CULTURA
Filosofia

Empédocles de Agrigento

Algunos testimonios se resisten a considerarlo un simple mortal y suponen que era un dios.

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En el libro XVIII de sus Historias, el historiador griego Timeo de Tauromenio dice que Empédocles era admirado por muchas causas. | CEDOC.

Como pocos filósofos de la antigüedad, la vida y muerte de Empédocles de Agrigento (circa 484 - 424 a.C.) es una fuente de leyendas maravillosas y polifacéticas peripecias, aunque no se sabe realmente con exactitud la fecha de su nacimiento y deceso, y si este sucedió cuando contaba sesenta años o más de cien. Tampoco cómo murió. Algunos testimonios se resisten a considerarlo un simple mortal y suponen que era un dios. Diversas doxografías coinciden en que, aparte de filósofo, era político, poeta, mago y médico (o curandero), y muy popular entre sus conciudadanos de Sicilia y fuera de ella. El filósofo peripatético Sátiro (siglo II a. C.) afirma en sus Vidas que fue médico y un orador excelente y que Gorgias, el célebre sofista, dijo que él mismo había estado presente cuando Empédocles ejercitaba sus sortilegios. En el Sofista, Aristóteles dice que fue inventor de la retórica. En el libro De poética, llama “homérico” a Empédocles –nada menos–, grave y vehemente en la frase y en las metáforas, y que empleó todas las figuras poéticas. Según Diógenes Laercio, algunos comentaristas sostienen que era discípulo de Pitágoras, otros de Parménides y otros de Jenófanes de Colofón.

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En el libro XVIII de sus Historias, el historiador griego Timeo de Tauromenio dice que Empédocles era admirado por muchas causas, como cuando, una vez, ante fuertes vientos etesios (vientos del mar Egeo que soplan entre mayo y septiembre) que destruían las cosechas, ordenó desollar asnos, hacer odres y ponerlos en las elevaciones y vértices de los montes para desviarlos hacia otra dirección. Al conseguir que los vientos se alejaran efectivamente, fue llamado Colusanema (χωλυσανέμαν, “prohibidor de los vientos”). Cuando concurría a los juegos olímpicos, todos lo miraban, y de nadie se hablaba tanto como de Empédocles en las conversaciones. Diógenes Laercio consigna también que, posteriormente, Empédocles disolvió la asamblea oligárquica de los Mil – de la que no existen datos históricos de su existencia –, compuesta tanto de ricos como de los ilustrados en los negocios populares y humildes. Timeo, sin embargo, en sus libros I y II, dice que se creyó que era de ánimo contrario al gobierno democrático (Empédocles pertenecía a una familia rica y se paseaba por las calles de Agrigento con vestidos púrpuras, corona y sandalias de bronce, de acuerdo a Favorino de Arlés) debido a que se mostraba jactancioso y amante de sí mismo en sus poemas.

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Acerca de su muerte hay varias versiones. Según Diógenes Laercio, luego de resucitar a una mujer difunta y de la celebridad que Empédocles consiguió por ello (muchos investigadores dudan de este hecho) ofreció un sacrificio junto al campo de Pisianacte, al norte de la Ágora de Atenas, e invitó a algunos de sus amigos, entre ellos a su principal discípulo, Pausanias. Concluida la ceremonia, unos se volvieron, otros se acostaron bajo de los árboles vecinos y otros en otras partes, pero Empédocles se quedó donde se había realizado el banquete. A la mañana, no estaba. Los invitados interrogaron a los esclavos y familiares, y hubo alguien que dijo que a medianoche había oído una gran voz que había llamado a Empédocles, y que se levantó y vio una luz celeste, luces de antorchas, aunque nada más. Pausanias envió a algunos amigos a que lo buscasen, pero después prohibió hacer más diligencias, y decidió que el suceso era muy conforme y adecuado para ruegosy que convenía hacerle sacrificios porque ya era un dios. En cambio, el historiador Hipoboto asegura que esa noche se encaminó al Etna y se arrojó dentro del volcán para hacer creer que se había sido convertido en un dios, pero después se descubrió el fraude, porque el volcán arrojó afuera de las llamas una de sus sandalias, que eran de bronce.

