OPINIóN
Polémica

La censura: de Bomarzo a Theodora

La prohibición de la ópera Bomarzo a mediados de los 60 y los reclamos de censura del oratorio “Theodora” de Handel más de seis décadas después en el mismo ágora cultural, el Teatro Colón de Buenos Aires, es representativo de esa trama entre cultura y censura.

theodora
La Conferencia Episcopal consideró a la obra "una pretendida expresión artística" en la que "se bastardearon y blasfemaron la fe y la religiosidad". | CEDOC

La historia de la cultura es también una historia de la censura, un registro de negociaciones solapadas o explícitas entre los productos culturales y el control del Estado. No hay sociedad que se evada de estas relaciones peligrosas, de estas transacciones entre el poder y el texto, entre el aparato del Estado y la variada serie de los discursos culturales, escribió con razón Andrés Avellaneda en su texto Censura, autoritarismo y cultura: Argentina 1960/1983.  

La trama que subordina la libertad de expresión a la preservación de ciertos bienes o tradiciones y que exige que la cultura solo debe respetarse en cuanto esté puesta al servicio de determinados valores morales o religiosos, es una constante que “revela el modo en que ambas -cultura y época, texto y realidad- se articulan entre sí, y a su vez, con ese discurso que se llama censura”. La prohibición de la ópera Bomarzo a mediados de los 60 y los reclamos de censura del oratorio “Theodora” de Handel más de seis décadas después en el mismo ágora cultural, el Teatro Colón de Buenos Aires, es representativo de esa trama y de una continuidad histórica.

Repudio de intelectuales a la Conferencia Episcopal Argentina por su crítica a "Theodora"

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En el Decreto 8276 de junio del año 1967 el Intendente de facto de la Ciudad de Buenos Aires, coronel retirado Eugenio Schettini, durante la dictadura de Onganía, prohibía la representación de la ópera Bomarzo con música de Alberto Ginastera y textos de Manuel Mujica Láinez. Decía: “la referencia obsesiva al sexo, la violencia, y la alucinación… (hacen que) desde el punto de vista de la moral pública resulta inadecuada la representación de la mencionada obra para ser ofrecida a la población de la ciudad de Buenos Aires”.

Los argumentos del censor siempre son avalados y reclamados por instituciones privadas que se auto designan “representantes”. “guardianes” y “protectores” de esa moral pública y que perviven en el tiempo. La censura a Bomarzo tuvo el apoyo explícito de Corporación de Abogados Católicos, que invocando al Concilio Vaticano II y su “Decreto sobre los medios de comunicación”, aprueba la siguiente “enseñanza”: “todos deben respetar la primacía absoluta del orden moral objetivo puesto que es el único que supera y congruentemente ordena todos los demás órdenes de las realidades humanas, sin excluir al arte”.

Ahora, la Corporación de Abogados Católicos hizo público un pedido de renuncia del Ministro de Cultura de CABA por la puesta en escena de “Theodora” y por otras obras, por considerarlas “ofensivas a la Santísima Virgen María”, como la muestra “Amar, Luchar, Vivir” en el Centro Cultural Recoleta.

El abucheo a Mercedes Morán demuestra un innegable hecho de intolerancia, que confunde roles: es como si nos hubiésemos enojado con Marlon Brando por su interpretación de Don Corleone

Del mimo modo, el presbítero Eduardo Pérez, afirmó que “yo soy el sacerdote que el viernes 30 de setiembre pasado, juntos con muchos otros, abucheó la libre interpretación (sin nada de libre) del oratorio “Theodora” de Handel. Personalmente fui herido en mis sentimientos como cristiano, como sacerdote, como hombre de la cultura y como ciudadano que pagas sus impuestos”.

Es incompatible con una sociedad democrática que determinados actores e instituciones se conviertan en “garantes” de la moral pública, se arroguen la potestad de erigirse en evaluadores excluyentes de una obra de arte y de su adaptación y asuman la calidad de censores de lo que debemos ver, escuchar o leer. El discurso de la censura es profundamente elitista: descansa en la creencia de que algunos son capaces de discernir entre lo verdadero de lo falso, lo bueno de lo malo, lo lícito de lo prohibido. Tampoco el pagar impuestos legitima, como alega el sacerdote, ningún poder de “veto” cultural a la sociedad civil: todos, incluídos los no creyentes, sostenemos y subsidiamos con nuestros impuestos a templos y colegios religiosos y a ninguno se nos ocurre impedir o censurar homilías y sermones ni privados ni públicos.

El abucheo a Mercedes Morán demuestra un innegable hecho de intolerancia, que confunde roles: es como si nos hubiésemos enojado con Marlon Brando por su interpretación de Don Corleone. Lo verdaderamente grave y lo que subyace, sin embargo, son los intentos de censura, de condicionar la esfera pública y la libertad de expresión.

 El discurso de la censura es profundamente elitista: descansa en la creencia de que algunos son capaces de discernir entre lo verdadero de lo falso, lo bueno de lo malo, lo lícito de lo prohibido.

En la Argentina ha persistido una línea “integrista conservadora” que junto a Bomarzo buscó censurar las películas Los cuentos de Canterbury de Pier Paolo Passolini (1974), El último tango en París (1976), Regreso sin gloria (1982) y ya en plena democracia, aduciendo motivos "anti religiosos" una institución quiso prohibir la exposición del artista plástico León Ferrari que la justicia impidió y dijo: “Ante la dimensión crítica del arte es posible una diversidad de reacciones emocionales e intelectuales, pero ninguna justifica impedir la expresión artística del otro. Cuando se prohíbe dicha expresión se entra al ámbito de la censura, que no es más que una forma de violentar la libertad de conciencia y, en definitiva, de imponer al otro una creencia, una idea o un valor”. 

La libertad de expresión nunca puede estar subordinada a preservar ciertos “valores trascendentes” que deciden paternalistamente sectores sociales o de poder en función de determinada concepción del “bien”, sea por motivos morales, religiosos o políticos. Hace tiempo el ex Juez de la Corte Suprema Enrique Petracchi dijo: "el ejercicio de la libertad de prensa no es una concesión de las autoridades, sino un derecho inalienable del pueblo. Yo creo en esos principios porque constituyen el baluarte y antídoto contra todo abuso de autoridad".

El escritor y poeta rosarino Alberto “Gary” Vila Oritz escribió que la sociedad ha practicado la censura y la represión sobre tres aspectos esenciales de la actividad humana: la sexualidad, el pensar político y la creación artística, y parafraseando Roland Barthes, sobre aquello de que si “algo me molesta lo eliminamos”, terminaba con un consejo que podríamos adoptar como “remedio” democrático: “lo que hay que hacer para evitar los gérmenes de la intolerancia y la censura es pluralizar desenfrenadamente... Eso, pluralizar hasta la desmesura”.

*Doctor en Derecho. Profesor de Grado y Posgrado en la Facultad de Derecho de la UNR.