La situación social en Villa Azul, un espacio que comparten los partidos de Quilmes y Avellaneda, no es muy diferente de la de otros asentamientos del Conurbano bonaerense. Ante el brote, el gobierno provincial tomó una medida drástica, no exenta de polémicas: cerrar el barrio, un mecanismo que contó con la participación del ministerio de Seguridad a cargo de Sergio Berni. Para el director del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, Agustín Salvia, se trató de un recurso de última instancia, en un contexto que podría tornarse incontrolable: “El encierro constituye una solución fácil. Difícilmente podría hacerse otra cosa si se quiere evitar la propagación del virus hacia otras comunidades, hacia las villas cercanas o a barrios de clase media baja, que generarían un brote incontrolado del desarrollo de la pandemia. El encierro comunitario se constituye en la pobre herramienta que tiene el estado pobre para atender a los pobres. Y esto es claro: no hay herramientas, no hay recursos, no hay capacidades y habilidades en el estado, en este caso, provincial, pero también el nacional para abordar de otra manera estos problemas de virulencia que tiene la pandemia en el contexto del COVID-19, que no tiene vacunas ni un tratamiento”.
Salvia explica que "en el contexto del presente, como atajar la pobreza estructural, como atender a los problemas que surgen de la pandemia, en cuanto a pobreza estructural y marginalidad extrema, digamos que el estado no ha podido abordar problemas menos complejos que estos. Además, obviamente está menos habilitado para resolver cuestiones en el contexto actual y hacer esa sintonía fina que requiere el tratamiento de una atención masiva y colectiva, que al mismo tiempo brinde compensaciones sociales, estímulos o incentivos a las buenas prácticas para mantener la salud y el equilibrio sanitario o una situación sanitaria de menor riesgo”. Por tanto, se impone algún tipo de solución más extrema, como la encarada.
Contexto. El especialista traza un mapa social de espacios urbanos como Villa Azul. Un urdimbre que llevó años en construirse y que se consolidó con la estanflación y con la crisis de endeudamiento de los últimos años de la gestión de Mauricio Macri. “el encierro forzado de Villa Azul, como el de otras Villas, es un escenario posible en un Conurbano (diría que en toda la Argentina, pero especialmente en el Conurbano bonaerense) que está afectado por profundas y muy graves grietas en materia social, en donde la pobreza es un problema estructural, no coyuntural. Efectivamente, tenemos situaciones de hacinamiento, un fuerte trabajo informal, espacios públicos achicados, deprimidos y completamente devaluados o precarizados. A eso se suma un estado ausente, que llega con las fuerzas de Gendarmería o de Seguridad en los bordes. Y está fuertemente afectado por problemáticas como actividades extralegales. La delincuencia encuentra refugio en las villas. Si no es el mercado ilegal de productos robados, aparece la temática del narcotráfico, a través de la figura del menudeo, del narcomenudeo.
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A eso se suman infancias hacinadas, con instituciones educativas muy débiles para los procesos de educación, contención y socialización necesarias. El ausentismo allí es muy alto. La concurrencia a la escuela está vinculada a resolver los problemas de alimentación o que alguien contenga al chico mientras la familia está trabajando”, explica Salvia.
La cuestión salud (que trasciende lo sanitario) aquí juega un rol particular: “los problemas de salud son crónicos, no tienen solución o cuentan con muy mala cobertura, sin la contención adecuada —explica Salvia—. La recreación y el deporte se constituyen de maneras muy poco desarrolladas. Solo jóvenes con más espíritu meritocrático apuntan a desarrollar el deporte y/o actividades físicas que, cuando les brindan la oportunidad, les permiten salir del barrio. En ese sentido, la Villa Azul no es tan distinta de otras villas o asentamientos del Conurnbano bonaerense. Es un contexto en el que la epidemia opera rápidamente. Lo hace porque a veces no es fácil tener el agua necesaria para lavarse las manos ni el alcohol justamente para prevenir el contagio, ni se tiene la posibilidad de no estar circulando por espacios de riesgo dentro y fuera de la villa, porque no se tienen las cloacas ni los sistemas de saneamiento, porque no se tiene el espacio al interior de la vivienda, capaz de sostener un estado anímico ni vital de recreación o de respiro o de alivio. El estrés aumenta. Los indicadores de malestar psicológico, vinculados a los estados de depresión o ansiedad o estrés son más altos. Allí, el locus de control externo de muestra que se encuentran dificultades para conectarse con el mundo exterior y frente a esto poder responder de alguna manera. Por el contrario, se visualiza como un estado de resignación en el que no se puede hacer mucho contra el destino, contra la situación social económica, social o política que se impone”.
Es factible imaginar que la solución de cerrar el barrio en Villa Azul sea replicada: “La decisión de llegar a un encierro de quienes habitan la villa y eventualmente tomar decisiones similares en espacios de este tipo, apunta a que no se propague la enfermedad, una enfermedad que sabemos que es muy virulenta. El presente y el futuro político de quienes gobiernan hoy en Argentina está fuertemente asociado, no tanto a cómo vencer la crisis económica que genera la cuarentena obligatoria, sino a cuánto pueden acumular legitimidad política a partir de la cuarentena obligatoria, reduciendo los riesgos de muerte y la propagación de la enfermedad”.
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Advierte que un encierro prolongado puede aumentar la conflictividad social. Y que a largo plazo debe utilizarse otro tipo de estategias: “el encierro forzado, el aislamiento forzado sea un proceso que agrava y aumenta la conflictividad interna. Pero abrir las puertas tampoco puede ser una solución en el contexto sanitario actual para los vecinos de Villa Azul o de barrios que queden afectados por decisiones de esta naturaleza, especialmente para los vecindarios colindantes y para el control de la propagación del virus. Por lo tanto, el encierro termina siendo una medida necesaria no deseada. Necesaria y funcional a las pocas herramientas con las que se cuenta y que son muy primitivas. Mantener a una población en el encierro, sin posibilidades de que sus derechos, tanto económicos como individuales se puedan ver garantizados. Se violenta ese derecho, sin dudas. Y eso tiene un efecto normativo, legal. Son parte del debate y de la trama del conflicto. Pero es cierto que en el balance final, lo que muestra es que, más que el problema de Villa Azul, es el diagnóstico de lo que ofrece el estado argentino, no solo el provincial, sino el nacional: es un estado muy pobre. Un estado grande. Pero el problema no es que sea grande, sino que es bobo. El problema es lo inútil que resulta ese estado para atender problemas complejos, que requiere de profesionalismo a la hora de asignar recursos, muchos más eficientes y efectivos. Con más recursos tecnológicos, pero también con más recursos en inteligencia, de cuidado, protección, de favorecer el desarrollo humano y el cuidado de la salud y eventualmente salir a los problemas sanitarios, del riesgo al que nos lleva la pandemia”.