A los 78 años, falleció ayer en Río de Janeiro el escritor brasileño Sérgio Sant’Anna. El gran narrador carioca, que renovó la literatura de su país, se hallaba internado con un diagnóstico de coronavirus desde el 3 de mayo. Considerado un maestro del cuento, publicó también novelas, crónicas y poemas. En la Argentina, gracias a la editorial rosarina Beatriz Viterbo se conocieron dos de sus grandes libros: la novela Un crimen delicado y los relatos de El monstruo, ambos traducidos por César Aira (Sant’Anna, en una suerte de devolución de gentilezas, escribió un prólogo para la edición brasileña de Cómo me hice monja del escritor argentino). Relatos suyos fueron incluidos en antologías de las editoriales Corregidor y Emecé.
Había nacido en 1941 y, desde 1969 en adelante, publicó dieciséis títulos. Su casa editora, Companhia Das Letras, anunció que próximamente se lanzaría un nuevo libro de relatos del autor. Como Caio Fernando Abreu y João Gilberto Noll, Sant’Anna fue una de las fascinantes voces que modernizaron la escritura literaria en su país. “Escribir es mucho mejor que vivir”, declaró en una ocasión. Obtuvo el premio Jabuti de Literatura en cuatro oportunidades y algunos de sus libros, como Um Romance de Geração, fueron adaptados al cine.
Sant’Anna estaba internado en una clínica de Río y, aunque había mostrado signos de recuperación, murió en la madrugada del domingo. Después de la muerte de Rubem Fonseca, que tuvo lugar el 15 de abril, y de la de Luiz Alfredo Garcia-Rosa, el 16 del mismo mes, el deceso de Sant’Anna ensombreció aún más el panorama cultural brasileño. Ayer al mediodía, la expresidenta de Brasil, Dilma Rousseff, publicó un mensaje en su cuenta de Twitter: “El covid-19 nos priva de otro gran talento, el escritor Sérgio Sant'Anna. El cronista innovador, autor de tramas ingeniosas, fue merecidamente premiado y nos deja con una gran cantidad de admiradores. Brasil se empobrece culturalmente todos los días. Mis sentimientos hacia tu familia”. Escritores como Daniel Galera, Marco Lucchesi y Cristina Aragão (que definió a Sant’Anna como “un gigante de las letras”) destacaron su legado.
Se lució además como cronista, con columnas a medias ficcionales, a medias documentales, escritas para medios como Folha de S. Paulo, Estado de São Paulo, O Dia y Jornal do Brasil. “Brasil necesita más lectores que escritores –había declarado años atrás-. Prefiero las narrativas breves porque, además de que me liberan más rápido de la angustia, me permiten experimentar más”. En un YouTube, se puede ver y escuchar al escritor brasileño leyendo su libro favorito de Ricardo Piglia: Formas breves (https://www.youtube.com/watch?v=Xdrq6JIr08A). Sus temas iban del fútbol (era hincha de Fluminense) y la sexualidad a la violencia urbana y los misterios del arte. Uno de los títulos más hermosos de Sant’Anna, O concerto de João Gilberto no Rio de Janeiro, no se tradujo aún al español.
Su último cuento, “La dama de blanco”, fue publicado por la revista Época y se puede leer online. “Somos afortunados de que los apartamentos en nuestro edificio tengan balcones. Aunque pequeños, los balcones son una apertura al universo. Ahora, con la reducción del monóxido de carbono en la atmósfera, con muchos menos automóviles circulando en Río, varias estrellas se han vuelto visibles. Estoy pensando en comprar un telescopio por internet. Mientras tanto, contemplo el cielo a simple vista. Me emborracha no ser más que un pequeño ser en el cosmos. Pero lo que me impulsa a ir al balcón al amanecer, más que a las estrellas, es contemplar a la dama de blanco, que circula por el estacionamiento al aire libre a las tres de la mañana. Todos están dormidos y estoy feliz con eso, porque sin que nadie más la mire, es como si la dama de blanco me perteneciera exclusivamente a mí”, se lee al inicio de esta aventura erótico-narcótica de este escritor fascinante.