CULTURA
40 años de música

La historia del estudio en el que grabaron Charly García, Gilda y Cazzu llegó a un libro

Nicolás Igarzábal retrató la génesis de Panda, elegido por Fito Páez y Celeste Carballo para lanzar sus carreras solistas y también bandas emblemáticas de la movida tropical como Gilda, Sombras y Ráfaga.

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Charly García y Miguel Krochik. Yendo de la cama al living (1982) | Archivo personal Miguel Krochik, cedido para el libro)

Cuando Nicolás Igarzábal envió a imprimir su último libro en marzo de 2018 comenzó con su siguiente proyecto. La búsqueda de información y la organización de ese material que se convierte en fuente de consulta para quienes quieren completar el rompecabezas del rock nacional, es su motor. El resultado de esa investigación se acaba de publicar: Grabado en estudios Panda.

El título completo del flamante libro es Grabado en estudios Panda, historias de una fábrica de hits (1980-2020), editado por el Gourmet Musical; un recorrido de esos estudios que recoge un importante testimonio de época y, en este caso, contado por los artistas, pero también por los técnicos y el artífice de ese proyecto que es Miguel Krochik.

Igarzábal también es autor de Más o menos bien, el indie argentino en el post Cromañón (2018) y de Cemento, el semillero del rock (2015). Al periodista lo persigue un afán de ordenar la información, hay una búsqueda enciclopedista para que cualquiera que necesite acceder a cierto bloque temático lo encuentre desglosado y de la manera más completa posible. “Me siento un historiador didáctico”, reconoce.

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Los comienzos

El primer registro musical profesional en Argentina se hizo el 1° de marzo de 1926. Se grabó a Rosita Quiroga cantando “La musa mistonga”, en ese entonces los estudios comenzaron a funcionar en las dependencias de los sellos discográficos. Recién en la década del ’70 aparecieron los estudios de grabación desvinculados de las compañías discográficas y, a partir de 1980, se consolidaron lugares como Del Cielito, Del Jardín, Moebio, los estudios de M.I.A. En ese contexto nació Panda.

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Nicolás Igarzábal eligió reconstruir el relato por un lugar central, aunque no tan reconocido: “Para mí el hilo conductor lo llevaron los técnicos, para reconstruir las grabaciones”. Aunque también el material periodístico completó el armado: “Me gustó jugar con la crítica periodística de la época que ya no hay casi, por ejemplo, la revista Pelo a Charly García lo criticaban por su debut solista, o Fito Páez que se autocriticaba por Del 63, que no le había gustado mucho, por lo exigente que es y Calamaro mismo, con Hotel Calamaro de 1984”, recuerda el autor en diálogo con PERFIL.

Doce himnos inolvidables de Charly García para escucharlo siempre y un bonus track
 

Entre los protagonistas con los que habló, el periodista destaca el encuentro con La Renga y con Ricardo Iorio, el primero porque se trata de una banda poco accesible, y el segundo por el desafío de conversar con un personaje polémico como él, pero central en el estudio. “Iorio grabó un tema que se llama ‘The Krochik’, dedicado al dueño de Panda, así que tenía que estar en el libro sí o sí”. 

Miguel Krochik: el creador


Miguel Krochik empezó a tocar en 1972, su música aparece en el disco Acusticazo y en un álbum propio llamado Guilmar. Sin embargo, esa ambición artística se fue empañando: “Está esa gente tocada por la varita mágica, tipos completos, que son de jamón, morrones y aceitunas, y después estamos los otros, los que somos solamente de muzzarella”, le reconoce a Igarzábal en el libro.

Con el pasar de los años, ya casado y con hijos, se enteró de la existencia de un estudio de grabación independiente y cuando fue a verlo quedó maravillado. “Yo conocía otros como Music Hall y RCA Victor, pero eran estudios de media manzana de grandes”, recuerda Krochik. A partir de entonces se le metió la idea en la cabeza, la posibilidad de montar su propio estudio. Se formó con especialistas, con revistas, preguntando a todo el mundo y también se endeudó. Pero nació Panda.

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La relación entre los artistas y Krochik fue pendulante, de acuerdo a lo que se puede leer en el libro. En uno de los pasajes, Diego Rodríguez de Babasónicos recuerda que no se llevaban bien con Miguel: “Le hacíamos todo el bullying que podíamos. Tenía prohibido mirarnos a los ojos mientras estaba dentro del lugar y no podía entrar a la sala. Le hacíamos una onda Luis Miguel”. “Miguel está totalmente loco, para bien y para mal, un montón de veces lo quisimos matar”, describe Fernando Ruiz Díaz, cantante de Catupecu Machu.

