CULTURA
Entrevista exclusiva

Franco “Bifo” Berardi: Informe para el fin de los tiempos

Consecuente con el temple que lo habita, el filósofo italiano publica en nuestro país El tercer inconsciente; allí trata, a partir de metáforas y metonimias, de extraer algunos conceptos claves de la filosofía, el lenguaje y el psicoanálisis para desentrañar lo que queda del presente.

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Entrevista exclusiva de PERFIL. El filósofo italiano Franco “Bifo” Berardi publica en nuestro país un nuevo libro: El tercer inconsciente. | cedoc

“Que no te digan lo que quieres / Que no te digan lo que necesitas / No hay futuro, no hay futuro / No hay futuro para ti (...) Cuando no hay futuro, ¿cómo puede haber pecado? / Somos las flores en el basurero / Somos el veneno en tu máquina humana / Somos el futuro, tu futuro”, God Save the Queen, Sex Pistols (1977)

Lo que necesitamos: un ensayo sesudo de un pensador que abarque todas las dimensiones que sean posibles para entender, o intentar clarificar, qué nos pasa como humanidad para llegar a estos términos y actuales y si acaso hay futuro. Franco Berardi abarca desde el lenguaje, fundamental, hasta el psicoanálisis y la filosofía para llegar al umbral al que nos hemos dirigido. De la mano del miedo, del pánico, por ende, la depresión y finalmente la psicosis. Un tercer inconsciente como la última de las posibilidades a pensar e intentar restaurar estas dimensiones a las que nos hemos lanzado al abismo.

Pensemos que el lenguaje –֪las palabras, la comunicación, el mensaje– no es un mero reflejo metafórico de la realidad social, ni siquiera su componente expresivo; sí un ligamen semiótico que renueva desde los significados culturales hasta los significantes discursivos.

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Desde su Bologna natal, pantalla mediante, nos encontramos con un Bifo rodeado de libros, con sus gafas tan personales, los auriculares propios de un DJ que coronan su característica cabellera, nos habla con pasión sobre este nuevo libro suyo, El tercer inconsciente. La psicoesfera en la época viral (Caja Negra). ¿La clave? El virus.

“Este no es el libro de un psicoanalista. No tengo esa formación y utilizo conceptos del pensamiento psicoanalítico tal vez de manera metafórica y con un interés más filosófico, político, histórico que psicoterapéutico. Es una premisa necesaria a tener en cuenta porque si uno dice: “Oh, tercer inconsciente”, piensa: “Es una locura”. El inconsciente no es uno, no es muchos, no tiene una historia. A mí me interesa hablar de lo que llamo psicoesfera, es decir, la dimensión interactiva en que nuestra mente individual y la colectiva se encuentran. Lo que me interesa decir es que hay una primera dimensión psicoesférica que es la definida por el concepto freudiano de neurosis y represión sexual psíquica como Freud lo define en un libro de 1927, un libro fundamental, El malestar en la cultura (Civilization and Its Discontents); entonces ésa es la primera dimensión psicoesférica fundada sobre una represión que produce a nivel social un efecto de neurosis que resulta la condición para eficiencia misma de la dinámica productiva y económica del capitalismo. Hay un segundo momento de formación de la psicoesfera que es lo señalado particularmente por Deleuze y Guattari en El Anti-Edipo y también, de otra manera, por el discurso del Capital de Lacan cuando dice que el capitalismo es esencialmente un impulso continuo del deseo sin lograr el placer. Esta condición de una opción de una forma de psicosis masiva que el neoliberalismo de la mano de la publicidad, de la excitación continua hacia una pulsión consumista que nunca se acaba es un efecto que algunos, como Massimo Recalcati, un psicoanalista de formación lacaniana, define como el hombre sin inconsciente porque todo el inconsciente ha sido expulsado del interior hacia el exterior y se manifiesta como una inmensa producción de deseo sin placer, esa sería la segunda dimensión, que no resulta una dimensión neurótica sino psicótica, que por cuarenta años ha producido una transformación profunda de la mente colectiva occidental y también global. Hoy, después de la pandemia, entramos en una tercera dimensión: la pandemia, el virus, ha producido un efecto de bloqueo en esta corrida continua que el neoliberalismo había producido; esto un bloqueo que yo defino como psicodeflación: un momento en que la psicosis neoliberal se encuentra en un laberinto de locura. ¿Cuál es el efecto de la locura, de este sufrimiento que la pandemia ha desencadenado? Lo vemos hoy, más allá del umbral pandémico que puede ser el riesgo de suicidio de Occidente, el suicidio de la mente colectiva occidental que desafortunadamente envuelve en su suicidio el planeta en su globalidad: la guerra. Una guerra que parece muy fuertemente ser el deseo de suicidio de la mente envejecida occidental”, comienza diciendo casi sin respirar. 

