CORONAVIRUS
Desde Madrid

Diario de la peste: abrir las puertas

Las puertas de las casas se abrirán no solo para que salgamos, al fin, a la calle; sino también para dejar entrar la recesión y el desempleo.

donald trump estados unidos
Donald Trump, presidente de los Estados Unidos. | AFP

En mi calle, por lo general, se escuchan bastantes aplausos a las ocho de la noche, y, una hora después, cuando suenan las cacerolas, de reproche al Gobierno, suelen ser pocas. Ayer solo se escuchaba una en la lejanía, ruidosa pero distante, aunque un vecino tuvo la ocurrencia, esta vez, de poner el himno a un volumen considerable. Es la primera vez que tuvimos una exaltación patriótica; en esta zona, claro. En las áreas más resistentes al Estado de alarma se lanzan a las calles y tienen, incluso, instrucciones que circulan por los las aplicaciones móviles que incluyen no salir con documento de identificación y fotografiar a los policías, para subir las imágenes a las redes sociales ya que, advierten los mensajes: “No son policías normales, son la policía política del servicio de información del Gobierno bolivariano de [Pedro] Sánchez”. Literal.

De todos modos, según el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), ente oficial encargado de encuestas y estadísticas nacionales, informa que las medidas adoptadas por el Gobierno son aprobadas por el 95% de los españoles. Solo un 3,5% no las considera necesarias. Con lo cual, y atendiendo la poca resistencia, pero muy ruidosa, la sangre no llega al río. Lo confirma, además, que un 89% acepta prolongar el confinamiento, pero la mitad de ese porcentaje reclama algunas medidas de desescalada que, salvo en Madrid, Barcelona y alguna provincia más, aún en fase cero, ya contemplan.

Hoy en el Congreso volverá a tronar la oposición de las derechas ya que el presidente Sánchez someterá a la aprobación de la cámara una nueva ampliación del Estado de alarma. En Europa, mientras tanto, la canciller Merkel y el presidente Macron impulsan una inyección de medio billón de euros para comenzar a paliar los daños que se empezarán a sentir en las próximas semanas. El problema es que los países europeos llamados frugales por su contención en el gasto como Holanda, Austria y Dinamarca amenazan con no dar luz verde a este flujo de dinero.

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Diario de la peste: malos años

Las puertas de las casas se abrirán no solo para que salgamos, al fin, a la calle sino para dejar entrar la recesión y el desempleo. Las mascarillas no frenarán ese virus para el que no se esperan más vacunas que fondos sin límites y no en forma de crédito sino como inversión. Estados Unidos ya muestra la cara más cruda de estos efectos. En solo 72 horas, una empresa en Detroit de pequeños restaurantes pasó de tener 135 empleados a solo quedarse con uno. Allí es, en ese contexto, donde los tres gigantes del automóvil (General Motors, Ford y Fiat-Chrysler) siguen cerrados. Si bien se sostiene que cuando Estados Unidos se resfría, Michigan tiene neumonía, esta vez la nación está afectada por el coronavirus y los pedidos de ayuda por desempleo ya superan los 36 millones de solicitudes.

El presidente Trump, sin embargo, sigue creyéndose a salvo porque ayer declaró sin rubor que se medica con hidroxicloroquina desde hace más de una semana. Este fármaco, utilizado contra la malaria, es impulsado por el médico francés Didier Roult, aunque sin resultados comprobados y con peligrosas contraindicaciones. La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, en la CNN aconsejo al presidente que se cuide, ya que la medicación es especialmente peligrosa por su grupo de edad y su peso, al que calificó como «obesidad mórbida». Poco después, en las redes sociales se convirtieron en tendencia los hashtags #PresidentePlump (Presidente Rechoncho) y #TrumpMorbidlyObese (Trump Obeso Mórbido).

Diario de la peste: el corazón roto

Trump tiene sobrepeso pero no es un obeso mórbido y la campaña en redes impulsada por el progresismo estadounidense tiene la misma sensatez que el rótulo de «bolivarianos» que la extrema derecha le da en España a los policías que controlan el cumplimiento de las reglas sanitarias en las calles.

¿Miente Trump todo el tiempo? No es eso seguro piensa el analista Conor Friedersdorf de The Atlantic, ya que un cuidado seguimiento de sus deslices lleva a pensar que, en realidad, su ignorancia le hace víctima de muchas de las falacias que expresa. En un año electoral, afirmar que los EEUU no superarán los cien mil contagiados y dos meses después ser, con más de un millón y medio de infectados, el país con más enfermos del mundo, no parece la táctica de un mentiroso. Es posible que se medique con hidroxicloroquina y que sea cierto. Existe la posibilidad de que crea, sin pruebas, por mero instinto, que el virus es una creación China como un arma más en la contienda del comercio mundial. Si esto fuera así, tenemos dos problemas. Porque frente a Trump, los demócratas ya creen que el uso de las medias verdades y su articulación viral es un camino. Con la misma fe que el calvinismo neoliberal europeo piensa que la austeridad es un destino.

Entre unos y otros, estamos todos los que abriremos la puerta de casa en pocos días.

 

MR/FF