“Miguel es un personaje divertido, que siempre está dando vueltas por ahí, amado y odiado, un poco como lo que pasaba con Omar Chabán”, reflexiona Igarzábal. “Pero él es Panda”, remarca. “Miguel armó un estudio de grabación propio, independiente, cuando cada sello tenía su estudio, y los músicos lo buscaban por eso, porque representaba un espacio de libertad y más relajado que estar grabando en tu propio sello que te tiene con la correa corta”, agrega.

 

Primeras grabaciones


El lugar se estrena sin medias tintas, Charly García lleva a su técnico Amilcar Gilabert para que evalúe, el lugar. Si tenía el ok de él avanzaban. Y así fue. Allí comenzó a gestarse el debut solista de Charly, Yendo de la cama al living. A este le siguió el álbum de Los Abuelos de la Nada tras el regreso de Miguel.

Aunque en este caso la grabación fue caótica y el vínculo entre el frontman y su productor, nada menos que García, era imposible, el disco quedó entre los clásicos del rock de la vuelta a la democracia. Virus, Celeste Carballo y Los Twist, fueron otras de las primeras bandas en elegir a Panda para sus proyectos.

Otro de los personajes emblemáticos que trabajó allí hasta 1992 fue Mario Breuer, el nombre detrás de las más importantes grabaciones musicales. “El clima era bueno en Panda, muy raras ocasiones hubo malas experiencias. Los técnicos de grabación no podíamos tener asistentes, pero yo me conseguía alguno. ‘Plata no hay, pero te enseño una noble profesión’, les proponía. Así fueron pasando, uno detrás de otro, Walter Chacón, Oscar Magariños, Christian Algarañaz, Guido Nisenson, Edu Herrera”, recuerda el técnico en uno de los pasajes del libro.

Aunque “el clima era bueno” no faltaron los momentos de incomprensión entre artistas y técnicos, como la guerra que tenía Willy Crook, mientras grababa los vientos para Oktubre de Patricio Rey y los Redonditos de Ricota, con el técnico Osvel Costa o la de Ricardo Mollo durante las grabaciones de Sumo.

Alta fidelidad


En noviembre de 1996 comienza la grabación del disco Alta fidelidad de Charly García y Mercedes Sosa: Llegan al estudio acompañados por Joe Blaney para realizar una tarea que fue tan histórica como “tortuosa”. El proceso de creación del álbum parecía interminable, el músico atravesaba una etapa que era compleja para quienes trabajaban con él.

“La mitad de los técnicos de Buenos Aires pasamos por esa grabación”, cuenta uno de ellos, Christian Algarañaz, en el libro. “Mucho divague, mucha circulación de gente en el estudio, era treinta por ciento música y setenta por ciento delirio”, recuerda. En medio de ese contexto, cuenta, que llega Bernardo Baraj a grabar un saxo y que Charly le escribe lo que tiene que hacer en una partitura. “Acá, esta parte, no puede ser”, le dice Bernardo, a lo que Charly contesta: “Vos tocá eso y vas a ver lo que viene después”. “Y mientras tocaba esa parte, Charly escribía en el control la segunda hoja y, después, la tercera. Cuando lo escuchamos era hermoso”, concluye Algarañaz.

Cambio de época


En la segunda mitad de los ’90 la venta de discos bajó a la mitad y en Panda comenzó a ganar lugar la cumbia: allí se grabó el hit “La ventanita” de Sombras. Antonio Carvajal, bajista del grupo relata: “Nosotros queríamos grabar en el mismo estudio que Charly García, buscábamos hacer discos de calidad”. Ráfaga también fue otra de las bandas que eligió ese estudio y Gilda grabó, nada más y nada menos que Corazón Valiente

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El libro, al atravesar cuatro décadas, no es solo la historia de un estudio, también expone los cambios en el país, la influencia del contexto económico y político en las grabaciones, el surgimiento y ocaso de bandas. También es un muestrario de la debacle o evolución de algunos artistas, como el crecimiento de Los Auténticos Decadentes que reconocen haber empezado sin saber tocar. 

En los últimos años Panda le abrió las puertas al trap y recibió a Cazzu, Malajunta, Wos y Dakillah. En la consola los esperaba Dan Nisenson que reflexiona: “Hoy la música moderna es el rap y está hecha en una laptop; solo necesitás un buen micrófono y un pibe que la rompa”.

En uno de los pasajes del libro Jorge Rossi, que pasó por el estudio como bajista de Los Gardelitos  y después de Intoxicados relata: “Con Pity nos dimos cuenta que en las escaleras que suben hacia el comedor hay un descanso en el que, no sé si por una cuestión cuántica, física o mística, duerme un acople que quedó ahí. Si hacés totalmente silencio, escuchás un zumbido hermoso, que es como un fantasma. No sé de qué músico será, pero está ahí. Una noche lo escuchamos y dijimos ‘Naaaaah, estamos re locos’. Pero al otro día volvimos y se escuchaba ese ‘Tuuuuuuuuuu’”. Y se quedó ahí en el estudio de Floresta como, un sonido que Panda no quiere dejar ir.