Cuando Lionel Messi debutó en la Selección, con 17 años, Julián Álvarez apenas tenía 5. Todavía faltaba para que su hermano Rafael lo bautizara Araña, no imaginaba lo que era un mundial de fútbol y la pelota le quedaba enorme. Como cientos de pibes de Calchín, jugaba en los potreros de ese pueblo de 2.500 habitantes, ubicado a 110 kilómetros de Córdoba capital. Ahí nació, se formó y vivió hasta los 15 años.
Cuando Messi arrancó en la Selección dirigida por Diego Maradona, Julián ya era goleador de los torneos de la Liga Independiente de Fútbol de su pueblo. Con 10 años, ya llamaba la atención en el Club Atlético Calchín, una institución que usa el escudo y la camiseta de River, con una sutil diferencia en la casaca: en lugar de una app de apuestas, en el pecho luce el logo de Establecimiento Don Juan.
Cuando Leo fue silbado en el Monumental durante la Copa América 2011, el pibe de Calchín se preparaba para una prueba nada menos que en el Real Madrid. Estuvo cerca de un mes, jugó varios amistosos y convenció a todos, pero para quedarse su familia debía instalarse en España, cosa que no ocurrió. De aquella experiencia le quedó el recuerdo de haber conocido el Bernabéu y una foto con Ángel Di María.
Cuando el capitán de la Selección se frustró en la final del Mundial de Brasil, Julián tenía 14 años y miraba los partidos protagonizados por sus ídolos, sentado en el living de su casa junto con su familia. Su deseo de ser futbolista, como había escrito en una tarea escolar a los 7, aún era incierto.
Cuando Messi se preparaba para Rusia 2018 después de tres finales perdidas y una renuncia temporal a la Selección, Julián ya jugaba en las inferiores de River y vivía en la pensión del club. Sin haber debutado en la Primera del Millonario, fue convocado para sumarse a la delegación nacional como sparring. Nunca había estado tan cerca de sus referentes.
Cuando Leo tomó conciencia de que en Qatar iba a jugar su último Mundial y que la Selección encaraba un recambio que lo sostenía como líder, Julián fue convocado por Scaloni para disputar dos partidos de Eliminatorias. Debutó ante Chile: entró por Di María, el de la foto en Madrid.
A partir de ese momento los caminos de Messi y Julián Álvarez se juntaron. Compartieron la misma ruta y un mismo destino: levantar la Copa del Mundo.
Desde Qatar. El primer gol de Julián con la Selección fue el 29 de marzo de este año ante Ecuador por Eliminatorias. Hace solo nueve meses. Hoy es el socio de Messi en una delantera que arrasa: entre los dos marcaron nueve de los doce tantos de Argentina en el Mundial.
Cuando llegó a Qatar, la Araña era una alternativa de Lautaro Martínez, hasta ese momento el nueve intocable. Pero Julián entró ante Arabia Saudita y México y todo cambió. Con goles, un despliegue descomunal y una confianza indestructible, convenció a Scaloni de que podía ser titular.
Convirtió ante Polonia y Australia, y le metió dos a Croacia, en el que fue su partido consagratorio. Esa tarde, cuando llegó al banco de suplentes, el primero que lo abrazó fue Lautaro Martínez. Un signo de este plantel. También lo elogió Messi: aseguró que se merecía haber ganado el premio al mejor jugador del partido.
Aunque el gran mimo le llegó de parte del Flaco Menotti, director general de Selecciones de la AFA: “Julián se está adaptando al manejo de los tiempos. No siempre se apura. Cuando tiene que frenar, frena. Cuando tiene que acelerar, acelera. Es un servidor de talento. No es que lo haga por fuerza. Tiene creatividad y mucho futuro”, comentó el Flaco después de Croacia. Ahí está la clave: Julián es el futuro.