Y así lo entendemos quienes sabemos qué es no poder respirar, los asmáticos. Ya en su Respirare - Caos y poesía (Prometeo), ese ensayo sobre, diremos, una forma de terapia poética donde la poesía y su exceso de significado puede reactivar la respiración en medio del sofocamiento del caos; poder respirar es lo que nos ayudará sobrevivir el apocalipsis al que nos empujó el absolutismo financiero.

—¿Ya tiene las tres vacunas?

—Estuve dos semanas sin respirar tras la tercera dosis. Algunos me dicen que pueden ser efectos debidos a la sobreestimulación del sistema inmunológico, pero tuve una crisis asmática sin precedentes. Es así… mucho no me importa a qué refiere. Lo cierto es que el aire del norte de Italia está muy contaminado, más de lo imaginable. De hecho, me fui de Bologna a Barcelona y luego unos días a Roma. Desde que volví que el clima está horrible como siempre. Pero estoy mejor.

—En Barcelona se respira mejor por el puerto, el aire del Mediterráneo es tan sano. Buenos Aires, si bien sufre mucha polución, también está abierta al Río de la Plata, que es prácticamente un mar. Pero ambas ciudades son muy húmedas, no nos favorecen a los asmáticos.

—De todos modos, no moriremos de asma, vamos a morir de otra cosa…

—La salud mental nos va a matar. 

En este ensayo, Bifo desenreda el laberinto mental donde, según, considera, han existido hasta ahora dos etapas del inconsciente colectivo: lo que no vemos de manera consciente, un laboratorio de (in)consciencia estimulado por una fuerza creativa. La primera etapa tiene que ver directamente con el deseo reprimido, la segunda etapa con la sobreinformación abrumadora que nos enferma y la tercera, la final, la explica mejor con sus propias palabras: “¿Cómo puedo imaginar que vamos a mejorar? Antes que nada, hay que entender lo que es la guerra de Ucrania. Dicen que se trata de una guerra entre Occidente y Rusia, pero Rusia es Occidente. Ése es el problema. Si nuestra definición de Occidente es geográfica, de acuerdo, Rusia no pertenece, entonces, necesitamos de una definición antropológica, política, cultural, y hasta religiosa, si se quiere, desde este punto de vista, el Occidente es la esfera de la cultura blanca, imperialista, cristiana –tengo que decirlo– y al final es una esfera de obsesión de futuro. La obsesión de futuro en un sentido lacaniano: el perpetuo intento de hacer presente en nombre de una cura futura. Eso es Occidente. Desde este punto de vista, Rusia, Estados Unidos y Europa, el mundo blanco, es unificado. Claro que hay diferencias culturales, claro que el futurismo de Italia, de Marinetti, es diferente al cosmismo de Fiodorov o Maiakovski, claro que el futurismo ruso es especialmente escatológico y utópico mientras que el futurismo americano y europeo es esencialmente técnico y económico. En este sentido hay una diferencia por no hay diferencia en el núcleo profundo de la obsesión de futuro donde hay miedo, hay agotamiento, hay extinción. La obsesión de futuro es el miedo a la muerte. El Occidente ruso como el Occidente americano no puede enfrentar a la muerte, entonces reacciona de manera agresiva: son dos viejos que hoy dominan estas guerras. El viejo americano, loco, furioso, como fue Trump, aunque de manera diferente. Biden y Putin son enemigos, pero al final se complementan, se preparan por igual a un suicidio recíproco. Ese es el problema del planeta, no el blanco, no el de los oprimidos, de los pueblos que han sido humillados durante la Modernidad, el mundo chino, indio, africano, con todas sus contradicciones, pero tiene que enfrentar la crisis, el marasmo senil del Occidente unificado en la guerra. Ése el problema que enfrentamos hoy: un problema de psicopatía global de la cual, no sé realmente cómo podremos salir”.