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Otra versión dice que cuando los habitantes de Selinunte (antigua ciudad griega del sur de Sicilia) fueron atacados por contagio de una peste causada por las emanaciones de un río cercano corrompido, de modo que no sólo morían muchas personas sino también se les dificultaban los partos a las mujeres, Empédocles ordenó y financió una obra para reconducir la dirección de dos de los ríos más inmediatos hacia el que originaba la peste, con cuya mezcla se endulzaron las aguas. En consecuencia, al poco tiempo cesó la peste y el contagio. Por tal motivo, los selinuncios celebraron un festín a las orillas del río purificado y allí apareció Empédocles y ellos, haciendo un círculo en torno a él, lo adoraron como a un dios y le ofrecieron súplicas y oraciones. Para confirmar esta opinión de aquellos habitantes de Selinunte, Empédocles no dudó en arrojarse al fuego. Pero Timeo de Tauromenio contradice esta versión. Para el antiguo historiador griego, luego de esta acción, Empédocles se retiró al Peloponeso y ya no volvió. En suma, su muerte es tan incierta como su vida.

El retórico griego Alcidamas de Elea (segunda mitad del siglo V a. C.) relata en su Física que hubo un tiempo en que Zenón de Elea y Empédocles oían las enseñanzas de Parménides, pero que al fin se apartaron de él, y que mientras Zenón se dedicó pensar por sí mismo, Empédocles oyó a Anaxágoras y a Pitágoras, copiando del primero la gravedad ante la vida y el hábito, y del otro la ciencia fisiológica. Aristóteles escribe que era libre y ajeno al mando, ya que rehusó un reino que se le dio (como confirma el logógrafo Janto), porque tenía su mesura en mayor estima. Hipoboto asegura que la estatua de Empédocles estuvo al cubierto en Agrigento, y después descubierta delante de la curia de los romanos, donde la trasladaron. Diógenes Laercio dice que concedió dote a muchas hijas de los ciudadanospobres de Agrigento que carecían de ella. El sofista griego Favorino, en sus Comentarios, recuerda que era rico y vestía de púrpura, usaba corona délfica de oro y el pelo muy largo y llevaba detrás de sí muchachos esclavos como cortejo. Siempre se dejaba ver con aspecto severo, lo cual veneraban sus conciudadanos como una señal regia. En cierta ocasión, conforme a Favorino, dirigiéndose en coche a Mesina para acudir a una festividad, se cayó y se lastimó un muslo, se enfermó y murió a los setenta y siete años. Aristóteles dice que murió a los sesenta, los demás, que vivió ciento nueve años.

Los especialistas juzgan que Empédocles, como Pitágoras y Heráclito, fue uno de los filósofos presocráticos favorito de las biografías apócrifas, las cuales Diógenes Laercio contribuyó a divulgar durante varios siglos son su Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres. Se acepta, en general, que sólo las historias sobre sus actividades políticas contienen algún grado de verdad, si bien la leyenda de su precipitación en el cráter del Etna es la que más se ha difundido y festejado. Se deduce que, como demócrata, debió participar de la política de su ciudad como cualquier otro aristócrata, además de ser experto en oratoria y retórica. Pero Celso y Galeno dudan de su fama de médico y la consideran una derivación fraudulenta de los poderes curativos que se adjudicaba en sus poemas y que, por lo tanto, estos habrían originado algunas fábulas, como la historia de la resurrección de la mujer que había dejado de respirar. Los fragmentos que han llegado al presente –transmitidos por Aecio, Simplicio de Cilicia, Aristóteles, Claudio Eliano y el Pseudo Plutarco– proceden de los poemas Sobre la Naturaleza y Purificaciones (no es probable que fuera Empédocles quien le dio esos títulos), pero los versos del primer poema abarcan menos de una quinta parte del original, mientras que los del segundo comprenden aún menos. En cualquier caso, los fragmentos empedocleanos son más extensos que los de cualquier otro presocrático.

