Empezó la temporada para San Lorenzo y la misión es mucho más difícil que en las anteriores. ¿Por qué? Básicamente porque tiene que saltar hacia otro estadío, cambiar de página: pasar de la posición conservadora (que le rindió, pero que ya terminó) a la audacia. No conformarse con sumar sino con protagonizar. Y ese objetivo tuvo un pésimo comienzo. Porque en el debut de la Copa de la Liga, el equipo del Gallego Insúa perdió 2-0 ante Lanús.
El Nuevo Gasómetro, que estaba casi lleno y se había ilusionado con un año distinto, con la Copa Libertadores en el horizonte y una nueva dirigencia en la institución, volvió a recordar los viejos y no tan lejanos tiempos. No hubo insultos, pero sí fastidio y algún reclamo firme en forma de canción. Toda una advertencia.
Lanús lo ganó sobre el final con un Walter Bou en llamas: el flamante delantero granate marcó por duplicado, a los 40 y 46 minutos del segundo tiempo, para darle el triunfo a su equipo. En los dos goles tuvo la participación clave y exquisita de Jonatan Torres, que había entrado en el complemento y le sirvió la pelota a Bou de espalda, en dos toques que clarificaron todo.
¿Hubo algunos puntos altos en el Ciclón? Muy pocos. Adam Bareiro, ovacionado por la hinchada porque finalmente se quedó en el club, no pudo ser lo punzante que es habitualmente. Y más allá del juego sólido –y a veces intrascendente– en el mediocampo, al local le costó explotar las bandas con Elián Irala y Agustín Giay, mientras que a la visita le sucedió lo contrario: encontró sus mejores acciones por los costados, pero le costó ser profundo.
Bareiro con un remate forzado y Gastón Campi con un cabezazo protagonizaron las situaciones más peligrosas para San Lorenzo, mientras que Nery Domínguez y Felipe Peña fueron las mejores cartas para Lanús en un primer tiempo de bajo vuelo.
En el complemento, el dominio estuvo del lado del equipo de Boedo en los primeros minutos, aunque no pudo ser profundizar en los últimos metros. Un mal que arrastra de la temporada pasada. De hecho, ahí llegó el “movete, Boedo movete” desde las tribunas, apagado (o agudizado) por el primer gol de Bou. La canción fue un pedido de mayor protagonismo que, si no se logra en los próximos partidos, puede convertirse en algo bastante más hostil.