—En una parte de este libro habla de la resignación y hace directa relación con la resignificación.

—Nuestra preocupación actual es si la subjetividad social de los pueblos que han sido oprimidos por la supremacía blanca, el europeo, el americano; la nueva generación, la generación que está viviendo el mundo invivible, la pregunta es la subjetividad de los jóvenes y de los oprimidos puede recomponerse de manera autónoma de la guerra, de la violencia, del suicidio; mi respuesta pasa a través de una meditación por el concepto de resignación. Porque lo que me doy cuenta hablando con amigos jóvenes, leyendo lo que pasa en muchos lugares del mundo me parece que está emergiendo un sentimiento de depresión epidémica. El covid ha producido un efecto de distanciamiento social, físico, erótico que puede evolucionar en una pandemia de depresión. Al mismo tiempo, la guerra va a añadir a la depresión pandémica un efecto de pánico epidémico. En estas condiciones, que son las condiciones más probables de la subjetividad contemporánea y futura, tenemos que imaginar una solución que sea al mismo tiempo terapéutica y políticamente liberadora. Esta solución pasa a través de la elaboración de un sentimiento de resignación: “No podemos hacer nada”. Que cuando alguien dice que no puede hacer nada es porque se puede hacer, puede salir del cuadro que ha producido esta condición totalmente suicida. Es decir que la resignación que para cuatro millones y medio de trabajadores americanos significa quedarse sin trabajo: prefiero morir de hambre que de explotación. Esta forma de resignación puede ser el comienzo de una autonomización del cuadro problemático suicidario producido por la obsesión del dinero que es también una obsesión de futuro sin límite, sin término: reconocer la muerte como una condición de la experiencia vital, eso no significa aceptar el fascismo, al contrario, yo sé que personalmente debo aceptar la muerte como experiencia de vida, no la rechazo, la acepto en mi imaginación para elaborarla como condición de vida feliz. Solo cuando somos capaces de elaborar nuestra condición mortal en términos solidarios, solo en ese momento podemos ser felices o poder imaginar algo de felicidad. Todo esto que vivimos ahora es una problemática nueva: la pandemia, y desde antes, la guerra”. La derecha se apropió del término libertario cuando era privativo, ni siquiera de una izquierda radical, sino directamente del anarquismo. Y mientras el anarquista pasó a obedecer al Estado (a vacunarse, usar la mascarilla, permanecer en casa), el fascista, en nombre de la “libertad”, se opuso: “El concepto de libertad es filosóficamente mucho más complejo que la banalización neoliberal. no hay límites, el límite no existe porque el futuro es incierto, el futuro social, el individual, el futuro del planeta no es infinito. Y esa finitud es fundamental para comprender el concepto de libertad. Claro que soy libre de tirarme de la ventana del quinto piso, pero me mato. Entonces no tenemos la libertad de hacer lo que queramos ni la potencia de poder hacerlo. La relación entre potencia y libertad es lo que hay que redefinir y la potencia no se define en el interior del espacio, de la libertad, al contrario. El problema no es la libertad, el problema es la autonomía. Porque cuando decimos autonomía estamos midiendo la libertad de manera materialística como una lucha para aumentar la potencia social, de la medicina, del conocimiento, del trabajo colectivo, etc., etc. Es la banalización del concepto de libertad lo que nos ha llevado a una dimensión como la guerra. Se ve a la guerra como instrumento para la libertad pretendida. La libertad ha sido redefinida por la pandemia de manera muy clara pero hoy tenemos que reproponer los límites de la potencia, de la libertad como algo que es más grande la pandemia. Es decir, el envejecimiento la raza blanca lo que está produciendo un efecto de locura, impotencia, agresión, desequilibrio, todo muy grave.

