CULTURA
Cumbres borrascosas

Romántica y realista

Este clásico de la literatura inglesa que se publicaba hace 160 años atrás, escrito por Emily Brontë (1818-1848), acaba de reeditarse en la Argentina. La vida y la obra de Brönte, muerta a los 30 años, sirvieron de material para teorías feministas, y con el tiempo su novela trascendió el campo de la literatura. Leída hoy, pueden descubrirse en el libro ciertos elementos que luego tomarían, hasta quitarles su potencia, las “ novelas rosa” del siglo XX.

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Marie Oberon y Lawrence Olivier en la versin cinematogrfica de 1939. | Cedoc

Hay libros que se reproducen en imágenes, que se popularizan en canciones, que se convierten en películas. Y que arrastran el mito de su autor, y los extienden en tiempos y lugares diferentes. Pocas obras logran esa acción precisa: situarse en el inconsciente de lectores volviendo familiares paisajes lejanos y situaciones ajenas. Como una sombra sutil y permanente, Cumbres Borrascosas parece ser la novela conocida por todos; incluso quienes no la leyeron saben algo de su historia, sus personajes, o pueden evocar sus escenarios. El título fue tomado por la cantante Kate Bush para un álbum y se filmaron numerosas películas basadas en la historia. Su legado en la historia de la literatura es incuestionable.

Si se usa el precario pero siempre entretenido método para detectar un clásico, Cumbres... pasa la prueba. Por ejemplo, ¿qué tienen en común, literariamente, el escritor Rodrigo Fresán y César Aira? Ambos mencionan a la novela inglesa, en entrevistas o libros, con grandes muestras de admiración. Desde su publicación, hace 160 años, el libro se convirtió en uno de los fundantes del concepto “ la novela decimonónica del siglo XIX”. Por generaciones, Emily Brontë fue la heroína mártir de miles de biografías.

Su vida tuvo los componentes necesarios –misterios y tragedias– para hacer el mito tan grande como la novela.

Brontë murió en 1848, al año siguiente de publicar la que sería su única novela. Tenía 30 años, uno menos que su querida hermana Anne, que murió con cinco meses de diferencia. Branwell, el único hermano varón, moriría tres meses después que la escritora, a los 31 años.

Al tiempo que crecía la fama de la novela, diversas biografías se centraron en la vida de aquellas hermanas, que se criaron en Yorkshire y, huérfanas de madre desde pequeñas, asistieron a la muerte de dos hermanas mayores, de 10 y 12 años.

El padre, un pastor bien instruido, creyó que a su hijo varón lo esperaba un destino lleno de éxito y sabiduría, e ignoró la obra que gestaban en secreto Emily y Charlotte. El proceso de mistificación se apoya en estas desventuras, bajo el postulado que explica, desde el sentido común, cómo el talento sobrevive en condiciones adversas y la tragedia es sublimada en una gran obra de ficción.

El análisis del contexto de producción de la obra llamó la atención de teóricas feministas que vieron en las hermanas Brontë un material exquisito a sus fines analíticos. La discriminación que sufrieron por parte de su padre a favor del hermano o el hecho de que la primera edición de Cumbres... fuera firmada con un seudónimo masculino son indicadores de la desigualdad sexual de la época. En el extremo, algunas autoras han sostenido que si la sociedad del siglo XIX trata a la mujer de manera impersonal, como si fuera una categoría vacía, son las escritoras quienes estuvieron especialmente motivadas para explorar y desarrollar una voz original.

Brontë no tuvo ningún tipo de celebridad en vida. Al momento de su publicación, Cumbres Borrascosas no fue bien recibida por lectores, ni críticos, que descalificaron la novela por la “intensidad de su sentimiento” y la “brutalidad de los personajes”. Pero es justamente en esos aspectos donde reside, sin embargo, parte de su atractivo: la turbulencia con que maneja a sus protagonistas, tan excesivos como complejos. Y también en su manejo de la narración, construida sobre una elaborada estructura de relatos enmarcados.

