Me pongo la camiseta ya”. Con esas cinco palabras, Inés Arrondo le confirmaba a Gabriel Minadeo su regreso a Las Leonas. Se había retirado para ser madre, pero el entrenador la necesitaba para apuntalar la renovación de un plantel extenuado tras Beijing 2008. “Siempre hay que conformar el equipo con figuras que sean líderes”, dice ahora el DT. “Le pregunté si tenía ganas de volver y me dijo que sí a los 10 segundos. Las más chicas la siguieron como a un emblema”. El relato funciona como parábola de lo que puede esperarse de la nueva mujer fuerte del deporte argentino: compromiso, sentido de pertenencia y aires de renovación.
Hija de arquitectos, nació en Mar del Plata en 1977. Empezó a jugar en el club Universitario, hasta que Saint Catherine’s, el club de Tortuguitas, la vio consagrarse como una lateral derecha aguerrida, con perfil bajo y voz de mando. “Alguien que logra sus metas”, sintetiza su ex compañera Mariana Rossi.
Llegó a la Selección con apenas 20 años. La esperaban las medallas olímpicas de Sydney 2000 y Atenas 2004, aunque la recuerdan por un legado mayor. Un día agarró un lápiz en una concentración y dibujó una leona. Las compañeras amaron ese dibujo. El logo ya era un clásico en el Mundial de Perth 2002, cuando Arrondo hizo el gol de una final que Argentina ganó por penales.
En 2005 jugó el Champions Trophy sin saber que estaba embarazada. Después de cuatro años de crianza, el llamado de Minadeo fue el cierre perfecto. Las Leonas ganaron la Copa Panamericana y allanaron el camino de la nueva generación, aunque el vacío del retiro le demandó años de terapia.
Otra vez en Mar del Plata, volvió a Universitario para potenciar el hockey. “Se transformó en una líder social”, dice Gabriel Ceratto, ex vicepresidente y actual tesorero. “Tenía una facilidad muy grande para transformar procesos con ingenio y convicción. Es una figura cautivadora”.
El antecedente le valió la convocatoria al Ente Municipal de Deportes de General Pueyrredón (Emder), donde entendió que el deporte más practicado por las mujeres no siempre funcionaba como igualador de oportunidades. Mapeó las zonas sin clubes y se reunió con referentes locales para armar escuelas gratuitas en 15 barrios. “Para muchas de las nenas es la primera vez que hacen deporte sistemáticamente”, celebró. Minadeo lo confirma: “Cuando estuvimos con Las Leonas, las clínicas salieron fantásticas”. Muchas de sus 2 mil alumnas terminaron federadas. “Inés tiene constancia y es muy perseverante; las alumnas la idolatraban”, recuerda Horacio Taccone, presidente del Emder hasta 2015.
La emergencia del macrismo le hizo entender que debía movilizarse. Convocada desde distintos partidos, planteó que su corazón “está un poco más del lado de la ideología que tiene la mirada puesta sobre la equidad y las posibilidades para todos”. En las elecciones de 2017 fue candidata a senadora provincial por Cumplir, el sello fugaz de Florencio Randazzo, cuyo jefe de campaña era Alberto Fernández. Aunque el 5% de los votos no le alcanzó, fortaleció su oposición militante. Criticó el DNU que degradó la Secretaría de Deportes a Agencia, una maniobra amigable con el proyecto de trasladar el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo de Núñez a Villa Soldati.
La reconfiguración peronista la volvió a acercar a Alberto, a quien acompañó en el cierre de campaña en Mar del Plata. Desde sus redes sociales celebró la lucha de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, la libertad de Lula y las movilizaciones en Chile. Coherente con su perspectiva de género, pidió por la interrupción legal del embarazo. Ahora la espera el desafío más grande de su carrera. Con presupuesto y capacidades todavía inciertos, deberá revalorizar la infraestructura y a los atletas, además de potenciar la capacidad del deporte para reconstruir un tejido social desgarrado.