CULTURA
Entrevista

Veronica Cangemi cantó con Zubin Mehta y Gustavo Dudamel, y vuelve al Teatro Colón a 30 años de su debut

Este sábado la soprano interpretará obras de Mozart bajo la dirección de César Bustamante. El regreso a este escenario argentino representa para ella “un premio, una alegría inmensa e inexplicable”.

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Verónica Cangemi. | Facebook: @veronica Cangemi

Poner el aire en su lugar. la cantante lírica Verónica Cangemi vuelve al Teatro Colón. El aire se limpia, deja de a poco de ser el transporte invisible de un peligro y vuelve a ser el elemento vital que permite respirar y también el ingrediente fundamental de esa magia que se produce cuando alguien canta.

Este sábado 16 de octubre Cangemi se presentará junto a la Orquesta Estable del Teatro Colón para interpretar un concierto dedicado a Mozart bajo la dirección de César Bustamente y con el pianista Fernando Pérez. Una oportunidad única para volver a sentir la voz de esta soprano con más de 30 años de carrera, que lleva consigo la experiencia de haber estado en los mejores teatros del mundo.

Una dedicación que se gestó desde la cuna, ya que su madre era cantante de ópera y su tío era el poeta y referente del folklore cuyano Hilario Cuadros. La pequeña Verónica comenzó su acercamiento a la música a los 5 años, estudiando flauta y luego violonchelo, para rebelarse un poco de las expectativas de su madre, hasta que, solo por darle un gusto, se presentó a un concurso que transformó su destino.

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La joven se preparó con su madre sin demasiadas expectativas y ganó. Con el premio se fue a Londres becada por seis meses y allí estudió con Heather Harper, luego siguió con Renata Scotto, Elisabeth Schwarzkopf y muchos más. En 1987 llegó al Teatro Colón y a partir de entonces no hubo límites a la hora de seguir creciendo.
 
-¿Qué significa regresar al Colón después de todo este tiempo?
-Es como un premio, la emoción de volver a poder estar de nuevo en contacto con el público y no estar detrás de las computadoras para poder sentir esa sensación que es muy importante tanto para el público como para el artista, que se llama comunión. Ese ida y vuelta de la energía de lo que una entrega en un escenario. Si bien yo no paré porque actué en el Sodre (el Auditorio Nacional Doctora Adela Reta) en Uruguay en octubre del año pasado y también actué en Europa en el verano, volver es una gran alegría y más con este repertorio.

-¿Qué recuerda de la primera vez que actuó en el Teatro Colón?
-Fue en 1987 hice un concierto de Mozart, que fue con la Fundación Wagneriana, yo era muy jovencita y la verdad es que fue maravilloso para mí debutar tan joven en el Colón. Con Sergio Renán que hice Bodas de Fígaro y después Don Giovanni -ambas de Mozart- en el año 1991. Pero el primero fue inolvidable, recuerdo desde qué vestido tenía y dónde estaba parada, fue muy emocionante.

Construir con el error y los miedos

La cantante respondió también acerca de algún arrepentimiento o cosas que hubiera preferido hacer de otra manera. Con toda seguridad dice que no. “Si el resultado de todo lo que viví es estar donde estoy ahora, no cambiaría nada, porque de los errores aprendí”. En cuanto a esos primeros temores de enfrentarse a públicos y directores muy exigentes explica: “El miedo está hasta que uno entra en escena y uno siente que se puede, el tema es transformar ese miedo en adrenalina y esa adrenalina en emoción y en expresión, ese es el gran desafío del artista”.

-¿Cuáles son los momentos que más atesora de su carrera?
- Uno de esos momentos fue mi debut con Zubin Mehta haciendo Don Giovanni y el momento en que llegué a La Scala de Milán con Gustavo Dudamel, este joven que salió de Venezuela y hoy es el director de la Ópera de París. Pero, sin duda, mi gran momento fue mi debut con Zubin. También atesoro mi primera ópera de Don Giovanni en el Colón y también la producción discográfica que fue la que me llevó a tener más premios que se llama Ariodante de Handel con la casa discográfica dirigida por el francés Marc Minkowski, que es lo máximo a lo que uno puede aspirar.

Desde el prejuicio, al imaginar una artista tan exquisita y disciplinada, uno puede suponer que no hay lugar en su vida para otra cosa que no sea su profesión. Sin embargo, su familia es su prioridad, Sus hijos Joaquín y Manuel también se dedican a la música uno de ellos es tenor y otro guitarrista de jazz y con su pareja, el empresario Gustavo Grobocopatel, están preparando juntos un disco de canciones folclóricas cuyanas.

“Un día perfecto es un día de familia con los chicos, con mi pareja, sabiendo que el resto de mi gente está bien y disfrutando la vida, no solo el arte forma parte de mi mundo, sino también el equilibrio entre ser humano y artista”, subraya. 

Gestión cultural y otros proyectos

La soprano aprovechó el tiempo de pandemia para formarse y preparar proyectos de promoción del arte, puntualmente de su área, la ópera, mientras que Gustavo Grobocopatel creó un espacio de encuentro llamado “Diáspora argentina” en el que confluyen profesionales, empresarios, artistas argentinos y ponen en común estrategias y propuestas para enriquecer el país. “No es que nos fuimos del país y dejamos de pensar en él”, dice Verónica que actualmente vive en Uruguay y destaca su deseo y el de su pareja de seguir apostando a su tierra de origen.

Una de las metas próximas de Verónica es lanzar un concurso que brindará la oportunidad a los latinoamericanos de ser escuchados por directores de teatro del mundo. “Lo haré en mayo del próximo año, el premio no será solo económico, sino que será una posibilidad para el comienzo de una carrera internacional, el objetivo es estimular y ayudar a los jóvenes de Latinoamérica”.

La cita para reencontrarse con su voz y con la música en vivo es el sábado 16 a las 20 con un concierto dedicado a la obra de Mozart, como aquella primera vez, hace más de 30 años.

CP