CULTURA
Libro / Reseña

Clásico de la semana: "El entenado", de Saer

Saer es el novelista que narra las cosas que se van sobre o contra las cosas que permanecen. Ese punto de vista insobornable logra extenderse retrospectivamente en "El entenado". Galería de fotos

Juan José Saer
Juan José Saer | Cedoc

Juan José Saer es el novelista que narra las cosas que se van sobre o contra las cosas que permanecen. Ese punto de vista insobornable, del que obtiene su máximo relieve estético y filosófico, logra extenderse retrospectivamente en El entenado (1982), donde  excepto el padre Quesada, mencionado unas pocas veces, ni las cosas que se van, ni las que quedan, tienen nombres propios. Allí, la naturaleza -todos sus elementos vagos y sus individualidades- son partes integradas y anónimas de una vida común.

El realismo de Saer consiste es una mirada que produce, por su intensidad, una  memoria inflacionaria, una súpermemoria. Los recuerdos se mueven y se multiplican, y se ensanchas en círculos, pero no tanto por los peligros de la alucinación que menciona el narrador de El entenado sino por la composición atómica de la realidad, un hecho fatal que arrastra a la imperfección o al ridículo cualquier intención de describirla con los gestos pedantes del realismo testimonial o documentario. Sin embargo, la imperfección saereana -una imperfección exhaustiva y reveladora- alcanza a rozar la verdad funcional del mundo. Se trata de un mundo cuyos elementos, todos ellos asociados en una relación que podríamos llamar de misterio físico, van de las partículas elementales a las profundidades apenas imaginadas del universo, y del que el hombre es, a un mismo tiempo, universo y partícula.

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Pero si en la obra de Saer hay otro agente omnipresente, que con derecho insiste en hacerse oir y entender, ese agente es el tiempo en todas sus variantes. A esa variedad, singular en cada una de sus partes, como lo son los tiempos del hecho, el recuerdo, el sueño, la contemplación y el pensamiento -y de sus combinaciones razonadas o espontáneas-, Saer le agrega en El entenado el tiempo de la escritura que, por supuesto, responde a la lógica de la ficción pero nunca para negar la verdad de su experiencia artificial.

El entenado es una versión más -en nuestra imaginación de lectores es también la más antigua- de la experiencia literaria saereana, que consiste en absorber el comportamiento profundo y hasta invisible de todas las escalas del universo, y escarbar en su oscuridad para extraer muestras de sus rincones recónditos. Son paisajes simultáneos que a simple vista no parecen asociados, pero que sin dudas forman la materia dinámica y escurridiza que llamamos realidad. Todos juntos, más en espesor que en sucesión -todo el tiempo como una masa compacta que se acomoda sobre el espacio-, forman el universo de Juan José Saer, ese litoral desde el que se puede ver una infinidad de cosas fluyendo siempre en la misma dirección.

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Sobre la realidad histórica en la que se desarrollan los hechos de esta novela, puede apreciarse que hay, en el modo de Saer de esquivar los antecedentes que señalan a medias las peripecias sudamericanas de Francisco del Puerto -no menciona dos de los textos más conocidos que lo aluden: El mar dulce, de Roberto J. Payró; y el informe de Caboto, quien rescató a del Puerto, hecho a los oficiales de la la Casa de Contrataciones de Sevilla, su empleadora naval- una estrategia que consiste en vincularse con la historia a la mayor distancia posible de sus documentos.

CP