En una década, a fuerza de la diplomacia del dinero, Qatar logró lo que se propuso: ocupar el centro del mundo del fútbol, tener a los mejores jugadores en un mismo equipo y organizar un Mundial. Pero para entender esta historia hay que ir bastante más atrás.
En 1990, Kuwait fue invadido por Irak. Poco después, el Estados Unidos de George Bush padre, con el apoyo de la ONU, se lanzaba a la Guerra del Golfo. Qatar comparte con ese Kuwait varias de sus características: tiene petróleo, es pequeño, tiene pocos habitantes y es escandalosamente rico. Los dirigentes de ese país pensaron que, para evitar los errores de su vecino, la clave estaba en la diplomacia y en una clara alianza con los países occidentales. Y los qataríes, populares porque hablan con fluidez el lenguaje universal del dinero, demostraron que les interesaba hablar otro lenguaje universal: uno redondo, que vuelve loco a casi todo el mundo.
Ahora son Lionel Messi, Neymar, Mbappé, Paris Saint Germain y el Mundial 2022; antes, Diego Maradona, Zlatan Ibrahimovic y el Barcelona. Los vínculos de los petrodólares qataríes con los grandes nombres es interminable y se construyeron en una década. Qatar cree que su red de alianzas puede actuar como escudo el día que tenga problemas. En la diversificación de inversiones que comenzó el emirato del Golfo Pérsico, el fútbol no es una de las actividades más rentables, pero le da una proyección mundial y mediática incomparable.
Todo tiene precio. El primer desembarco rutilante del dinero qatarí en el fútbol se firmó a principios de 2011. En una crisis anterior a la actual, el entonces presidente del Barcelona, Sandro Rosell, aceptó ponerle precio a la camiseta blaugrana, que históricamente no tenía publicidad: 240 millones de dólares a pagar en cinco temporadas, un número que cambió los principios de la institución. El dinero lo puso la Qatar Foundation, una institución sin fines de lucro que dice dedicarse “a la educación, la ciencia y el desarrollo”.
El fútbol no es una de las actividades más rentables, pero le da una proyección mundial y mediática incomparable
Como toda institución del pequeño emirato, la fundación está compuesta por varios representantes de la familia real que, a la vez, son funcionarios del gobierno. Quien generaba mayor polémica en aquellos días era Yusuf al-Qaradawi, un teólogo islamista que auspiciaba las becas de estudio de la Facultad Qatarí. El egipcio tiene un programa en la cadena qatarí Al-Jazeera, la más popular del mundo árabe, que se llama La Sharia y la vida. Las frases de Al-Qaradawi son elocuentes. Sobre la homosexualidad, aseguró: “Es una práctica depravada, inaceptable para el islam y merece la pena de muerte”. Sobre las mujeres, dijo: “Gracias a su habilidad natural, el hombre es el jefe de la familia. La mujer debe obedecer y cooperar”. Sobre los judíos, afirmó: “Alá castiga a los judíos por su corrupción. Hitler fue enviado para ponerlos en su lugar”.
Israel le había pedido al presidente del Barça, luego de mostrarle reportes sobre la supuesta financiación de la Qatar Foundation a Hamas, que no firmara el contrato. La fundación qatarí, por su parte, le había exigido explicaciones a Barcelona porque Gerard Piqué y Shakira estuvieron de vacaciones en Jerusalén y al número 3 del equipo catalán se lo vio portando una kipá apoyado sobre el Muro de los Lamentos.
El prólogo de Messi en la ciudad luz. Un mes antes de la designación de Qatar para organizar el Mundial 2022, el entonces presidente francés, Nicolas Sarkozy, recibió al príncipe heredero de Qatar, el sheik Tamim al-Thani. El mismo día, el presidente vio a Michel Platini, el expresidente de la UEFA, para pedirle que votara por el emirato para 2022.
Meses después, el fútbol volvió a unir a los gobiernos. En este caso, Sarkozy, hincha del Paris Saint Germain, buscaba financiamiento para su equipo, y quien apareció para comprar el 70% del PSG y sacudir el mercado europeo fue el príncipe heredero en persona. Así, Tamim al-Thani sumó otro cargo a los de presidente de la Organización del Mundial 2022, presidente de QIA (Autoridad de Inversiones Qataríes), presidente del consejo Supremo de Educación y comandante en jefe adjunto de las fuerzas armadas, entre tantas otras.
"A Real y Barça no se los puede comprar. París es una buena inversión, no muy cara", dijo hace una década un ejecutivo de Qatar
El vínculo entre los qataríes y Francia supera por mucho la pelota, e incluye inversiones en muchas de las grandes empresas francesas: del Airbus 380 a la petrolera Total.
Hace ya una década, Leonardo Giammarioli, ejecutivo de las inversiones de Qatar, explicó a la revista francesa So Foot por qué se habían interesado en el PSG: “En España están Real Madrid y Barcelona y nadie más. Por temas jurídicos ligados a los socios, no se los puede comprar. En Italia, el mercado no es interesante y es muy riesgoso: muchos muertos en el placar. En Alemania, el 50% más uno del club les queda a los socios: no vale la pena, no se puede hacer nada. Quedan Francia e Inglaterra. París es una buena inversión, no muy cara, y no hay mil oportunidades en el mercado”.
Qatar se sigue pareciendo a Kuwait: tiene petróleo, es pequeño, tiene pocos habitantes y es escandalosamente rico. Sin embargo, logró lo que nadie: en una década, transformó la capital francesa en el epicentro del fútbol de clubes, tiene a Messi y a varios de los mejores jugadores del mundo en su equipo, y en 2022 va a organizar el mundial de fútbol. A fuerza de dinero y diplomacia, Qatar participa de la cotidianidad y los deseos de gran parte de la humanidad.