OPINIóN
Cultura política

“Bomarzo”, un escándalo político

Acerca de la ópera prohibida por Juan Carlos Onganía que pudo ser presentada en la Argentina cinco años después de su estreno.

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Ópera “Bomarzo” | Teatro Real

Un día como hoy, 19 de mayo, del año 1967, se estrena mundialmente la ópera “Bomarzo” en el Lisner Auditorium de Washington, ante una audiencia calculada en un millar de personas. Basada en la novela del mismo nombre, a la que se le había otorgado el Primer Premio Nacional de Literatura, su autor es Manuel Mujica Láinez, y la música de Alberto Ginastera.

Dicho estreno constituye, según el Boletín Oficial emitido el 14 de abril “un importante acontecimiento para la cultura argentina; que resulta conveniente aprovechar esta ocasión para auspiciar el viaje de Mujica Láinez y Ginastera, cuya presencia dará mayor relieve a la representación precitada. Que es asimismo conveniente que ambos pronuncien conferencias sobre los aspectos literarios y musicales de su respectiva competencia, acrecentando de ese modo el propósito de resaltar las más altas manifestaciones de la cultura argentina. Que por último resulta oportuno asignar a las altas personalidades que representarán en el extranjero las posibilidades creadoras de nuestro pueblo, el rango diplomático que exteriorice el respaldo del Estado Nacional a las empresas culturales”.

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Mujica Láinez narra en primera persona la vida de Pier Francesco Orsini, duque de Bomarzo, un personaje del Renacimiento italiano en conflicto con los valores sociales, humanos y teológicos de su tiempo. Desde la infancia hasta su muerte, casado con una sobrina del papa, educado con los Médicis, culto, ingenioso, extravagante y amoral quien, a punto de morir, revive escenas de su siniestra y angelical vida marcada por su enojo, su joroba y su afán de inmortalidad, que le había sido marcada por un astrólogo.

En la ópera, desarrollada en quince cuadros separados por interludios instrumentales, prevalecen el erotismo y la sensualidad; el incesto en los palacios, en las familias y hasta “en los propios grados pontificales”; el maquiavelismo en las relaciones del poder político, la traición y el crimen con una naturalidad que no debe asombrar al lector, porque en aquel tiempo las cosas sucedían así”:

Lo vimos separándose de sus esbirros, hasta de ese húngaro que jamás se apartaba de su lado; entrando en el palacio que nos había albergado a Maerbale y a mí, durante nuestra última estada en Florencia, y que habitaba Lorenzaccio; tirándose vestido en el lecho, a aguardar a la esquiva pronta a ceder, y recibiendo, medio dormido, la primera cuchillada de su primo que, transfigurado, saltaba sobre él como un demonio. Lo vimos defendiéndose con un escabel por escudo; brincando, debatiéndose, sacudiéndose, hurtando el cuerpo en un baile mortal, mientras su sangre salpicaba en torno las paredes, como si fuera una siembra que arrojaban al voleo; mordiendo con rabia la mano de Lorenzino, hasta que casi le arrancó el índice y doblándose bajo las estocadas implacables, en tanto que el escurridizo Médicis y un valentón a sueldo le daban caza como a un animal cercado, en la cámara que apenas iluminaba una bujía sola, puesta en el suelo. Lo remataron, lo cubrieron con el pabellón de la cama, y se dieron a la fuga.

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Asisten al estreno Hubert Humphrey, vicepresidente de los Estados Unidos y destacados congresistas, funcionarios de organismos internacionales, diplomáticos extranjeros, el embajador argentino, Álvaro Alsogaray, el canciller, Nicanor Costa Méndez, Leonor Hirsch de Caraballo de “Amigos de la Música”, Jeannette Arata de Erize del Mozarteum Argentino, Jorge D’Urbano de la revista “Panorama” y Alberto E. Giménez del diario La Nación, entre otros.