Empédocles enseña que los elementos de todas las cosas y seres, en el sentido de “raíces” físicas (de physis, “naturaleza”), ya que la palabra “elemento” (stoikhéion) recién la usa Platón y con la significación de “letra”, son cuatro –fuego, agua, tierra y aire–, pero agrega que estas raíces eternas del mundo son reguladas, en alternancia cíclica, por las fuerzas cósmicas de la Amistad (philía) –también llamada Concordia, Armonía, Afrodita o Amor– que las une, y de la Discordia (néikos, Combate, Lucha, Odio), que las separa. En el texto conocido como fragmento 6, Empédocles escribe: “Escucha primero las cuatro raíces de todas las cosas: Zeus resplandeciente, Hera dadora de vida, Edoneo y Nestis, que con sus lágrimas empapa las fuentes de los mortales”. Sin duda, Nestis (divinidad siciliana) es el agua, pero en la antigüedad no hubo acuerdo respecto de los otros tres. Según se cree fue Teofrasto, sucesor de Aristóteles en el Liceo, quien asoció a Zeus con el fuego, a Hera con la tierra y a Edoneo (Hades) con el aire. Empédocles expone que el sol es una gran masa de fuego mayor que la luna, la cual se parece a un disco, como el cielo al cristal, y que el alma está cubierta de toda especie de animales y plantas. Piensa que, en otro tiempo, fue muchacho y también niña, vegetal, ave y pez.

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Si bien cualquier punto en un ciclo cósmico que se repite eternamente puede ser el primero, cuando philía une por completo y en toda su extensión a las cuatro raíces, origina la Esfera, a la que (según Simplicio) Empédocles “canta en himnos como a un dios”. Cuando néikos ha separado las raíces, philía comienza a unirlas de nuevo, hasta que llega un momento en que néikos vuelve a desunirlas y así in aeternum. La tarea principal de philía en sus ciclos es la zoogonía, la generación de especies de seres mortales, mientras néikos interviene en parte de la cosmogonía propiamente dicha durante el período que le corresponde. Su acción en remolino, al separar las cuatro raíces, produce las cuatro masas básicas del mundo,aunque no en su forma actual, y no debería concebirse, ya que néikos crea el universo separando lo unido por philía, como un movimiento azaroso o caótico sino ordenador. En otras palabras, las raíces llegan al ser en la medida en que lo Uno (philía) se desarrolla a partir de lo múltiple (néikos) y lo múltiple a partir de lo Uno, en un círculo eterno.

Los intérpretes de esta circularidad cíclica han razonado que en ella necesariamente deben darse cuatro fases: en dos de ellas domina sólo una de las fuerzas cósmicas, y en las otras conviven mientras una se debilita y la otra se fortalece. Se entiende que, cuando philía predomina en absoluto, generando la Esfera divina, no existen individuos de ninguna índole, pero en el ciclo de dominio único de néikos, donde el Uno está completamente atomizado, tampoco. Por lo tanto, el universo de cosas y de seres individuados sólo resulta posible en algunas de las fases donde philía y néikos se disputan la primacía, aunque no en cualquiera. Algunos fragmentos de Empédocles sugieren que la cosmogonía de donde surgió la humanidadrequiere de ciertoequilibrio entrephilía y néikos. En esos textos se expresa que en algún momento hubo sobre la tierra numerosas cabezas sin cuellos, brazos sueltos sin hombros y ojos solos desprovistos de frentes que vagaban por doquier. En cambio, en oposición a este despedazamiento, otro fragmento dice que nacían muchos individuos con dos cabezas y dos pechos, seres bovinos con rostro humano y viceversa, criaturas mezcla de elementos masculinos y femeninos y dotados de partes sombrías o estériles. Aristóteles concluye que donde todo aconteció como orientado a un fin determinado, los seres sobrevivieron.

Por lo demás, la cosmogonía empedocleana le debe todo a néikos. Empédocles sostiene que el primero en separarse fue el aire, luego el fuego y después la tierra, de la que brotó el agua, al ser excesivamente constreñida por la fuerza de la rotación. El aire, separado de la mezcla original de los elementos producida por philía, se desparramó circularmente y, después del aire, el fuego salió corriendo hacia fuera y, al no tener ningún otro lugar a donde ir, se lanzó hacia arriba bajo la periferia solidificada en torno al aire. Este surgió de la evaporación del agua, el cielo del aire, el sol del fuego y los cuerpos terrestres de los demás. Empédocles afirma que cuando los primeros seres humanos emergieron de la tierra, el día tenía una duración equivalente a diez meses actuales, debido a la lentitud del movimiento del sol. Cuando pasó el tiempo, el día duraba siete meses. Por esta razón las criaturas de diez y siete meses de gestación se desarrollaban en un solo día –en el que nacieron– por disposición de la naturaleza del cosmos.

