La carrera de Julio Lamas como entrenador de básquet no se detiene. Su extensa trayectoria, que comenzó a principios de los 90 de la mano de León Najnudel en Sport Club de Cañada de Gómez, tiene un nuevo capítulo. El lugar es Japón, país de escasa tradición basquetbolera que volverá a disputar un Mundial (31 de agosto al 15 de septiembre en China) tras 13 años. El responsable, un argentino.
“Es una experiencia fantástica estar en Japón. Estoy aprendiendo, como persona, más de lo que me imaginé antes de ir allá. También como entrenador ha sido el desafío más grande de mi carrera. No por lo deportivo, sino como líder de personas. Antes de viajar veía como problema el idioma. Tuve que conocer el básquet y la cultura de Japón para la gestión. Todo es distinto a comparación con la Argentina”, cuenta Lamas en una entrevista exclusiva con PERFIL. El DT, de 54 años, cuenta con un traductor full time y otros dos asistentes que hablan en inglés durante los partidos.
—¿Con qué te encontraste en Japón y cuáles fueron los desafíos?
—En lo deportivo, cuando llegué a Japón, en 2017, el seleccionado estaba en el puesto 52 del ranking mundial FIBA y tenía un plan de reordenamiento con el objetivo de buscar un impulso con los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 y el Mundial 2023, que tienen como una zanahoria. Después de los primeros meses de trabajo tuve que hacer una actualización en la talla de los jugadores, subir el promedio de estatura y el nivel atlético. En cuanto a la ciudad, debo decir que Tokio es fantástica, moderna, segura, limpia, con tecnología aplicada a la vida. Adaptarme a esa cultura de trabajo ha sido un desafío. Estamos conversando para extender el contrato para los Juegos Olímpicos.
—¿Qué expectativas tenés para el Mundial?
—No hemos ligado en el sorteo (jugará ante Estados Unidos, Turquía y República Checa). Pero significa un reto. Japón nunca le ganó un partido en la historia a un equipo europeo. Vamos a prepararnos de la mejor manera y competir de igual a igual. Japón tiene una liga profesional de tres años de creación, la B-League, con un alto nivel en lo que tiene que ver con la organización, sponsoreo, cantidad de público y comercialización.
—¿Y a nuestra selección cómo la ves?
—A Argentina le ha ido bien en el sorteo (Rusia, Nigeria y Corea del Sur), pero ahora hay que jugar. No hay partidos sencillos en los mundiales. Con el nivel que tuvo en las eliminatorias y la AmeriCup, el equipo puede meterse entre los mejores ocho del mundo. Soy optimista. Además, la Selección no tiene deudas ni internas ni externas.
—Después del retiro de Manu Ginóbili no quedaron argentinos en la NBA, ¿creés que volveremos a tener jugadores en esa liga?
—Va a depender de que algún entrenador pueda darle alguna oportunidad. Para mí Facundo Campazzo, Luca Vildoza o Gabriel Deck están en una posición de poder jugar en la NBA.
—Hiciste debutar a Ginóbili en el Mundial de Grecia 98, ¿creías que podía llegar tan lejos?
—Hacerlo debutar fue fácil. El mérito fue de él. En ese momento vi a un jugador bastante completo en sus características tácticas, técnicas y físicas. Tenía una energía, un fuego extra que me hacía pensar que estaba para grandes cosas. No imaginé que para tanto, para llegar a la luna, ser casi MVP en una final de la NBA o que le retiraran la camiseta. El abanico de habilidades y de virtudes de Ginóbili lo hace único, con el agregado de que lo hizo durante veinte años seguidos. Entonces, estamos hablando de una leyenda del deporte. El jugador perfecto no existe, pero yo no le encontré ningún defecto.
Club de amigos. A la selección de fútbol se le critica el poder que tienen los máximos referentes del equipo a la hora del armado del plantel o de las decisiones tácticas. Pasó en el último Mundial de Rusia, donde parecía que el equipo lo manejaban Messi y Mascherano, y no Sampaoli. A Lamas le tocó dirigir a estrellas con personalidad como Scola, Ginóbili, Nocioni u Oberto, pero nada de eso ocurrió en el básquet.
“Las selecciones de básquet funcionaron con tres entrenadores desde 1997 hasta acá. Tuvo un esqueleto de cinco o seis jugadores fundamentales de 1999 a 2016. Ellos se manejaban como equipo dentro de la cancha y muchos de ellos eran amigos. Tiramos todos para el mismo lado. Las estrellas eran ellos, pero nunca hubo autogestión; siempre respetaron el rol del entrenador. Nunca sugirieron un técnico ni ningún jugador. Me imagino que en la selección de fútbol tampoco. Lo que pasa es que no nos bancamos haber perdido la final de la Copa América o el Mundial”, reflexiona Lamas.
El nuevo gigante. La Liga Nacional y el básquet de América tienen un dominador absoluto, San Lorenzo de Almagro. Lamas conoce a la perfección la estructura del tricampeón argentino y bicampeón continental. “Es el equipo a vencer y es el que está marcando una época. Como Ferro al comienzo, como Atenas o Peñarol después. La dimensión del club más el empuje de Marcelo Tinelli, que es un amante del deporte y le dedica mucho tiempo al proyecto, hacen que todo el tiempo tengan objetivos nuevos”, explica el DT campeón con el Ciclón en 2016 y 2017.
“Todos los equipos fuertes de la Liga que dominaron han tenido sus presupuestos. Esto es una actividad profesional y no juega quien quiere sino quien puede. Hay que tener recursos. La entrada de San Lorenzo se hizo a gran velocidad. Construyó una cancha, armó la cantera. Lo que en otro equipo tarda diez años San Lorenzo lo hizo en dos o tres”, remarcó.
En la Casa Blanca. En 2003 Lamas fue contratado por el Real Madrid, donde vivió una etapa corta pero inolvidable. El técnico tuvo la oportunidad de compartir una mesa con notables figuras de la institución en el almuerzo de fin de año. “A mí me tocó comer con Florentino Pérez, a la derecha Alfredo Di Stéfano, Miguel Queiroz y los tres vicepresidentes. Di Stéfano me decía: ‘Comé pibe, ¿no te gusta el arroz?’. Me hablaba como si estuviera en Caseros”, recordó.
Lamas retrató otra anécdota con la Saeta Rubia, en el Bernabéu. “Di Stéfano en Madrid era como un dios. El alcalde de la ciudad le decía ‘Don Alfredo’. Vi un partido contra River en el palco presidencial con él. Ese día el rey rompió el protocolo y le dio un abrazo”.