En el microclima de las redes sociales, un ámbito que mueven apenas un centenar de personas pero pretende ser representativo de un todo, Víctor Blanco muchas veces se convierte en un meme fácil: pasa de estadista a ineficaz en cuestión de minutos. Sin embargo, en el más complejo y zigzagueante fútbol argentino, el presidente de Racing consiguió con el tiempo que lo definieran con derivados de otra palabra: la de la astucia.
Porque si hay algo que Blanco hace bien desde que asumió en Racing hace casi una década, es salir airoso de situaciones incómodas. El viernes a la noche, cuando ese microclima empezó a apuntarle porque la interna de la barra brava había generado que el Gobierno de la provincia de Buenos Aires decidiera cerrar las puertas del Cilindro, Blanco lo revirtió, un poco por sus gestiones, y otro poco por sus contactos.
En ese ida y vuelta confuso actuaron varios actores centrales de la política nacional. Y si el ministro Sergio Berni –cansado de la dilación por parte del club y conociendo los enfrentamientos a los tiros del martes por la noche en Villa Corina, el barrio de Los pibes de Racing– había decidido que se jugara a puertas cerradas, el que se asomó en las negociaciones para abrirlas nuevamente fue el intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi.
De acuerdo a quien se le consulte, la aparición de Ferraresi se debió a un llamado de Blanco o a uno de Máximo Kirchner. Con los dos, Blanco mantiene una relación que mejora año a año. Después de algunos cortocircuitos propios de las tensiones con la municipalidad, con el jefe municipal selló su vínculo cuando Racing dio el estadio para un acto de Cristina Fernández de Kirchner. Ferraresi se lo había pedido en un contexto que aún hoy valora: era 2017, gobernaba Mauricio Macri en la Nación y María Eugenia Vidal en la Provincia, y Blanco aceptó un pedido que venía desde lo más puro del kirchnerismo.
Con Máximo, la relación está mediada no solo por el aspecto político, sino por el fútbolístico o pasional. En el peor momento de Blanco al frente del club, unos meses después de la salida de Diego Milito como secretario técnico, el diputado nacional del Frente de Todos salió en el programa de radio Pasaron Cosas a respaldarlo: “Creo que la administración de Blanco ha sido más que correcta en Racing”, sentenció, luego de dar algunos ejemplos de porque pensaba eso. Casi al mismo tiempo, pero en forma privada, Blanco había recibido el apoyo del jefe de Gobierno porteño y precandidato presidencial, Horacio Rodríguez Larreta, otro hincha de Racing como Máximo. En todo este tiempo, Blanco nunca mostró demasiado sus cartas, lo que le permitió evitar ciertas ataduras binarias referidas a la política.
Esa misma estrategia llevó a la Asociación del Fútbol Argentino. Nunca lejos del presidente Claudio “Chiqui” Tapia, pero tampoco distanciado de adversarios ocasionales como Marcelo Tinelli o Rodolfo D’Onofrio, Blanco hizo equilibrio cuando todo era guerra. En tiempos paz y de Tapia empoderado, eso tiene otro valor.
Todavía hay quienes aseguran que la participación de Racing en la Copa Internacional Al Ain, que finalmente le ganó a Boca en Abu Dhabi, es parte de una influencia de Blanco en la mesa de la AFA. Y si bien siempre quedará la duda o la intencionalidad, lo que está claro es que el presidente de Racing aprovechó ese viaje para hacer que Racing se posicionara en el poderoso y cada vez más codiciado círculo árabe. Por eso se reunió con Aref Hamad Al Awani, secretario general de Abu Dhabi Sports Council, y Abdulla Naser Al jneibi, vicepresidente de la Asociación de Fútbol de Emiratos Árabes Unidos y presidente de la UAE Pro League. El objetivo fue generar nuevos ingresos para el club.
En ese aspecto, los ingresos económicos, Racing puede jactarse de estar ordenado como casi ningún otro club. Vende bien –la reciente transferencia de Alcaraz a la Premier League lo valida– y sus últimos balances arrojan un superávit. “El único problema real en el club es la barra”, le confían a PERFIL. Pero no es solo eso: el encargado de la Seguridad en el club, Roberto Torres, tiene demasiados vínculos con un sector de los violentos que, otra vez, disputan el control de una tribuna cada vez más cotizada. En ese ítem de su gestión, Blanco no puede mostrar ningún resultado positivo.