En enero de 2000, Leandro Giménez viajó a Buenos Aires para hacer una prueba en River. Tenía 12 años y jugaba en Newell’s. Era jueves, cancha de Defensores de Belgrano. Eduardo Abrahamian, a cargo del fútbol infantil de River, paró a un equipo de la categoría 1985 para enfrentar a once chicos dos años menores –Giménez incluido– seleccionados tras cuatro pruebas organizadas por la filial del club en Rosario. Había, sin embargo, un suplente, que no había participado de esa suerte de casting realizado en el club El Torreón. Giménez lo conocía: hacía tres años que jugaban juntos en Newell’s. “Cuando entró, en la primera jugada –le cuenta Giménez a PERFIL– le tiró un caño a un central que medía como dos metros. En la segunda, le tiró otro.” El suplente era Lionel Messi.