El Presidente de la Nación, el general Juan Carlos Onganía, hace llegar una felicitación a los autores y a sus colaboradores por el éxito obtenido. Sin embargo, el estreno de “Bomarzo” en Argentina, programado para el 4 de agosto del mismo año en el Teatro Colón, no se lleva a cabo por los siguientes motivos contenidos en el decreto Municipal N° 8267 del 14 de julio:

“Sin entrar a juzgar los valores artísticos de la obra ni los méritos relevantes en el ámbito musical y literario de sus autores, fuera de toda discusión, desde el punto de vista de la tutela de los intereses de la moral pública resulta inadecuada la representación de la mencionada obra para ser ofrecida a la población de la Ciudad de Buenos Aires. Que a raíz del estreno de “Bomarzo” en Washington, esta Intendencia Municipal recién pudo tomar conocimiento cabal de los aspectos característicos de dicho receptáculo, en cuyos quince cuadros se advierte permanentemente la referencia obsesiva al sexo, la violencia, y la alucinación, acentuada por la puesta en escena, la masa coral, los decorados, la coreografía y todos los demás elementos concurrentes como lo han destacado con crudeza manifestaciones de los propios autores y la crítica del periodismo internacional.”

El propio Onganía le comunica al Intendente de la Ciudad de Buenos Aires, coronel Eugenio Schettini, que no que no quería saber nada con “Bomarzo”, que la quitara de la programación, retractándose del apoyo que su propio gobierno había dado para su estreno mundial en los Estados Unidos. Se recuerda que poco antes de suspender “Bomarzo” se había estrenado en el Teatro Colón una versión de La Consagración a la Primavera”, de Igor Stravinsky, realizada por el ballet de Maurice Béjart, con una coreografía con bailarinas semi desnudas, que espantaron al general Onganía y su esposa, quienes, para su desdicha, habían invitado a dicho evento a los príncipes de Japón Akihito y su esposa Michiko.

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Dicho malestar es compartido por el cardenal Antonio Caggiano, arzobispo porteño: ‘El libreto está escrito como si no existiera la ley moral. Siento una gran pena al comprobar que, en este caso, el arte de personas tan bien dotadas puede exaltar las pasiones más innominables y presentarlas ante un público que aplaude una visión horrenda de abyecciones morales que no quiero nombrar.”

Estas posturas morales, con fundamentos en la defensa de la unidad familiar, el no desquiciamiento de la sociedad y en que la gente no está preparada para este tipo de espectáculos, si bien pueden gozar de cierta aprobación pasiva en amplios sectores,caen mal en la vanguardia cultural de costumbres e ideas liberales y modernizadoras.

La no predisposición del Gobierno al pluralismo y a la formación de una cultura democrática, y hasta la falta de humor del Presidente pueden verse en mínimos detalles: clausura la revista “Tía Vicenta”, dirigida por Juan Carlos Columbres, Landrú, que lo caracteriza como una morsa; luego hace lo mismo con la revista “Primera Plana”. Le molesta que le critiquen la prohibición de películas (“El silencio” del sueco Ingmar Bergman y “Blow-up” del italiano Michelángelo Antonioni); las ocurrencias de Tato Bores en la televisión afirmando que "Bomarzo" era una palabra obscena no apta para todo público; y sus “veleidades monárquicas” por llegar a la inauguración de la XXIV Exposición Internacional de Ganadería, Agricultura e Industria en una carroza que en 1910 había sido usada por la infanta Isabel.

Lo que acontece en las esferas del poder se extiende a la vida cotidiana. Las fuerzas policiales se dedican a vigilar a quienes entran en los hoteles alojamiento, persiguen a los músicos de rock, a las chicas con minifaldas, imponen el corte de pelo en las comisarías a los jóvenes que con sus largas melenas, se identifican con sus ídolos musicales, los Beatles y los Rolling Stones.

Finalizando, se puede decir que los éxitos de las políticas paternalistas tienen patas cortas y la creatividad artística termina imponiéndose. “Bomarzo”, ese hecho estético cuya censura se transformó en un escándalo político, pudo estrenarse en abril de 1972 en el Teatro Colón con música de Alberto Ginastera y coreografía de Oscar Aráiz, siendo presidente de la Nación el General Alejandro Agustín Lanusse.