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paula pareto

La mujer de los sueños

La judoca se convirtio en la primera deportista argentina en la historia en ganar una medalla de oro. “se dió algo soñado”, dijo entre lágrimas.

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Ojos vidriosos. Pareto y el oro. Es la primera mujer argentina con dos medallas olímpicas en deportes individuales. | afp
Desde Río de Janeiro

Desde que se bajó del podio en Beijing, hace ocho años, que escuchó que era una de las “fijas” para repetir en el siguiente Juego Olímpico. En Londres 2012 estuvo a una victoria de repetirlo, pero se quedó con las ganas. Ayer volvió a soportar la presión y entró en la historia: se convirtió en la primera mujer argentina en ganar una medalla dorada.
En lo más alto del mundo con una clave: perseverancia. Eso hizo Paula Pareto en el más exigente nivel de competencia. Una de las más grandes páginas del olimpismo argentino se escribió en Río.
Era la más visitante de todas las competidoras en una categoría de hasta 48 kilos que concentraba a las mejores del mundo. Pero ella nunca sacó la mirada del oro. Su única meta desde que mordió el polvo en Londres. La chiflaron desde que pisó el tatami por primera vez, allá por las 11.20, y cantaron “Rusia, Rusia” para alentar a una Irina Delgova, campeona mundial junior. Después el canto se transformó en “Hungría, Hungría” para alentar a Eva Csernoviczki, en cuartos.
Las horas de espera hicieron que se vacíe la Arena Carioca 2 y que la ansiedad de los argentinos que empezaron a colmarla fuera grande. Con la número uno del mundo (la mongol Monjbatyn Munkhbat) y la local (Sarah Menezes) fuera de la lucha por el oro, el horizonte parecía un poco, sólo un poco, más visible. En semis, la número 2 del mundo transformó el estadio en uno de Tokio. Todo para la nipona. Menos el combate. Pareto demostró que nadie la iba a cambiar en su día. Ella lo había decidido, y demostrado desde el comienzo.
La final fue contra la surcoreana Jeong Bo-Kyeong, más alta que ella, quien en el primer minuto hizo ver por primera vez a la argentina en modo defensivo.
Pero un solo desliz en un ataque le bastó a la Peque para silenciar el estadio e inflar el pecho del centenar de compatriotas que llenaron de orgullo al verla cumplir su meta. Con la misma paciencia con la que aguantó el alto rendimiento y los estudios para ser una doctora. Una doctora olímpica. Y dorada. Bien dorada.