—Ud. en este libro cita a cantidad de escritores y pensadores que tienen directa relación con el lenguaje rescatando aquello de que “el lenguaje es el virus”.

—Donde haya peligro está también la salvación. William Burroughs, un loco (risas), qué personaje. Recuerdo haberlo entrevistado en 1981 y ni siquiera me gustaba mucho, pero lo interesante son, por ejemplo, los títulos de sus libros que han variado tanto según las traducciones, sus novelas, sus escritos, como Blade Runner, la novela, no la película. La película está basada en el libro de Philip Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, que son temas completamente diferentes, pero, ¿qué tienen en común? que en el lenguaje no está solo la comunicación sino también la creación de mundos. ¿Y qué dice Burroughs? Que en algún momento de la historia, nuestros antepasados vivieron un virus que se difundió a través de la palabra y la palabra crea al mundo. Un mundo que no es el mismo que experimentamos con los sentidos, con la experiencia física sino un mundo, dice Burroughs, esquizofrénico. Un mundo donde prevalecen las órdenes, los miedos, todo lo que nos identifica culturalmente, en la esfera de la naturaleza. Esta esquizofrenia, dice Burroughs, es lo que nos hace humanos. Al mismo tiempo, Dick habla de una creación a partir del lenguaje, de un cosmos, un mundo común que se diferencia del mundo interior que vivimos de manera sensible. El problema del lenguaje como enfermedad, pero cuidado, el lenguaje es también el fármaco, la medicina, el lenguaje del afecto, del psicoanálisis, de la liberación, del afecto, del amor, de la amistad, de la literatura. Este carácter paradójico del lenguaje es una intuición de Burroughs y de Dick juntos y hoy lo vemos muy bien en el lenguaje de los nacionalistas que están produciendo una enfermedad mortal. Un lenguaje de la publicidad que nos persuade de algo que no está en nuestra potencia, entonces en el lenguaje hay una enfermedad, pero es en el lenguaje únicamente donde podemos encontrar un modo de paz, de amistad, de compartir. A través de una liberación del capitalismo porque no hay salida del camino a la extinción nuclear si no hay salida de la dimensión de la acumulación capitalista. Ese el problema al que nos enfrentamos en este momento. El destino de los hombres y de las mujeres del planeta no lo conocemos, no está escrito, porque no hay Dios.

—Permítame leer directamente de su libro: “Al contrario de lo que dije antes (el mundo es nada), el mundo existe realmente porque el cuerpo femenino se retira de Dios, no confía en Dios, y el ateísmo femenino hace que el mundo sea disfrutable, alegre, y por lo tanto verdadero”. Y más adelante: “Cuando la demencia se apoderó de su cerebro (Nota: el de Dios) senescente, cansado de esa larga existencia le cedió el paso a la historia de los hombres”. ¡Y qué final borgeano el suyo, Bifo!

—Estas citas representan mi propia vida como materialista, no es la eternidad vacía, es el placer del cuerpo femenino, del masculino, que se encuentran. Solo eso nos da sentido, puede darnos un futuro, aunque sea paranoico, obsesivo, un futuro que se pretende eterno.