy fértil y bien podría aparecer de la nada alguna Secretaría Integral para el Control del Tránsito de Monopatines Eléctricos, un Registro Provincial de Manteles Navideños o una Oficina para la Protección de los Bichos Bolita.
Sin embargo, los magros presupuestos con los que contarán las reparticiones en cada jurisdicción, conspira contra la intención de los innumerables aspirantes a entrar en la burocracia y torna feroz la competencia. Los que ya se atornillaron como jerárquicos, han propuesto la idea de organizar certámenes de yenga, senku y ludomatic para dirimir los escasos puestos que van quedando en la estructura del estado. Pero hay quienes no trepidan en aplicar métodos tan poco ortodoxos como la zancadilla, el piquete de ojos y el rodillazo en el muslo para dejar fuera de combate al resto y así quedarse con el ansiado trofeo.
De hecho, mientras algunos lo sitúan al lado de Juan Román Riquelme en las elecciones de Boca Juniors, en realidad el “Patrón” Bermúdez está dictando talleres intensivos de codazos y cepillitos, técnicas en las que acredita sobrados conocimientos de cuando se desempeñaba como zaguero xeneize.
Gente cercana al exjugador aclara que el objetivo original era que a los cursos asistieran punteros que sufrían la marca a presión dentro de la cancha y debían aprender cómo defenderse. Pero de a poco se empezaron a sumar punteros… políticos, necesitados de cobrarse como sea los servicios que prestaron durante las campañas.
Uno de los que serán beneficiados por el régimen de reparto de Alberto Fernández parece ser el senador nacional Carlos Caserio, cuyas acciones se encuentran en alza desde que sorprendió a todos al manifestar su simpatía por el candidato que las urnas consagraron como mandatario electo. De presidir el bloque del PJ en la Cámara Alta, podría pasar ahora a integrar el futuro gabinete, donde si ingresaran todos los que suenan, habría más ministros que despachos.
En caso de concretarse el traslado, Caserio se inscribiría de inmediato en la carrera por suceder a Juan Schiaretti en la gobernación en 2023. O podría postularse como primer presidente cordobés, si es que la provincia decide finalmente separarse de Argentina y sumarse a la comunidad independentista internacional que integran Cataluña, el País Vasco y la República de San Vicente.
El problema que se presenta de aquí en más es quién accedería a la banca que ocupa Caserio en el Senado desde 2015. Como no se sabe si los que figuraban como suplentes en aquella lista aceptarían sumarse al cuerpo legislativo, se especuló incluso con que el cargo podría ser asumido por Ricardo Caruso Lombardi, siempre listo para cualquier contingencia, pero su designación como DT de Belgrano descartó esa versión.
También se habló de que podría ser Paulo Londra, por su probado poder de improvisación, pero el trapero respondió con un rotundo: “No llamen, no llamen, que no voy a contestarles”.
En cuanto a la transición en el Palacio 6 de Julio, trascendió que hay algunos contratados municipales que ya empezaron a consumir clorofila para ver si logran que los nombren en planta antes del 10 de diciembre. Y si, como me contaron, en el plantel de funcionarios de Martín Llaryora llegan a convivir peronistas, macristas y juecistas, les sugiero que transmitan sus reuniones como si fuera un reality show.
No solo lograrían batir récords de audiencia, sino que además podrían conseguir fondos extras para las arcas de la comuna, a las que algunos les llaman “vaca muerta”. Pero no porque sean un yacimiento inagotable, sino porque ya no hay forma de sacarles más leche.