Los ahogados, de Benjamin Black, tiene algo de novela policial y algo –más profundo– de clima cerrado. Una joven aparece muerta en una playa al sur de Dublín. Se supone que fue un suicidio, pero el padre, un juez retirado, duda. Ahí entran Quirke y Strafford: un médico forense ya cansado, y un inspector que parece más incómodo que interesado. La escena está armada como si fuera una investigación, pero pronto se desarma: lo que aparece no es una trama, sino una niebla.
Black –seudónimo de John Banville– escribe sin apuro, sin tensión evidente. No hay vértigo. La escritura es contenida, sobria, casi distraída de sí misma. Algunos podrían sentir que por momentos se vuelve tediosa, que cuesta seguir el hilo. Y tal vez tengan razón. Pero esa deriva –esa cosa que se va desarmando– es también una apuesta. No por la intriga, sino por el modo en que lo opaco afecta a quienes lo rodean.
Por algo Black admira a Simenon. Y por algo los herederos de Chandler lo eligieron para escribir una novela con Marlowe como personaje. No porque se parezca a ellos, sino porque se detiene en lo que otros descartan: los gestos mínimos, la densidad de lo no dicho, los vínculos torcidos sin necesidad de un crimen espectacular. La novela avanza, sí, pero en zigzag, entre escenas suspendidas, conversaciones que se frustran, silencios cargados.
La muerte de la joven arrastra con ella una serie de sospechas apenas insinuadas: pactos entre la Iglesia, la policía y ciertas familias, un fondo de encubrimientos que nadie se anima a nombrar del todo. Pero Black no subraya nada. Deja que los indicios floten, como si los personajes mismos no quisieran saber demasiado.
Quirke y Strafford no encajan. No son compañeros ni enemigos, apenas dos hombres que se observan con cautela. El primero, huraño, alcohólico, curtido. El segundo, correcto, protestante, lleno de rigideces. Entre ambos se instala algo parecido al respeto, o al menos una forma de soportarse.
Los ahogados no quiere impresionar. No hay estilo en exceso, ni giros dramáticos. Pero queda una atmósfera. Una forma de mirar lo que no se resuelve. Y en esa mirada –incompleta, lenta, a veces frustrante– algo se sostiene. No tanto la historia, sino el modo de estar adentro de ella.
Los ahogados
Autor: Benjamin Black
Género: novela
Otras obras del autor: Las hermanas Jacobs; Quirke en San Sebastián; El secreto de Christine; Muerte en verano
Traducción: Antonia Martin Martin
Editorial: Alfaguara, $ 34.990