Las “burbujas sociales”, una estrategia aplicada con éxito por Nueva Zelanda, se han convertido en una de las modalidades más estudiadas por los países para comenzar a salir de las cuarentenas con las que se enfrentó al coronavirus.
La nación de Oceanía, con cinco millones de habitantes, está considerada como uno de los países que ha logrado derrotar a la pandemia, ante la que aplicó desde un comienzo un severo confinamiento, que poco a poco ha comenzado a dejar atrás.
Las nuevas reglas de la “burbuja social” que aplica el gobierno de la popular Jacinda Ardern mantienen la recomendación de que las personas permanezcan en casa y eviten las interacciones sociales, aunque se les permite ampliar su círculo de contactos.
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Se trata de imaginar que los contactos más próximos, las personas con las que vivimos, pero también las que vemos frecuentemente, son una "burbuja social". "La gente debe continuar dentro de la burbuja de su hogar pero puede expandirla para reconectarse con su familia extendida, o para traer cuidadores, o para ayudar a personas aisladas", dice el gobierno en su página web.
Hay dos requisitos indispensables: "siempre y cuando todos vivan en el mismo pueblo o ciudad" y que cada persona sólo puede formar parte de una sola burbuja.
"Esta aproximación es una manera de aumentar el contacto social a la vez que se minimiza el riesgo de transmisión de la enfermedad, ya que si se produce una infección se queda dentro de la burbuja y no puede transmitirse a otras", explicó a la BBC Stefan Flasche, profesor asociado de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres.
"Es una forma eficiente de relajar las restricciones que, en principio, es viable en casi cualquier situación donde ya no esté aumentando el número de contagios", agregó.
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Es una herramienta importante para lidiar con la situación, mientras continúa la búsqueda de una vacuna, "aunque cada país deberá priorizar qué medidas necesitan flexibilizar más urgentemente".
“Construir” la burbuja puede ser una tarea delicada. No solo porque exige mucha confianza en que el otro no mantendrá otros contactos, sino porque influyen cuestiones como si hay niños, que necesitan el contacto con otros, lo que puede ser una prioridad, pese a que un grupo de amigos podría preferir mantener el contacto virtual.
La propuesta que implementó Nueva Zelanda no fija número máximo de integrantes de la burbuja, aunque da por sentado que no sería muy grande.
Otros países que estudian aplicar la estrategia, fijan un máximo de diez personas y, como en el caso de Gran Bretaña, permitirán también la combinación de más de un grupo familiar, aunque siempre con la pertenencia exclusiva a una sola burbuja.
Demostrando que está a la vanguardia del combate al coronavirus, el gobierno neozelandés contempla ahora la posibilidad de aplicar una “burbuja de viaje”, que permita retomar los contactos con la vecina Australia, habituales y muy intensos en tiempos normales.
"Es parte del camino de retorno. En algún momento tanto Australia como Nueva Zelanda se conectarán con el resto del mundo nuevamente. El lugar más obvio para que eso comience es entre los dos países", dijo el primer ministro australiano, Scott Morrison.
SF/MC