Existe en la sociedad una sensación de pánico creada por la expansión de la pandemia. El coronavirus, surgido de la nada, está condicionando todos los aspectos de la vida. No reconoce fronteras y diversidades y ha puesto a cada uno ante el gran dilema de la incertidumbre de la muerte. Hasta el momento las cifras indican más de 1,5 millones de afectados y 100.000 muertos. La II Guerra Mundial provocó 75 millones, la Guerra de Corea tuvo más de 5 millones, la Guerra de Vietnam 3,5 millones, en Camboya 2 millones durante el régimen de Khmer Rouge y se estima que 30 millones perecieron en la hambruna de los años 60 en China. Más reciente, la Guerra en Siria causó 400 mil muertos y la de Yemen 120 mil más miles de desplazados.
Todas las cifras de los conflictos mencionados son muy superiores a la pandemia y sin embargo no generaron esa fuerza de participación que hoy surge en cada país del continente para evitar mayores consecuencias revelando una solidaridad desconocida. Mientras el hombre ejerció el control y dispuso en nombre de qué principios cómo ejercer la violencia y cómo terminarla existió una aceptación de los números, y la prensa se dedicó a informar sobre los caídos como datos estadísticos. Los muertos pasaron a ser números. La localización de los conflictos generó fuera de los afectados el escepticismo, el descreimiento y también mostró el egoísmo. Los líderes como Macron, Merkel, Conte y Sánchez se desesperan por los fallecimientos diarios en sus países pero nunca mostraron interés por la situación aledaña al Mediterráneo.
La defensa exitosa contra el virus ha sido la paralización de la economía forzando a la población a una reclusión aceptada por tiempo indeterminado
La defensa exitosa contra el virus ha sido la paralización de la economía forzando a la población a una reclusión aceptada por tiempo indeterminado y una total resignación consintiendo la delegación de la decisión en el poder colocado afuera. Millones de personas dependen del envío de dinero desde los gobiernos ante la imposibilidad de obtenerlo mediante su trabajo. Las guerras generaron la destrucción del aparato productivo en las zonas involucradas pero el resto miró desde lejos; la destrucción era una foto o un noticiero. Esos conflictos mirados desde distancias remotas parecen menos graves y trascendentes: ajenos a la geografía próxima. Todos somos europeos.
Las pandemias que vivió Argentina y cómo cambiaron los hábitos en la sociedad
La sensación de miedo ante la presión de lo incontrolable despertó toda clase de especulaciones sobre los cambios futuros del comportamiento y de la organización social. Las posiciones oscilan entre esta sociedad dispuesta a aceptar la protección a través de controles incluso castigos dispuestos a responder obedientemente ante el temor de la repetición de la imprevisibilidad o un cambio en la conducta para fortalecer los lazos de solidaridad.
La crisis del coronavirus mostró que las posibilidades de continuar no son individuales y que el esfuerzo colectivo constituye la forma conducente de mitigar la amenaza. La gran incógnita será la comprensión y duración del fenómeno del reconocimiento de esta realidad que pueda traducirse en un futuro en una modificación de las conductas.
Las pandemias y epidemias que aterrorizaron a la humanidad en los últimos 100 años
Los conflictos creados por el hombre como la II Guerra Mundial dieron origen entre otros a la Declaración Universal de Derechos Humanos en 1948, la creación de la Corte Internacional de Justicia en La Haya en 1946 y la Corte Penal Internacional en 1998 que coadyuvaron con limitaciones a la convivencia internacional.
Los últimos eventos de propagación de virus como el SARS, MERS, H1N1, HIV y Ebola fueron enfrentadas con una intensificación de la colaboración internacional para evitar la propagación incluyendo sistemas de advertencia temprana. Estos fenómenos exógenos surgidos por fuera de la voluntad humana no condujeron a la modificación de conductas sociales o una aceptación de la necesidad de priorizar los lazos colectivos. Los sentimientos de miedo son pasajeros y duran tanto como el fenómeno y la vida volverá a ser como antes donde los muertos serán un número más en las estadísticas.