En cuanto a las Purificaciones, la parte central del poema explica que Empédocles, como otros daimones (según Platón, un ser intermedio entre los mortales e inmortales), había sido condenado a la mortalidad, pero que la inmortalidad era de nuevo factible luego de un ciclo de encarnaciones. Al parecer, el poema incluía una enumeración de las faltas por las que se perdía la inmortalidad y prácticas rituales para recuperarla. Empédocles cree el hombre es un dios exiliado. A menudo los especialistas señalan que las Purificaciones contradicen Sobre la Naturaleza acerca de la cuestión de la naturaleza del alma, porque esta propone una versión materialista, mientras las Purificaciones declaran que el daimon puede alcanzar una existencia incorpórea, tal como era antes de su condena a la mortalidad.También se ha señalado que es bastante oscuro saber en qué consiste la identidad de un daimon (si la tiene), cuando transita de elemento a elemento y de planta a animal y de este a ser humano. Algunos entienden, en cambio, que no admite duda la convicción empedoclea de que hay un “yo” que sobrevive a las sucesivas reencarnaciones. Esta posición, si se piensa un poco, no se sostiene mucho, porque primero habría que demostrar que un griego presocrático poseía algo así como un “yo”.

En cualquier caso, actualmente la doctrina empedoclea no interesaría más que como una curiosidad filosófica o una rara pieza arqueológica, si no fuera que SigmundFreud, influido por Schopenhauer y Nietzsche, en su obra Análisis terminable e interminable reconoce a Empédocles como un antecesor de su teoría sobre Eros y Thanatos, aunque aclara que mientras que Empédocles se basa en una fantasía cósmica, él lo hace sobre una pretensión de validez biológica. Sin embargo, en uno de los escritos póstumos, Esquema del psicoanálisis, Freud lleva la oposición fuera del campo de lo biológico: “esta acción conjugada y contraria de las dos pulsiones básicas [Eros y Thanatos] produce toda la variedad de las manifestaciones de la vida. Y más allá del reino de lo vivo. La analogía de nuestras dos pulsiones básicas lleva a la pareja de contrarios atracción y repulsión, que gobierna en lo inorgánico”. Desde luego, hay diferencias conceptuales entre los términos griegos philía y eros, y thánatos y néikos.  En primer lugar, thánatos(muerte) es opuesto a néikos en cuanto favorece la unión de los individuos separados al aniquilarlos y devolverlos al Uno primordial. En realidad, thánatos, al igual que eros, se identifica con philía, con la fuerza unificadora de Empédocles.

No obstante, Freud compara el par philía y néikos con sus conceptos de eros y thánatos, solo que este último –la pulsión de muerte– no significa lo mismo que néikos, que individualiza los seres al separarlos de los elementos, sino lisa y llanamente la pulsión de destrucción de la obra de Eros, que une cada vez más a grandes masas de individuos al gobernar el proceso civilizatorio y cuyo objetivo Freud ignora. En términos estrictos, la teoría freudiana de Eros y Thanatos carece de un principio individualizador (de néikos), porque ambos, de modo opuesto, contribuyen a la unidad y por ello, en protección de la cultura humana, deben desviarse de su objeto directo de satisfacción pulsional. Esto está muy claro en uno de los últimos y más conocidos trabajos de Freud, El malestar de la cultura, en el cual, por otra parte, no duda en hacer de eros y thánatos dos principios eternos en eterna lucha, al modo de Empédocles respecto de philía y néikos, cuyo resultado juzga todavía en curso, como si uno de ellos debería imponerse sobre el otro, del mismo modo que en los ciclos empedocleanos, cuando no domina en absoluto una de las fuerzas cósmicas, se fortalece una de ellas a expensas de la otra. En una palabra, en El malestar en la cultura, Freud ya adelanta Esquema del psicoanálisis, en donde lleva la oposición entre Eros y Thanatos más allá de lo biológico hacia la relación inorgánica de atracción y repulsión, en analogía con la tercera ley de Newton.

Doctor en filosofía, escritor y periodista. Blog: https://riosrubenh.wixsite.com/rubenhriosblog