Los miles de camisetas que el Paris Saint Germain vende cada día por la llegada de Lionel Messi también aceleraron la producción en un país que no está en el radar ni de medios ni de hinchas, pero que es clave en esta historia: Tailandia. Es el lado B del dorsal 30 que recorre el mundo.
En esos galpones tailandeses mostrados en documentales, con decenas de miles de empleados y empleadas sentados en megafábricas, se hilan las camisetas que, esta semana, Nike (Jordan Brand) y el club parisino no pararon de comercializar.
Nunca antes se vendieron tantas camisetas como desde el martes. A tal punto, que ese primer día la principal tienda oficial del club tuvo que retrasar su horario de apertura: debió capacitar a un ejército de vendedores que llegaban para reforzar la atención al público y para estampar el número y el apellido del rosarino en los dorsales.
La camiseta con el 30 oscila entre los 112 (la versión stadium) y los 188 dólares (versión match, que es la que usan los jugadores). El jueves, varios medios y periodistas titularon que ya se habían vendido un millón de camisetas. Pero ayer, Le Figaro, uno de los medios tradicionales de Francia, lo desmentía: aseguraba que se trataba de una fake news corroborada por el mismo club.
En el frenesí por la llegada de Messi, no hay números oficiales de ventas: lo que sí saben –en el PSG y en todos lados– es que hay largas filas para comprarla, que el equipo de atención al público está desbordado y que probablemente hoy, sábado, la demanda aumente. El PSG juega contra el Racing de Estrasburgo por la Ligue 1, el nuevo torneo fetiche del fútbol mundial.
Contratos. A diferencia de Messi, el personal que vende su camiseta no sabe cuánto tiempo trabajará para el PSG: los jóvenes que llegaron para reforzar la atención tienen un contrato temporal que se renovará de acuerdo a la demanda. Por ahora, el trabajo sobra.
“Es incomparable con lo de Neymar hace algunos años”, le dijo Nicolás, uno de los vendedores, a la prestigiosa revista francesa So Foot. Pero el trabajo no solo sobra allí: en cada área del club las tareas tomaron otra dimensión.
Messi multiplicó ganancias, pero también esfuerzos: el valor de mercado del club creció 200 millones de dólares desde el martes, algo que seguirá en caso de que el rosarino, Neymar y Mbappé logren todo lo que se espera.
Si bien no hubo un anuncio oficial del club, en Francia publicaron que el contrato de Leo con el PSG, por dos temporadas y con posibilidad de una tercera, es cercano a los 41 millones anuales. La moneda de cobro, sin embargo, es parte de
este gran show-negocio armado alrededor del argentino: Messi recibirá una parte de su sueldo en fan tokens, la moneda virtual que el PSG lanzó en 2018 y que en los últimos días subió y bajó su cotización.
Casi como la medida de tiempo en el mundo occidental, hay un antes y un después de Messi en el Paris Saint Germain. El club parisino tenía 19,8 millones de seguidores en Instagram una semana atrás; ayer ya lo había elevado a 46 millones.
El arribo de nuevos sponsors es otro de los aspectos derivados de la contratación del crack argentino: el PSG cerró ayer un acuerdo con la casa de apuestas online Playbetr, que será su asociada en América Latina por un período de tres años.
Playbetr utilizará el sistema Digital Overlay® del Parque de los Príncipes, con el que podrá geolocalizar las pantallas LED para segmentar la publicidad según la región donde se mire el partido. De esta manera, si al PSG se lo mira desde Argentina o Brasil, la publicidad en el contorno del campo será distinta a la que se vea desde el estadio, en Francia, y también a la que se vea en Japón o China.
Si había personas que pensaban que el fútbol-negocio-espectáculo no podía ampliar su frontera, la llegada de Messi al PSG demuestra que sí: que quizá, como nunca antes, el club parisino de los petrodólares qataríes puede concentrar todo lo que nos aleja y todo lo que nos acerca a este deporte.