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Los tópicos del fútbol

Puntos de observación

Gonzalo Bonadeo
GONZALO BONADEO CUESTIONÓ A SUS COLEGAS POR HABLAR DE BOCA EN LA PREVIA DE ARGENTINA-URUGUAY. | Redes sociales.

Como buen hincha de fútbol, hace rato aprendí que, cuando rueda una pelota, hay que ser muy prudente y selectivo a la hora de preguntarse qué cosa tiene sentido. No obstante, como entiendo que cada uno siente la pasión futbolera a su gusto, sigo preguntándome algunas cosas.

  • Está claro que a Boca le costó buena plata el actual modelo de Bombonera. Está claro, también, que a cada uno de los abonados le costó buena plata garantizarse la platea. Entonces, ¿quién me explica qué sentido tiene que un puñado de esos abonados haya hecho lo suficiente como para sabotear su pasión, su comodidad, su bolsillo y el del club?
  • Hace una semana, siempre en la cancha de Boca, era enternecedor ver cómo aún hoy existen los plateístas que llegan a un clásico media hora antes de que empiece la reserva; tanta es la pasión de esa gente que, aun con la garantía del lugar numerado, llegan a la cancha cuando las puertas todavía están cerradas. Tres días más tarde, en Rosario, el reverenciado grupo autodenominado La Doce llegó a la tribuna cerca de los 30 minutos del primer tiempo, algo común a los reverenciados de cada uno de nuestros clubes. Entonces, ¿tan estúpidos son aquellos plateístas que se pierden un almuerzo en familia o entre amigos que llegan tan temprano, en tanto los barras se dan el lujo de perderse un tercio del espectáculo que los demás tan ansiosamente esperamos? ¿O será que los muchachos creen ser más protagonistas del fútbol que el propio futbolista?
  • A principios de los 80, al menos según registra mi memoria, hubo una auténtica noche de terror en el barrio de Victoria. Fue un miércoles, después de un Tigre-Chacarita. Desde entonces, cualquiera que lea con interés la sección deportes de un diario argentino sabe que ese partido sigue siendo un clásico del NO fútbol. Sin embargo, sólo después de la suspensión, los alambrados rotos, los piedrazos y las balas de goma del final, volveremos a recordar que es un partido de alto riesgo. Mientras tanto, por la tele disfrutamos de un espectáculo surrealista en el cual mientras los jugadores y el cuerpo técnico del supuesto ganador –por ahora, hay marcador en suspenso– festejaban en un lateral de la cancha, en el otro, un puñado de jugadores discutían con la Policía “porque no nos dieron plateas y nuestras familias estaban en la popular”. En el medio, el técnico de Chacarita peleaba con el árbitro, un ciego con bastón blanco y todo intuía el esquive de balas de goma y una chica con un auténtico culito argentino promocionaba una compañía de seguros mientras el técnico local hablaba con la tele de su satisfacción por un triunfo que, francamente, poco debía importarle si fuese el fútbol lo que realmente le importase. Entonces, ¿cómo prestarles seria atención a los anuncios y comunicados de quienes están encargados de los operativos de seguridad?
  • Confieso que el desenlace de Tigre y Chacarita ocupó la atención que abandonó un Barcelona-Real Madrid, cuyo final ni siquiera dio para el escándalo. Los que vimos el partido en casi 90 países sabíamos que, aun de visitante, Real Madrid necesitaba ganar para que el campeonato no terminase tan temprano. Sin embargo, y con la formidable excusa de la expulsión de Roberto Carlos, los ex galácticos jugaron casi todo un tiempo a no jugar, excepción hecha de un conmovedor Ronaldo, que también fue víctima de un extraño arbitraje que, claramente, perjudicó al Real. Como sea, el clásico más importante del fútbol mundial por estos días tuvo como eje a jugadores brasileños. En realidad, fue otro sábado en el que el fútbol del Primer Mundo habla mucho más de los brasileños que de los nuestros. Entonces, ¿no será hora de olvidarnos un poco del grupo de la muerte, de dedicarnos a Costa de Marfil, Holanda o la ex Yugoslavia y preocuparnos un poco más por nosotros mismos?

Ya se lo expliqué al principio. Sé que cuando se habla de fútbol no hay que preguntarse demasiadas cosas. Lo que no les aclaré es que, con ciertos temas, no tengo más remedio que seguir insistiendo.