En su “Minúsculo diccionario personal”, un texto del libro Cuaderno de oficio, Mirta Rosenberg anotó que “la poesía es decir una cosa por otra/ y que sea verdad”. Se refería también a la traducción, porque la entendía como inspiración y parte fundamental del oficio de escribir, y en ambos géneros, poesía y traducción, dejó una de las producciones más exigentes y rigurosas en la literatura argentina contemporánea.
Rosenberg falleció ayer en Buenos Aires, a los 67 años. Había nacido en Rosario, donde empezó a escribir y se formó como poeta junto a Hugo Padeletti, y donde a principios de los años 90, antes de establecerse definitivamente en Buenos Aires, fundó la editorial Bajo la Luna Nueva.
En 2018 había reeditado El árbol de palabras, libro donde recopiló su obra poética y una muestra de sus traducciones. “Las obras reunidas siempre son testimoniales de tu vida, de lo que fueron tus pasajes adentro del ámbito de la poesía. Mi primer libro se llama, de hecho, Pasajes. Como si yo hubiera sabido que aquello era el comienzo de un recorrido, de un viaje”, declaró.
Integró el consejo de dirección de Diario de Poesía y tradujo a Katherine Mansfield, Dereck Walcott, Marianne Moore, Hilda Doolitle y Seamus Heaney, entre otros escritores. “Mi apuesta es que subsista la poesía”, dijo.