Iván Tapia juega de enganche, debutó en Barracas a los 16 años y forma parte de la institución desde infantiles. Su carrera en inferiores registra también un año en los dos gigantes de Argentina: Boca y River. “Como jugador es igual que como hermano. Dentro y fuera de la cancha es inteligente, por ahí no expresa sus sentimientos pero tiene una personalidad fuerte. Mucho de lo que aprendí fue por él, aunque sea más chico. Me enseña mucho día a día”, opina su hermano.
El más chico de los hijos del presidente de la AFA es hincha de Boca, como su padre, y siempre que puede está en la Bombonera apoyando al Xeneize. El mayor, en cambio, se perfiló hacia el lado de Independiente por la influencia de la familia de su madre, Paola Moyano. “El día de mañana sería un sueño jugar en el Rojo”, reconoce el chico de 21 años.
Matías se para en el fondo de la cancha, se considera un defensor riguroso y le gusta hablar y ordenar al equipo desde su posición. Para llegar a la Primera de Barracas recorrió un camino intenso con una historia particular. “A los 16 años era gordito y no me daba para jugar profesionalmente. Un día, en unas vacaciones, llegó mi viejo con unas facturas y yo le contesté que no quería más y que empezaría a cuidarme. El lo aceptó y corrió las facturas pensando que en cinco minutos me las iba a comer. Cambié la cabeza, busqué en internet, leí libros y me orienté para comer más sano”, cuenta el jugador, que empezó en el futsal. Y agrega: “Bajé 30 kilos. Es el día de hoy que me ven y se sorprenden. Como todo Tapia, cuando se nos mete una cosa en la cabeza hacemos lo imposible hasta cumplirlo”.
Ser hijos del Chiqui no es nada fácil para Matías e Iván. Cada paso en inferiores, Reserva o Primera es apuntado por el prejuicio del hincha argentino. “Algunos dicen que por ser quienes somos las cosas son más fáciles, pero es todo lo contrario. Jugamos con una mochila pesada porque si te pasan la pelota es a propósito y si hacés las cosas mal es porque sos el hijo de Tapia. Es más complicado de lo que muchos piensan”, se desahoga el defensor.
Los tiempos del titular de la Asociación del Fútbol Argentino se acotaron para observar a sus “críos”, como él les dice, pero igualmente los hermanos cuentan con su padre en todo momento. “Ahora no puede vernos en la cancha porque no tiene tiempo, aunque nos llama antes de los partidos y nos alienta. No nos reprocha nada y, si no le das pie, no se mete. El encuentra el momento siempre para decir las cosas”, cierra Matías.
El otro nieto de moyano que es jugador
El linaje de la sangre de Tapia y Moyano no sólo se encuentra en la cancha de Barracas Central. Facundo Moyano, nieto de Hugo e hijo de Pablo, tiene apenas 18 años y vive su propia experiencia futbolística en el Club Camioneros, el equipo que en la semana casi deja a Independiente afuera de la Copa Argentina (perdió en la serie de penales).
Justamente, y como buen hijo y nieto, Facundo es fanático de Independiente. El miércoles pasado le tocó enfrentar al equipo de sus amores, aunque vivió el encuentro desde el banco de suplentes. Llegó en 2014 al club del sindicato y hoy ya es parte del plantel de Primera. Puede jugar de enganche o de mediocampista por la derecha.