“Mamushkas”. El narrador es Lockwood, un inquilino que ocupará una de las casas del alejado páramo donde se encuentra Cumbres Borrascosas. El comienzo es potente, casi in media res: Brontë escenifica de inmediato un conflicto básico. El joven que llega para ocupar un nuevo hogar es tratado violentamente por Heathcliff, el dueño de casa. Todo se intensifica por la necesidad de aprender a convivir. Y en su deseo por comprender al maleducado propietario, Lockwood busca respuestas.

Brontë recurre a los relatos enmarcados para hacer crecer la tensión entre lo que ocurre en el presente –misterio que queremos develar– y el pasado. El narrador le pregunta a Elena, su ama de llaves, la historia del sombrío Heathcliff, y entonces la narración queda, durante varios capítulos, a cargo de la empleada. La figura del inquilino se desdibuja y pierde protagonismo a medida que se suman nuevas voces a través de cartas viejas o diálogos citados con el recurso de la cita fiel a cada parlamento.

Pero las preguntas de Lockwood no son, como las de Watson a Holmes, sólo una excusa para que se destaque la brillante elocuencia del otro, ni sirven únicamente para anoticiar al lector de la historia. Brontë construye a Lockwood –el personaje más olvidado de la novela– pleno de contradicciones, inteligente y ávido de descubrimiento. Sin embargo, el tiempo ha sobrevivido, sobre todo, a Catalina y a Heathcliff, que sirvieron para catalogar la novela como una “historia de amor”.

Antecedente de la novela rosa. Si se lee la novela hoy, es imposible no sentir ciertas resonancias. Lejos de su intención original, la sensación de familiaridad que provocan algunos pasajes está basada en una construcción posterior, gestada por los consumos culturales de géneros que proliferaron en el siglo XX. Publicada en la época del surgimiento del folletín, Cumbres Borrascosas contiene el germen de la novela rosa o, al decir de los semiólogos, del melodrama, que tuvo su esplendor en el siglo pasado. Entre los componentes más reconocibles se destaca el triángulo amoroso que se da entre Catalina, su marido Edgardo y su hermano adoptivo Heathcliff; la presencia del azar como motivador del avance de la trama –no hay un abuso de este elemento, que sí es determinante para la huida de Heathcliff, que toma esa decisión por escuchar una conversación ajena– y los consecuentes malentendidos, otra pieza fundamental de la novela rosa.

Las discusiones ásperas e interminables de los personajes, con parlamentos tan histriónicos como trágicos y líricos, se completan hoy por el recuerdo de telenovelas o escenas de Corín Tellado. “S i no puedo guardar a Heathcliff como amigo, si Edgardo ha de ser mezquino y celoso, ¡trataré de partirles el corazón, partiéndome el mío!”, dice Catalina, con su habitual iracundia. Pero los elementos que más tarde se convertirían en fórmula, con su sonido hueco de reiteración extrema, en Cumbres Borrascosas se presentan con un deliberado y atrapante salvajismo. Brontë complejiza el juego de antagonistas y no cierra a sus personajes a las opciones básicas del melodrama; no hay buenos y malos; hay personajes perdidos, sufrientes, perturbados. Heathcliff no es un héroe maltratado ni busca redimirse.

Obstinado, oscuro y violento, se aleja del héroe victoriano, caballero e instruido. Catalina tampoco es la típica protagonista pasiva y bondadosa. A mitad de camino entre el romanticismo y el realismo, la novela tiene pasajes alucinados, sueños terroríficos, y sus personajes, en mayor o menor medida, actúan por superstición, por miedo al castigo divino u odio a la religión, tema omnipresente. “ Sentía que Dios había abandonado allí la oveja descarriada a sus propios malvados extravíos, y que una fiera diabólica merodeaba entre ella y el redil, esperando la ocasión de arremeter y destruirla”, dice Elena.

La inclemencia del clima se solidariza con la tortuosa existencia de sus personajes. La soledad del páramo, el rugido aterrador del viento, armonizan con Catalina y Heathcliff: su mundo es desesperado, solitario, irracional. Sus acciones, al promediar la novela, están motivadas por el odio, la tristeza y la venganza. Entonces, cabría hacer la pregunta que invita a la relectura: ¿es realmente una novela de amor?